Acá cuelgo mi columna de este mes, que saldrá el miércoles, 24 de julio del 2013, titulada "Egipto". El link lo pondré cuando El Nuevo Día la publique.
La plaza de Tahrir en Cairo. |
“La transición
tambaleante a la democracia”, esa es la expresión que sigue resurgiendo en los
medios con respecto a Egipto. “La transición interrumpida”, han dicho otros, al
mismo tiempo que dan aire a proclamas que declaran el fin de las primaveras
árabes, o su fracaso. Insisten en eso con algo de nostalgia, “las primaveras
árabes”, como ese hijo al que dieron bautizo, esperanzados, pero que termina
blasfemo y excomulgado. Ya se ha perdido interés en la situación: el pueblo (el
demos de la cracia) eligió incorrectamente. Los mismos que cantaron las glorias
de las redes sociales tiran los brazos al aire y dejan de prestar atención.
We said we wanted a revolution, didn’t we? Lo cantamos junto a los Beatles aquel enero del
2011 cuando pasó lo que pasó, pero entonces Morsi, y ahora esto, y nos vamos
dando cuenta que el pop jamás pudo haber sido la música de fondo para cambio
histórico alguno. Demasiado limpio, demasiado calculado, demasiado hecho para
la transmisión mediática. ¿Será que el jazz? ¿O será que ninguna de las
anteriores? ¿Será que la historia es una cosa escabrosa y larga que no da para
coberturas de veinticuatro horas ni para la velocidad que exige la indignación
del twit de 140 caracteres y del status de Facebook?
¿Por qué ahora
Egipto?, me podrían preguntar si van semanas desde que el ejército ejerció el
ejercicio de remoción. Pero quizás no haya respuesta. Quizás habría que
recurrir a la cita, a Palés Matos, y decir: “Ha surgido de pronto,
inexplicablemente”. O, tal vez, a modo de respuesta, otra pregunta: ¿Por qué no
la palabra Egipto? ¿Por qué no esa intempestividad que es precisamente el
momento más contemporáneo de la historia? De hecho, si algo podemos aprender de
Egipto en este preciso instante—y esta sí es una cuestión tempestiva—es que por
más que queramos adaptar el mundo a este ritmo eficiente de lo virtual, fallaremos:
la vida política de las multitudes aun insiste en correr entonando otros
registros, otros ritmos aun demasiado materiales, aun demasiado alborotados:
eso del cambio y de la historia es sucio difícil.
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