lunes, abril 19, 2010

juego de añoranza con mr. e.e | a game of longing with mister e.e

1. me jode la espera, y más me jode el hecho de que en realidad no me importa, que me dejó de importar hace tiempo, pero sigo teniendo estos sueños abominablemente cursis que pensé se irían con terminar la novelita, pero no, insisten.
it's the waiting that fucks me over, but even more than that, it's the fact that i stopped giving a shit about it a long time ago, but i keep having these tacky dreams i thought would be gone with the novelette's completion, but no, they insist.
2. y si sólo se tratase de una añoranza anclada en lo actual, no me quejaría. pero que sean hechos que inflé para ficcionalizar, es hasta peor. esa añoranza que hace facil ver a mr. e.e cummings deteniéndose, antes de salir de la habitación, dándose la vuelta, y (inclinándose a través de la mañana) posando un beso en esta almohada, cariño, donde vivieron y fueron nuestras cabezas.
and if it was only a longing anchored on actuality, i wouldn't whine. but it's all air, a balloon of facts i inflated for a succesful fictionalization--even worse. this, the kind of longing that makes it easy to see mr. e.e cummings stopping, before leaving the room, turning, and (stooping through the morning) kissing this pillow, dear, where our heads lived and were.

sábado, abril 17, 2010

miopía turística, dice Martín Gaite

Ahora la gente viaja por preceptos. No trae nada que contar, cuánto más lejos van, menos cosas han visto cuando vuelven. Lo viajes han perdido misterio.
El Cuarto de atrás , Carmen Martín Gaite.

jueves, abril 15, 2010

the few extra seconds before, says Auster

A moment like that deserves to be prolonged, it seems to me, --if only by a few seconds--for the thing that was about to happen was so improbable, so outlandish in its defiance of odds, that one wants to savor it for a few extra seconds before letting go of it.
Paul Auster, accident report

lunes, abril 12, 2010

modales

1.
Tu idioma se hace, de golpe, otra cosa.
2.
Los trece trabajadores que entraron hace un momento por las puertas dobles de madera emprenden su tarea: dislocan los paneles de las paredes, desconectan cables, deshacen cubículos. Tu jefa los lleva esperando desde hace ya una semana.
3.
Ahora que finalmente llegan, se queja del ruido. De los golpes de martillos, de los paneles azotándose entre sí, de las diáfanas voces que prometen—pero nunca cumplen—una interrupción del tecladeo de tus compañeros, del telefoneo de tus compañeros, de la rutinaria circularidad de los días nueve-a-cinco de tus compañeros.
4.
Desde tu cubículo, que será el último en ser desplazado, observas como las murallas de escombros no estorban. Como ese grupo de trece trabajadores extranjeros no calan la más mínima discrepancia. Los flujos de personas continúan por el pasillo, estirando sus pasos para cruzar una caja de herramientas mal colocada, o alterando su ruta levemente.
5.
Escuchas sus chistes. Los de los trece trabajadores. Sus comentarios, sus nombres saltando de un extremo de la sala a la otra, pidiendo un destornillador aquí, un martillo allá. Miras el monitor, como haces siempre, sin parpadear. Pasas los códigos de barra por el nuevo escáner silencioso. Anotas a qué biblioteca irán. Verificas que no haya ningún pedido. Separas los que tienen un número de catálogo demasiado grande para la impresora. Notas que con cada día que pasas te haces más familiar con el sistema de catalogación de la Biblioteca del Congreso. De sólo leer los títulos los identificas—literatura en español en los PQ, libros de orientalismo DS, literatura norteamericana PS—sonríes. Te recuestas un momento en tu silla, estriegas tus ojos con los dedos índices, y es entonces que te percatas que entiendes martillo, que entiendes destornillador. Uno de los trabajadores se para a tu lado, y te dice algo en inglés. Asientes. Respondes en ingles, let me know when you need me to move, le dices.
6.
Do you need headphones to concentrate? —, te pregunta tu jefa y tiras de tus hombros, como sueles hacer, y le dices que no, que ya pronto terminas la orden de libros, pero mientes, porque sí necesitas los audífonos, sí necesitas aislarte, necesita silenciar los martillazos, y no sabes por qué, necesitas callar los golpes de paneles con paneles, necesitas callar los pasos, necesitas no entenderlos.
7.
Una mujer peliroja con chaqueta se les acerca a los tres que trabajan cerca de ti. Do you speak english? Les pregunta. Ellos se miran entre, y uno de ellos response of course. El jefe de los trabajadores, el que lo acompaña le llama Padrino, se le acerca a la mujer y conversa con ella. Uno de ellos, pequeño, Ricky, le comenta al otro, al que le dicen Broadway, que la americana esta está guapísima. Te obligas a mirar el monitor nuevamente. A no responder. A no entenderlos. A no escucharlos hablar de la mujer peliroja que también trabaja allí y que se llama Rebecca, si mal no recuerdas, originaria de Boston, que siempre llega al salón de almuerzo justo cuando tu terminas de comer.
8.
¿Cómo es que te sabes los nombres de ellos?, te preguntas.
¿Por qué demonios te sabes los nombres?
9.
Trabaja, te dices. Trabaja. Tomas algunos libros. Escaneas los códigos de barra. Apuntas los nombres. Envías los avisos a los usuarios que los han reservado. Miras los números de catalogación, intentas adivinar. Los que te tocan ahora son fáciles. Los M son partituras. Los ML son libros de música, en general. Pueden ser lecciones, o pueden ser libros de historia, o teoría. Los MT son técnica. Los conoces desde antes, esos. Fácil, demasiado fácil, te dices, recordando tus años en la biblioteca de música de la UPR. Dame algo más difícil, le insistes al cajón de libros y sacas el próximo.
10.
Te pregunta algo, uno de los trabajadores. Tiras tus hombros. Le dices que no entiendes. Él va a tu jefa.
Te olvida.
11.
Tu no lo olvidas. Algo comienza a quemarte adentro. Algo te molesta.
12.
Tu jefa te pregunta si los entiendes, a los trabajadores.
They speak english, no? Te pregunta.
I don’t know, le respondes. Y cambias la cara.
M, MT, ML. PQ, PS, DS, PS, BF…
13.
Dos de los trabajadores se detienen a tu lado.
Ricky le comenta a Padrino algo de la condición de su mujer.
Padrino lo mira, le sonríe, pero cuando está a punto de responder, se detiene, y estornuda.
14.
Te viene de adentro, de lo hondo, de todos esos años de crianza, de los correazos, de las mano dura de tus padres que insistía en que llamases a los mayores don, doña--Salud, dices, por instinto, como vómito, tu voz suena seca, pequeña, y los dos hombres te miran, y no puedes hacer más que recibir la mirada, esa mirada-reclamo, esa mirada-confusión, esa mirada-asco, y no puedes hacer más que recibirla y sentir cómo se te filtra por las pupilas y se riega, como cáncer, por tu cerebro, por tu esófago y te das cuenta que es candela, que es fuego, y que arde.
Arde con cojones.

miércoles, abril 07, 2010

this is but a failed metaphor for what the character in that book you wrote never said to his jaded love-interest

action: a pin dropped mercilessly long ago into the bottomless womb of an ocean.

issue: how to bequeath the unappeasable longing for its fate?