El mito de la revolución [burguesa] es un cuento propio de la modernidad capitalista; sólo para esta modernidad el valor de uso, la forma natural del mundo, no es nada y, a la inversa, el valor económico, la cristalización de energía, de actividad, de sujetidad humana, lo es todo. Es un mito que se conecta sistemáticamente con la estructura del mundo moderno; sólo allí donde rige la economía mercantil de corte capitalista, es decir, centrada en torno a un sujeto absolutamente creador—el valor que crea ex nihilo más valor, el capital o dinero que se autoincrementa milagrosamente--, sólo allí aparece esta idea de que efectivamente el valor de uso, y con él las formas históricas concretas de la vida social que lo constituyen como tal, pueden ser algo subordinado a una sujetidad fundamental, la del Hombre abstracto que produce y reproduce el valor económico. Ser creador consiste en poner valor; todo lo demás es secundario. Las formas concretas del mundo de la vida pueden se sustituidas por réplicas casi perfectas de las naturales que tienen la ventaja de una disponibilidad y una docilidad sin límite ante la exigencias de la dinámica del valor. Sólo entonces, desde esta perspectiva totalmente obnubiladas del valor valorizándose, las formas de la socialidad se presentan como meros recubrimientos o disfraces folklóricos de las funciones elementales de gregarismo humano, y las formas de la socialidad pueden ser vistas como atributos que el Hombre moderno, en su autoidolatría narcisista, puede quitar y poner a su arbitrio. El mito de la revolución resulta del esfuerzo que hace la humanidad romántica para vivir la realidad capitalista de la modernidad; se formula a partir de una especial experiencia del mundo que lo percibe como un proceso, aún inacabado, de creación, de triunfo sobre la nada y que percibe al ser humano individual en un compromiso simbiótico y en empatía con ese proceso. En este sentido, el mito de la revolución puede extenderse hasta incluir todo tivo de actividad humana, incluso la de los capitalistas o personificaciones de la sujetidad del capital; el empresario puede ser visto como un aventurero, como un hombre que arriesga su vida en la consecuión de un fin altruista; como un héroe romántico que, por encima de la meta del enriquecimiento, persigue, incomprendido, el perfeccionamiento del conjunto de los valores de uso de la comunidad a la que pertenece y en consecuencia la felicidad e la misma (69-70).
Bolívar Echevarría, "Modernidad y revolución" en Valor de uso y utopía (1998)
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