martes, octubre 31, 2017

los cómplices, una columna

Photo: Joe Raedle, Getty Images)


Los cómplices

He dejado de hablar de María. He comenzado a responder las preguntas de algunos vecinos y colegas acá en el midwest estadounidense con generalizaciones, muecas, o tirando de los hombros.
Mi diminuta moratoria se debe a que, con la visita de Trump a la isla y su cobertura, y tras un primer empujón de solidaridad y neta curiosidad, noté un cambio en el interés de muchos de mis interlocutores.
Por entonces, cuando me preguntaban acerca de la situación, les contaba de la familia y, luego, me daba a una diatriba sobre el colapso del gobierno local, su irresponsable falta de preparación, las asfixiantes leyes de cabotaje, el terrible y pre-existente estado de la infraestructura eléctrica isleña, los cuestionables contratos millonarios que ya se anunciaban para su habilitación, etcétera.
Sin embargo, tras la llegada del presidente, las conversaciones sobre la isla se dirigían a las brevísimas horas que pasó el individuo en el Caribe, a su actuación allí, a su más reciente twit, comentario, opinión, o perreta. De golpe, la situación de la isla se reducía a lo que ya es una obsesiva fijación: era Trump el principio y final de la crisis económica, social, y política que fue y sigue siendo María en Puerto Rico. Era Trump el único que podría traer una solución. Y era Trump el mayor obstáculo a la reconstrucción del país.
Confieso que si al principio intenté matizar la situación un poco, trayendo a colación los grupos de la sociedad civil que han hecho el país vivible, o las ineptitudes del gobierno local, muy pronto me rendí ante lo que se hizo evidente. Me harté de que la crítica al ejecutivo estadounidense, que si lograba implicar al gobierno federal y su deficiente respuesta al huracán, borrara por completo la complicidad, ya centenaria, de un gobierno local defectuoso y corrupto. Intenté interrumpir, aclarar. “Sí, pero no”, me decían; “Trump, Trump, Trump”.
Fue entonces cuando decidí dejar de hablar de María, hacer una mueca, tirar de los hombros. Por lo menos donan dinero, me dije.