domingo, marzo 17, 2019

conversación en torno a preciosos perdedores, con cezanne cardona

Esta conversación con Cezanne Cardona, en torno a mi más reciente libro de cuentos, Preciosos perdedores, ocurrió el sábado, 16 de marzo del 2019 en la librería La esquinita. 

martes, marzo 05, 2019

los 90 al papagayo, una columna

Esta columna se publicó en El Nuevo Día el 5 de marzo del 2019.



Los 90 al papagayo

A menudo intento hacer listas al papagayo de los eventos más importantes de una década. Fracaso profundamente. A menudo lo intento, particularmente, con los noventa, con la intención de entender algo, lo que sea, del presente.
Hasta ahora me agoto diciendo que se cayó el muro de Berlín, empezó y acabó la primera Guerra del Golfo, despuntó sangrientamente la de la antigua Yugoslavia, que se pasó una ley que hacía pero no hacía del español idioma oficial, que la isla entera recibió un premio literario a manos de un rey español por su excelsa defensa de la lengua, que se derogó esa ley, que se celebró el Quinto Centenario (¡la Gran Regata Colón!), nació la Unión Europea, ganó Rosselló (no este, el otro), que hubo no uno, no dos, sino tres plebiscitos, uno constitucional, dos de status (y sí, “ninguna de las anteriores” sigue siendo una locura); “Provócame, mujer, provócame”, que el desempleo llegó a veintitantos por ciento y los “carjackings” estaban de moda, “Mano dura contra el crimen”.
Inhalo, exhalo: que en Norteamérica se firmó NAFTA, “aum, oye lo que es un bembé”, que se alzaron los zapatistas en Chiapas, que le gané a mi hermano una pelea en Street Fighter II, que Ricky Martin lanzó A medio vivir (“tanta pasión, tanta osadía, oh, tú, fuego de noche, nieve de día”), que nació mi hermana, que Lorena Bobbit, OJ Simpson, Bill Clinton; ay, no, Selena, pobrecita; chiji, chijá, ganó el capitalismo; Madonna se pasó la bandera por…, el huracán Hortensia anunció a Georges, mi abuela perdió el techo de la casa; me conecté a internet por primera vez, se reconoció un primer ciudadano puertorriqueño, “Chim bum bam, que viva la alegría”, se derogó la 936 (pero dio tumbos una década más), se privatizó la Telefónica, hubo huelga nacional, una bomba mató a David Sanes en Vieques, se les dio clemencia a varios presos políticos…
Y hasta ahí doy, siempre con la impresión de que he olvidado lo más importante.

lunes, marzo 04, 2019

crisis de historia, una columna


Crisis de historia

Una amiga, en plena crisis de historia, me dice que la cosa está mala. No se refiere a la “cosa” de hoy día; mala desde que los dos salimos de la isla hace nueve años, seis meses y ocho días. Se refiere a la cosa histórica, esa de la que me escribe por Whatsapp cada vez que termina el capítulo más reciente de equis libro de historia. La crisis le pega periódicamente, casi siempre reflejo de algún altibajo personal. A medida que se va acercando la década afuera (“una sale pero no se va”, le gusta decir) se ha hecho más aguda y constante.
En esta ocasión, cuando escribe, se refiere a la cosa cafetalera. Si hace dos semanas me hablaba del principio del siglo diecinueve, ahí por fin va cerrando centuria. Desafortunadamente, había puesto sus esperanzas en el café. Antes de sus más recientes mensajes, la última vez que habíamos hablado, me había dejado con una escena que bien podía ser el final de temporada de una de esas series-vicio a las que todos estamos adictos. La escena, probablemente imaginada, me presentaba a un viejo Flaubert en París, una treintañera Pardo Bazán en Madrid, un asmático Tolstoi, y un Zeno Gandía en Ponce, justo en el mismísimo instante aléphico en el que comentaban, al son, el dulce aroma del grano puertorriqueño.
En su último mensaje, sin embargo, pega el año 1899 y el huracán San Ciriaco insiste en destruir la economía cafetalera y sus esperanzas. Decepcionada, me dice que va frustrándose, que sabe que lo que le sigue a esa época es la cañaveralización del país. Y esto le duele. Lo que busca, sabiendo que no lo encontrará, es un pasado ideal, un punto a partir del cual decir que todo se fastidió. Es una pena que lo único que encuentra, tanto para sí como para mí, es la novela de crecimiento de la maquinaria que terminará expulsándonos de la isla.