miércoles, febrero 18, 2009

el llanto progresivo

1.
Recién termino de leer El Llanto, de César Aira, y me sorprendo al encontrarme ante la misma sensación que me ha abacorado anteriormente al llegar al final de otras de sus novelas: un indefinibile aquí-pasó-algo-y-me-lo-perdí. Ante esta incómoda situación, vuelvo a releer las primeras, las últimas páginas, e intentar completar el rompecabezas. No sé por qué lo hago, se supone que ya no me suceda. Pero toma mucho tiempo lanzar ventana-abajo viejas costumbres. Aira, he notado, ignora a propósito los estándares que se han establecido, a través del tiempo, de como se supone que cierre una novela. Las tres que he leído terminan como por ataque cardiáco, como por paro respiratorio. Y lo mismo casi sucede en El Llanto. Luego de sus breve setenta y pico de páginas de una escritura automática, de un fluir de consciencia de un personaje que se levanta en el medio de la noche ahogado por un taco de llanto, caminando por la casa, en el medio de un desvelo fantasmagorico, y nos informa que ha sucedido lo que yo más temía, todo cambia cuando sólo faltan 3 páginas para su fin. Cambia y uno vuelve al principio, para asegurarse de que el autor no se haya confundido, en que no haya sido un mero desliz. Pero jamás nos enteramos. Porque no importa. No importa en lo absoluto, al terminar de leerlo, aunque algunos engranes no encajen, la novela hace sentido, instala en ti la posibilidad de, por fin, exhalar, y decir, que bueno.

2.
Leí en algún sitio que Aira ha dicho que la literatura es algo que progresa, que sus escritos van para adelante y rechazan lo entendido por "buen gusto", que la función de cualquier escritor es intentar forjar nuevos gustos, nuevos parámetros para medir la belleza. Y es que, bajo esta misma premisa, me parece que el argentino esribe lo que hay, que debajo de ello no hay nada, más que una sucesión de eventos, de una página se sigue a la próxima y a la próxima y a la próxima.

Podría decir que toda esta filosofía de Aira es pura paja, mas su obra enseña lo contrario: Aira nació en el '49 y ha publicado más de sesenta libros. La mayoría desde los noventas para acá. Inclusive, en el año en el que publicó El llanto, 1992, publicó otras cuatro novelas, muchas de ellas con el pequeño editorial argentino, Beatriz Viterbo Editora--cuyo nombre me encanta, ya que es tocaya de un personaje de El Aleph.

3.
Casi para cerrar con Aira, me llama la atención tocar el asunto de la "posmodernidad" que le han atribuido algunos críticos y profesores a su obra; creo que el argentino se ha acercado al asunto muy inteligentemente, y da una respuesta que me parece precisa (en una entrevista que aparece en un suplemento del diario Clarín, en el 2004) para la condición "posmo" atribuida a muchos escritos:

Bueno, posmoderno es una palabra, y yo siempre digo que las palabras deben servirnos a nosotros y no nosotros a las palabras. Es decir que cada cual puede definirla como quiera y usarla conmigo o con quien quiera. Pero yo no me considero posmoderno en tanto creo haber seguido fiel a la preceptiva modernista en la que me formé. Mi lema sigue siendo el famoso verso de Baudelaire: "Ir hacia delante y siempre en busca de lo nuevo." Y sacrificarlo todo por lo nuevo, ¿no? Y esta actitud no es posmoderna. Creo que el posmodernismo deshace esa línea hacia delante para erigir una especie de estantería de supermercado donde está toda la cultura de antes, la de ahora, la de después, y entonces procede con ellas a formular combinaciones al azar. No es lo mío.

