domingo, julio 28, 2013

La dificil circunstancia política de la novela; dixit Godzich y Spadaccini.

Tacas de la marca parisina Michel Viven. 
In this respect, it must be noted how complex the position of the novel is: inconceivable without the kind of cultural fragmentation that occurs in this period, it is at once the most adequate expression of the ideological role of the state and its most obvious challenger. In fact, whereas the state can assert its hegemony over the realm of culture through gestures of exclusion from that realm of those elements it wishes to proscribe, the novel by including all the elements of official culture (both the elite and the mass) as well as the excluded elements of unofficial culture, almost by definition engages in the practices we have called popular. The state's claim to totalization proceeded on the basis of exclusion, whereas the novels relied upon inclusion, for unlike the state, the novel was not endangered by inner tensions and contradictions. Yet the search for a homogenizing style, which has dominated the subsequent history of the novel, shows that the novel itself was not immune to these factors and that as its practitioners came to identify themselves more with the goals of the ruling elites, the novel became increasingly part of the elite official culture and abandoned its popular grounds.  

Una vieja cita que me gusta, que tiene mi misma edad, y habla del "double-bind" de la cierto tipo de novela. Wlad Godzich and Nicholas Spadaccini. "Popular culture and Spanish Literary History" en el libro Literature among discourses: The Spanish Golden Age. U of Minessota P: Minneapolis, 1986.

la estética de schiller en un respiro

"The Death of Minnehaha" deWilliam de Leftwich Dodge

De Schiller heredamos una fábula estética, que se pasa por el agua de varias figuras claves en el pensamiento filosófico y artístico que no puedo citar de memoria. Esta semana me he comido una variedad de libros, unos más adobados que otros, todos alrededor de este tema, y no he tomado una nota. Así que aquí un resumen tergiversado, y un poco a la fuerza:  

Lo que hace humanos a los hombres y a las mujeres estriba en la relación balanceada entre la necesidad y la libertad. Para alcanzar este balance se hace urgente una educación libre y humanista que le enseñe al hombre y a la mujer a relacionarse con el mundo. Esta educación tiene que ser una educación estética, o sea, una educación que insista en los sentidos en tanto a que mediante estos, y su capacidad de percibir la belleza (que es libre), el hombre y la mujer se relacionan con el mundo. La educación estética del hombre y la mujer, en tanto individuos, abre la posibilidad de moverse hacia el colectivo, entendiendo por este la humanidad. 


La educación estética entonces hace posible la creación de la obra de arte mediante la imaginación, que es esa capacidad de relacionarse y participar del mundo más allá de la necesidad, que se adquiere mediante la educación estética. La creación de la obra de arte requiere un breve retiro del mundo (y su necesidad) para ser apreciada; apreciación que consecuentemente avanzará la educación del hombre y la mujer. Llamémosle a este retiro del mundo la autonomía estética; que es tanto la capacidad de ver y juzgar la obra separada del mundo, como la capacidad del hombre y la mujer de separarse del mundo para llevar a cabo este juicio estético. Al igual que la educación estética individual del hombre y la mujer da paso hacia la humanidad, la obra de arte tira hacia el colectivo. Este colectivo es la cultura; entendida como pluralidad compuesta de millares de obras singulares.


Entonces, la cultura, que es siempre original, implica las características individuales y singulares de cada hombre y cada mujer y cada obra de arte; características que al moverse al colectivo se transforman en las características de un grupo particular; o sea, las características de una cultura nacional. Lograr efectivamente el desarrollo y el progreso de la cultura nacional, es decir, de la estética, de la articulación entre todos los hombres y todas las mujeres y todas las obras de arte de x espacio abriría las puertas para alcanzar el estado estético; estado estético en tanto a la condición de cada hombre y cada mujer y cada obra de arte, al igual que estado estético en tanto a orden político. Estos dos estados, una vez logrado el proyecto implicado en la estética, son real y solamente un solo estado: ese de la comunidad orgánica. Este raciocinio schilleriano está más que presente en el mundo contemporáneo. A mi parecer, es la potencia que yace detrás de todo pensamiento sobre la cultura, de toda educación liberal y justificación del arte.


En fin, digo, la estética romántica me aburre bastante--tanto como la idea del poeta maldito, o del poeta disque gótico, con sobredosis de Pizarnik y Robi Draco Rosa. 


Todo eso dicho, ¡qué buen nombre era Sturm un Drang: tormenta e ímpetu! Casi sirve para vanguardia caribeña. 

lunes, julio 22, 2013

egipto, (o, la historia es sucio díficil) una columna

Acá cuelgo mi columna de este mes, que saldrá el miércoles, 24 de julio del 2013, titulada "Egipto". El link lo pondré cuando El Nuevo Día la publique.
La plaza de Tahrir en Cairo.

“La transición tambaleante a la democracia”, esa es la expresión que sigue resurgiendo en los medios con respecto a Egipto. “La transición interrumpida”, han dicho otros, al mismo tiempo que dan aire a proclamas que declaran el fin de las primaveras árabes, o su fracaso. Insisten en eso con algo de nostalgia, “las primaveras árabes”, como ese hijo al que dieron bautizo, esperanzados, pero que termina blasfemo y excomulgado. Ya se ha perdido interés en la situación: el pueblo (el demos de la cracia) eligió incorrectamente. Los mismos que cantaron las glorias de las redes sociales tiran los brazos al aire y dejan de prestar atención.

We said we wanted a revolution, didn’t we? Lo cantamos junto a los Beatles aquel enero del 2011 cuando pasó lo que pasó, pero entonces Morsi, y ahora esto, y nos vamos dando cuenta que el pop jamás pudo haber sido la música de fondo para cambio histórico alguno. Demasiado limpio, demasiado calculado, demasiado hecho para la transmisión mediática. ¿Será que el jazz? ¿O será que ninguna de las anteriores? ¿Será que la historia es una cosa escabrosa y larga que no da para coberturas de veinticuatro horas ni para la velocidad que exige la indignación del twit de 140 caracteres y del status de Facebook?  

¿Por qué ahora Egipto?, me podrían preguntar si van semanas desde que el ejército ejerció el ejercicio de remoción. Pero quizás no haya respuesta. Quizás habría que recurrir a la cita, a Palés Matos, y decir: “Ha surgido de pronto, inexplicablemente”. O, tal vez, a modo de respuesta, otra pregunta: ¿Por qué no la palabra Egipto? ¿Por qué no esa intempestividad que es precisamente el momento más contemporáneo de la historia? De hecho, si algo podemos aprender de Egipto en este preciso instante—y esta sí es una cuestión tempestiva—es que por más que queramos adaptar el mundo a este ritmo eficiente de lo virtual, fallaremos: la vida política de las multitudes aun insiste en correr entonando otros registros, otros ritmos aun demasiado materiales, aun demasiado alborotados: eso del cambio y de la historia es sucio difícil.