miércoles, diciembre 05, 2018

People who go to the beach alone, un cuento traducido

Este cuento apareció, traducido, en el número 16 de The Common en un dossier de literatura puertorriqueña producida después del Huracán María. Los invito a leer el número entero.

People Who Go to the Beach Alone


Translated by HANNAH COOK

Bimbo has gone to the beach alone three times. 
The first time was when he bought the used car which he would drive for the next decade, at nineteen. As soon as he arrived at his house after having finalized the transaction and showed it to his family, and as soon as his grandmother had gone back to her telenovela after congratulating him, and his brother back to the phone, stuck talking to his girlfriend, Bimbo went into his room, put a bathing suit on under his jeans, threw two towels into his backpack, got into the car, and descended, alone, from the mountains of Caguas, where three generations of his family still lived. He went alone in his new-but-old Toyota Corolla without air conditioning and with the windows down and the radio tuned to the only English music station that reached them up there. He felt nervous. It was 11 a.m. on a Wednesday. 
Esta columna se publicó en El Nuevo Día el 3 de diciembre del 2018.


Los salarios

Un titular en este diario ayer anunciaba “Los empleos con la mejor y la peor paga”. Al ojearlo, en vez de pasar a leer sus contenidos y deprimirme un poco más, casi por instinto saqué un papel y escribí “Diez empleos que en mi mundo pagarían un montón”.
 Inmediatamente lo infantil del título de mi lista, intensificado por mi caligrafía preadolescente, me dio un poco de vergüenza y la rebauticé: “Teoría aplicada sobre salario social y valor de uso”. Sintiéndome filósofo marxista, y, por lo tanto, listo pa’ lo que fuera, me pregunté por mi criterio.
 De entrada, no se me ocurrió nada. Mentira; la verdad es que mi primer impulso fue poner mi empleo en el primer lugar y cerrar el proceso. Sin embargo, ya que había hecho nacer un mundo, tenía la increíble e ineludible responsabilidad de decidir qué valorizar más: aquellos trabajos necesarios para el funcionamiento social (justo en ese momento, un camión de basura se detenía frente a casa a recoger los zafacones), o trabajos superespecializados (por ejemplo, el grupo de personas que diseñaron el camión de la basura; también en el dentista con quien tengo cita en dos horas). Pensé que, tal vez, reconocer esos dos ejes sería suficiente y algún balance podría sacarse de ellos. Si realmente creaba un mundo, era inevitable que tuviera asistentes, así que les pasaría a ellos la resolución de la ecuación. Mi lista, confieso, sería alguna combinación de: maestra, basurero, albañil, ingeniero, doctor, científico, superhéroe, gente que sirve comida a otros, amas de casa, etcétera.
Temí que La Oposición (mi mundo es democrático, obvio) insistiría en que debía dejar que el mercado resolviera el asunto y, como ya no me pareció divertido, decidí concluir el juego, y leer el artículo en cuestión. En el top ten de empleos más remunerados, estaban los legisladores y los altos ejecutivos en el gobierno y el sector privado. Qué badtrip.
 Tengo un amigo que dice que el que hace la ley, hace la trampa.