1.
Los domingos al mediodía el edificio Callaway está vacío. Van tres semanas en las que me deslizo por los pasillos y me encierro en el Lounge del quinto piso a trabajar. Salgo descalzo, de vez en cuando. Otras veces, pongo música y dejo la puerta abierta. En teoría, voy a trabajar. Termino acostado en uno de los muebles leyendo, o quedándome dormido.
2.
Hoy, salí un momento, porque escuché voces. Me tropecé con una mujer japonesa y su hijo. Estaban sentados en el lobby. La señora en el suelo, el niño en los cojines rojos. Entre ellos, había un libro. El niño comía media china mandarina, la madre tenía la otra. Ella decía algo, apuntando el papel. El niño lo repetía, en su voz chiquita. Lo hacían dos o tres veces, antes de cambiar la frase. Crucé el lobby, luego de escucharlos desde una esquina, y por el segundo que duró mi celaje, estuvieron en silencio. La madre me miró como invasor. El niño con curiosidad. Debía parecer un vagabundo, sin afeitar, el hoodie cubriéndome la cabeza, los ojos rojos. Cinco minutos después, resumieron la tarea. Su voz maternal, su voz infantil. El japones del niño temblaba. El de la madre, mucho más firme. Luego de un rato, regresé al Lounge.
3.
Bajé la música, leí, me quedé dormido veinte minutos. Volví a salir del cuarto, a buscar agua. Me detuve antes de cruzar por ese espacio que de repente tenía atmósfera de casa, de sábanas y almohadas bien usadas, de comida de mamá, de poder andar todo el día sin lavarte la boca. La mujer dijo algo más, el niño lo repitió y de repente se acabó. Pensé que me habían visto, así que crucé. Mientras llené la botella de agua, me llegó la voz del niño, esta vez comprensbile: Can we speak English now?, preguntó. Su madre respondió en japonés. Is dad going to take long?, insistió, y la madre respondió, nuevamente en japonés.
4.
Cuandro regreso, me tropiezo con una canción de Jamie Cullum: But the world don't need scholars as much as I thought/ Maybe I'll go traveling for a year/Finding myself, or start a career/I could work for the poor, though I'm hungry for fame/We all seem so different but we're just the same/ Maybe I'll go to the gym, so I don't get fat... Abro el libro, miro el documento de Word. Llevo dos páginas. Del pasillo escucho el elevador llegar, el niño decir algo, cierro la puerta, tengo que ponerme a trabajar, insisto.
Los domingos al mediodía el edificio Callaway está vacío. Van tres semanas en las que me deslizo por los pasillos y me encierro en el Lounge del quinto piso a trabajar. Salgo descalzo, de vez en cuando. Otras veces, pongo música y dejo la puerta abierta. En teoría, voy a trabajar. Termino acostado en uno de los muebles leyendo, o quedándome dormido.
2.
Hoy, salí un momento, porque escuché voces. Me tropecé con una mujer japonesa y su hijo. Estaban sentados en el lobby. La señora en el suelo, el niño en los cojines rojos. Entre ellos, había un libro. El niño comía media china mandarina, la madre tenía la otra. Ella decía algo, apuntando el papel. El niño lo repetía, en su voz chiquita. Lo hacían dos o tres veces, antes de cambiar la frase. Crucé el lobby, luego de escucharlos desde una esquina, y por el segundo que duró mi celaje, estuvieron en silencio. La madre me miró como invasor. El niño con curiosidad. Debía parecer un vagabundo, sin afeitar, el hoodie cubriéndome la cabeza, los ojos rojos. Cinco minutos después, resumieron la tarea. Su voz maternal, su voz infantil. El japones del niño temblaba. El de la madre, mucho más firme. Luego de un rato, regresé al Lounge.
3.
Bajé la música, leí, me quedé dormido veinte minutos. Volví a salir del cuarto, a buscar agua. Me detuve antes de cruzar por ese espacio que de repente tenía atmósfera de casa, de sábanas y almohadas bien usadas, de comida de mamá, de poder andar todo el día sin lavarte la boca. La mujer dijo algo más, el niño lo repitió y de repente se acabó. Pensé que me habían visto, así que crucé. Mientras llené la botella de agua, me llegó la voz del niño, esta vez comprensbile: Can we speak English now?, preguntó. Su madre respondió en japonés. Is dad going to take long?, insistió, y la madre respondió, nuevamente en japonés.
4.
Cuandro regreso, me tropiezo con una canción de Jamie Cullum: But the world don't need scholars as much as I thought/ Maybe I'll go traveling for a year/Finding myself, or start a career/I could work for the poor, though I'm hungry for fame/We all seem so different but we're just the same/ Maybe I'll go to the gym, so I don't get fat... Abro el libro, miro el documento de Word. Llevo dos páginas. Del pasillo escucho el elevador llegar, el niño decir algo, cierro la puerta, tengo que ponerme a trabajar, insisto.
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