miércoles, febrero 29, 2012

ocupar la retaguardia, una cita

José Clemente Orozco, Retarguardia.
Da alguito de aire tropezarse con enunciaciones similares a las de uno, a las de cómo uno piensa su propia posición en cuanto a lo que escribe, y esa escritura en cuanto al campo literario (imaginario) hacia y dentro del cual la proyecta. En todo caso se trata de una posición movediza, pero aun así la considero una posición que aun no logro poder enunciar con claridad (quizás eso mismo sea el obstáculo, la claridad). De eso consta, supongo, la condición de escritor primerizo. Especialmente, cuando uno decide ocupar tal posición en el momento mismo de sentarse a escribir; o sea, escribir como si nunca hubiese salido nada con su nombre, escribir con total descuido de ese racimo de ideas que insinúan algún tipo de sedimentación: "un estilo", "la obra completa", "novelista", etc. Quizás por eso una idea como la del rearguard, la retaguardia o retroguardia, me parece tan atractiva; quizás por la habilidad que le veo en cuanto a evitar la pulsión autodestructiva del constante quiebre, o de la innovación eterna, etc....

La idea la encuentro en el artículo de Duchesne Winter, a quien he estado leyendo quizás demasiado últimamente, Literary Communism, a manifesto of the rearguard

Todo esto como introducción a la cita, supongo.

There is really no lack of vanguard stances in the history of Latin American and Caribbean letters, at least in the Spanish speaking area. What we have missed is an enduring rearguard. Even in the military sense of the metaphor, we can say that most guerrilla movements in Latin America were really drawn back by the lack of a strategic rearguard. The rearguard is often underestimated; there is a supposition that it involves less drama and less heroism. But it can be argued that the rearguard is the heart of resistance. It is the space of relative autonomy where a new sense of community can be built, it is also a refuge from traumatic exposure to violence, a place for convalescence and creativity, and more than anything, it is an out-of-place, an outer-nationa location where the multitude can gather in order to launch its utopia-in-resistance. The maroon Palenque or clandestine community in resistance is a concrete paradigm of the rearguard. In literary terms, the rearguard heeds the rumor of resistance, it interprets, it translates it, entertains dialogues, takes care, and builds a legacy. It does not lead the struggle, it does not point the way. Rearguard activity is not necessarily a synonym nor an antonym of militancy or activism.
Juan Duchesne Winter, Literary Communism, a manifiesto for the rearguard. Journal of Latin American Cultural Studies, vol. 19, no.3. Diciembre 2010, pp. 225-236. 

lunes, febrero 27, 2012

la lectura expuesta


Últimamente no puedo evitar la terrible sensación, después de varias horas de estar rajándome frente a un libro, de que hoy en día la más particular de las particularidades de la literatura no se encuentra sólo en el contenido del texto leído, en su forma de afectarnos, sino en el acto mismo de la lectura profunda. Que su singularidad yace en ese posicionamiento incómodo frente a un pedazo de papel, o frente a una pantalla, en el que te abres en dos; en el que suspendes todos tus alrededores (cuando ya estás hondo, hondo) y te vuelves la más vulnerable de las criaturas, te transformas en el lector de Cortazar, aquél de La continuidad de los parques. Por un momento se suspenden ciertos presupuestos, y entras en una extrañísima relación en común con otro, quien-sea.

Si no es eso, o si no es eso ahora mismo, estoy tan lejos como siempre lo he estado. En momentos así, ese intento de alcanzar lo literario desde el estar-juntos, ese comunismo literario del que escriben demasiado pocos, me parece tan cerca de acertar.

miércoles, febrero 22, 2012

una casa, un cuentito


Una casa, una casa y todos dicen que vivirán ahí, y todos dicen que serán de ahí, y ponen sus maletas frente a la puerta, y se miran los unos a los otros, y se dan la mano, y dicen ‘será nuestra casa’. Sonríen. Todos realmente sonríen con el tipo de sonrisa que deben dar los recién nacidos que aprenden a practicar sus músculos.  Excepto uno de ellos. Una, realmente. Es joven. Más joven que ellos por lo menos. De repente se le ocurre a ella—llamémosle Ella—que no sabe qué hace ahí, pero de todos modos los imita, Ella activa ese músculo que hace que los ejes de los labios se le eleven, y se descubre en plena sonrisa: todos sonríen, entonces. 

lunes, febrero 20, 2012

teatro, una columna

Esta es columna aparecerá el próximo miércoles, 22 de febrero, en el Buscapié de El Nuevo Día. La cuelgo aquí.

