lunes, diciembre 12, 2011

de los límites del discurso amoroso, dice chávez castañeda


Justo esto era lo que sufría Joaquín cuando se separaban y Jana volvía a su estudio. Sufría la decepción lingüística. Se sentía miserable cuando las palabras que le había dicho a Jana hace unos instantes, creyéndose auténtico, sincero, ¡siéndolo!, se la repetían en los audífonos otras voces, y ni podía dejar de notarlas afectadas, tontas, vacías. El amor tenía un espacio lingüístico trenzado con códigos que sonaban vulgares, ridículos, despreciables o con códigos donde lo sublime y lo inefable aparecían como algo artificial, hueco, una pura espuma empalagosa. Joaquín escuchaba en las cintas los tartamudeos, las repeticiones, las equivocaciones, los balbuceos de esos discursos que se movían desesperados de uno a otro código, desacelerándose o, a veces, de plano hundiéndose en el silencio. Esta imposibilidad de acceder a las palabras adecuadas tendría que haber repercutido en esas parejas invisibles. Podía intuirse en el rumoroso “te amo”, dicho sin euforia ni afirmación, más bien avergonzado, con la lengua cansada por no poder decir nada mejor que eso. “Yo también”, se dejaba oír desfallecida la otra voz, y luego se besaban, eso resolvía Joaquín, lo dictaba él, se están besando, sí, ojalá.
Joaquín venía de amarse con Jana todavía sintiéndose especial y por eso resolviendo que esa vez lograría ponerlo en papel. Luego todo se venía abajo. Casi podía predecir las conversaciones de los amantes con sólo atender las primeras frases y casi podía ver también a esos amantes siendo atrapados por muros de palabras, muros porosos que se desmenuzaban por el abuso y que se les venían encima cuando ellos pretendían ir más allá.  
 Georgia de Ricardo Chávez Castañeda

1 comentario:

Anónimo dijo...

"I know that it's over, when we could simply say "I love you", now you open the door." Sibile Baier