Así, como un mandato. Los teleprompters dicen ‘se acabó el verano’, y al día siguiente, esto (el cielo hecho ceniza y esta lluvia fría).
Bienvenido al otoño, me dice una amiga en un mensaje de texto. Se le olvida que llegué hace ya un año, que ya un año atrás me tropecé con eso a lo que le llaman temporadas. De todos modos, abrí las ventanas, la puerta de al frente (por fin tengo una puerta roja), apagué el acondicionador de aire, y salí al balcón. La piel se me apretó. Tenía frío.
Volví a la casa, ahogada en esa tierna lobreguez de día lluvioso.
Bienvenido al otoño, me repetí.