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Decir “la política” como se dice “el teatro”. Nada nuevo ahí.

Recurrir, por eso de, al prólogo que Luis Rafael Sánchez le escribió a su obra teatral Quíntuples. Leer cómo en el comienzo de la obra, dirá el autor, el público espectador interpreta otro público sin saberlo. Que frente a este otro público los actores darán pie a “la locura instalada en la cordura, la wagnerización de las anécdotas”. Pensar, rápido, que en esta otra obra en cuestión, nosotros sin duda representamos al público de una democracia electoral, la “cúspide de la política occidental”.

Señalar, también, que en esta obra en cuestión, difiriendo de la de Sánchez, los personajes se hacen cada vez más caricaturescos, que sus posturas se tornan cada más extremas y vacías. Añadir que, a pesar de la redundancia, cuando hablan lo que dicen son palabras sin más. Que su oratoria está compuesta por unidades inconexas, ubicadas en la ecuación sólo para generar una reacción. Que son palabras que no dicen nada. Palabras fácilmente contradichas después, sin coherencia con esa puesta en escena anterior (ver: Fortuño, Gasoducto).

Imaginar que existe un guión, un texto que dicta el movimiento. Imaginar que podemos accederlo, que podemos descifrar finalmente qué mueve a esta gente. Ver cómo se llega hasta ese punto de quiebre, en el que se pierde la continuidad y se erige la pared que separa al público que somos de los políticos, en el que de las palabras sólo queda su sonido.

No obstante, desafortunadamente, advertir, como lo hace Luis Rafael Sánchez a quien monte su obra, que “de ninguna manera, bajo ningún pretexto de experimentación, distanciamiento o muestra de originalidad, deberán dichas acotaciones ofrecerse al público. Son, pese a su apariencia, un código de señales para que la palabra y el gesto proyecten la plenitud de los contenidos que se le han asignado, para que la atmósfera específica que el autor imaginó mientras construía su pieza teatral se realice”. Porque él sabe que para que haya teatro, es necesaria la audiencia. Lo saben los actores, los directores; lo saben los técnicos y los músicos. Lo sabe la audiencia.

lunes, febrero 13, 2012

midwest


Conduces quinientas millas desde el midwest norteamericano hacia el sureste,  cruzando largas planicies vacías, de montañas tan lejanas que son inexistentes, salpicadas por pequeñas islas de nieve y hielo que forman a lo largo del paisaje un archipiélago titubeante. Aunque sabes lo suficiente como para deshacerte de la idea, se hace extremadamente difícil elidir el pensamiento que te dice toda esta tierra está vacía, toda esta tierra se puede poblar, y, tomado por ese mismo aire que suaviza el cerebro, comienzas a formular las posibilidades comunales que históricamente han vertido hacia el fracaso. Comienzas a imaginarte a un grupo de personas que, aprovechándose del aislamiento, del silencio de las geografías ajena a los mares y a las urbes, ignorando totalmente que también la tierra es historia (la historia de otros, pero también la de los nuestros, Walcott), deciden comenzar desde cero, dejar la mugre de los días atrás, construir una gran casona que funja de origen, y un concepto, muy semejante al ascetismo, a la austeridad de las ermitas. Desde cero: o partiendo del cero. Son unos solos pocos. Quizás sean los únicos, y se piensen a sí mismos no como los integrantes de la comunidad, sino como sus productores, como mero eslabón en ese producto que harán entre todos, consumado por sus hijos, y los hijos de sus hijos...

Ves un automóvil despejar el paisaje, en dirección contraria. Es el primero que ves en más de media hora. Una camioneta roja, cristales oscuros. Al borde del camino, hay una bolsa ensangrentada. No sabes si fue un perro, o un venado.