No me sorprendo a mi mismo cuando después de cinco páginas me percato que la lectura de Appadurai es una farsa—mi lectura, digo. Es un acto, una forma de demostrarte que puedo ser invisible, puedo ser tan invisible como sea necesario para que trabajes, para que escribas lo que tengas que escribir de los circuitos de interacción de primates, o de los ciclos de transmisión de conocimiento en el blues del delta de Mississippi, o lo que sea que estudies en el momento. Puedo hablarte, por supuesto, de los ethnoscapes, o technoscapes, estoy listo para demostrar que mi presencia aquí no es sólo complementaria, que estoy aquí por acto de voluntad y que si te miro estudiando—si es que realmente existes, si es que no te he creado sólo para poder escribir uno de estos posts que pongo aquí que están cargados de añoranza, de esa querencia slash carencia que me revuelve los interiores y que casi siempre es motivo de ficción—no pienso en lo que es la belleza, ni se me ocurre pensar en aquella pieza que una vez escribí y leí—todas aquellas veces que lo leí en Río Piedras a velocidades desagradables—en la que hablaba de alguna chica inteligente con referencias a Kundera y Rivera Garza e inclusive al Lalo de Inutilidad, sólo porque en aquél momento aquella chica inteligente leía esos libros. Mas, la realidad, sin romper el párrafo, es que me contradigo y pienso en ese mismo asunto, pienso en ese mismo cuento y me digo eres la chica inteligente, o quizás ahora habría que decir the smart girl, por el salto continental, aunque la traducción no satisface, tal vez ragazza intelligente, o fyksu tyttö, aunque nadie hable flamenco acá. No importa. A un mayor análisis, el asunto es que no es, no eres la chica inteligente de ese texto por la cuestión espacial y temporal, porque aquello trataba del absoluto de un imposible escrito a los diecinueve años motivado por algunos garabatos a lápiz al margen de un libro, y esto es cuestión de cuatro o cinco años después, producto de una Duck-Rabbit Milk Stout—y de un fin de semana que hace cuestionar la majestuosidad de los romances literarios—en el primer distrito industrial de Atlanta, gentrificado ahora, por supuesto, mientras el iphone y la radio reproducen canciones que no podré precisar nunca jamás.
How’s it going, pregunta y yo le respondo con una cita, simple, que dice que la aesthetic of ephemerality becomes the civilizing counterpart of flexible accumulation, and the work of imagination is to link the ephemerality of goods with the pleasures of senses. Consumption thus becomes the key link between nostalgia for capitalism and capitalist nostalgia. Y ella sonríe, y vuelca su atención devuelta a su trabajo, y yo a esta pequeña computadora, donde ella de seguro piensa que escribo un tratado de la época áurea, con ese tipo de palabras que se utilizan en la academia, palabras grandes y pesadas pero vacías del peso que tienen cosas como recuerdo, o cariño.
Me equivoco: es totalmente distinto. Totally different. En aquél entonces no hubiese podido decir, you’re magic, girl, o algo por el estilo. Quizás no lo hubiese podido decir mañana, o la semana que viene, pero esto es cuestión de ahora, de esta intensa presentitud que siento—tal vez en el momento ficticio del ahora ficticio—al mirarte observando el monitor de tu laptop mientras juegas con la hiedra plateada que hace de collar a tu cuello. Ya no comenzaría la chica inteligente es demasiado bella, quizás saldría algo como the smart girl is the stuff of dreams, o the smarl girl makes me question the very essence of human relations, pero uno nunca sabe.
domingo, mayo 02, 2010
otra vez la chica inteligente, pero con la posibilidá de poliglosia
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
anda pal carajo! en esas. lo único bueno de escribr desde adentro, es que siempre vale la pena. no se pierde. en la escritura, a veces, nos parecemos más a nosotros. a los que fuimos y somos. la reunión de los yos.
cursi cursi, del bueno.
Me encanta.
Very good indeed.
Very good indeed.
Publicar un comentario