lunes, febrero 16, 2009

tiras de seda

Para prolongar la línea de escasez que he tomado las últimas semanas en este espacio, los dirijo al nuevo blog del compañero de cómo-sea-que-se-llame-nuestro-grupo slash generación slash promoción, Rubén Ramos, Silk. No se trata, según entiendo, de que el blog anterior haya muerto, sino que ha sido concluido. Entiendo que es así que él, como otros, ve el blog como espacio: un lugar en el que sólo caben ciertas cosas, una colección, una antología con equis cantidad de años, con fecha de expiración. En Silk, su trabajo toma una vuelta distinta, o va tomando una vuelta distinta, o me parece que toma una vuelta distinta al anterior, por ejemplo, el poema makes Jack a dull boy:
a)duermo b) sueño c)juego no sé hacer otra cosa: eso y mentir.
Además, va intercalando lo escrito con lo visto, por ejemplo, la fotografía titulada identity:

viernes, febrero 13, 2009

miércoles, febrero 11, 2009

fantasmagoria

Es tan fácil comenzar escribiendo que el personaje se ve al otro lado del vidrio que no puedo resistir hacerlo. No puedo resistir lo sencillo de su descripción: ojos grandes, pestañas demasiado femeninas, nada de barba, una calvicie que le pica por el parecido a su padre. Mucho menos evitar llevar su mano hasta la mejilla, para deshacer una lágrima vieja. Acto seguido, lo hago mirar el monitor, abrir su correo electrónico y cliquear compose new message. Todo sucede demasiado lento: el colocar sus dedos índices sobre el teclado (nunca ha aprendido a tecladear como secretaria, la taquigrafía, piensa que se le llama), el incrustar en el cuadriculado blanco el correo que él mismo le creó a ella (de la que no he hablado como es de esperarse de un narrador irresponsable). Se detiene un segundo. Lo piensa: el correo electrónico es tan impersonal, es tan falto de cojones que insulta. Pero eso ya no importa un pito: dejó de importar en el momento que se asomó al diario que ella había dejado abierto sobre la coqueta cuando se fue a visitar a su madre. A él sólo le quedaba responder. A él sólo le tocaba responder. Se trata de un personaje pasivo: todo le ha sucedido y él nunca ha hecho suceder.
Sí, lo hace: comienza a escribir, primero lento, primero sin faltas en la ortografía, primero siguiendo la etiqueta que debe existir para este tipo de cosas, pero mientras avanza todo esto se va para el carajo y comienza a olvidarse de las comas y escribe y escribe y escribeysedesaparecenlosespacioshastaquesedacuentamirandoseenelespejoqueestállorando y para.
Lleva su dedo índice, otra vez, hacia la mejilla de su reflexión, que ve al otro lado del vidrio, y esfuma una lágrima. Lee lo escrito. Lo lee dos, tres veces. Quiere corregirlo. Mas no lo hará. Le añade una despedida civil. No le menciona nada de que no volverá a pisar esa casa. No le menciona nada de que jamás buscará la ropa que ha dejado, ni los papeles en la impresora, ni reclamará las cartas que lleguen a su nombre. No le dice que su plan es hacerse abstracción, es hacerse espectro, desaparecer de aquél lugar como lo deben hacer los hombres que confían demasiado en sus mujeres. Hombres como él: hombres zombis a los que les toma días, meses, años descifrar que lo que sale de su pecho es el sobrante de una apuñalada ya vieja. no le dice nada de eso.
no: ni lo hará.
Apaga la laptop y la deja sobre la mesa de la cafetería: que alguien se la lleve, porque no la quiere. Llama de su teléfono celular a un taxi, se monta, y cuando se baja lo deja sobre el asiento: que alguien se lo lleve: a él ya no le pertenece nada.

slowlysoftlyjoyously, dice Rivera Garza

WRITING

You have to want it more than anything else--more than breathing even. More than sex or happiness. More than that cigarette, this chocolate, those glasses of wine. More than the children you have not had. You have to want it bad. You have to defend it, protect it, guard it—with your own very life, if necessary.

And then, one day, out of nowhere, it comes the realization: you can live without it. It may as well never happen again. You walk as if on clouds. You breathe.

Then, slowlysoftlyjoyously, you begin writing.

--crg