Acá cuelgo mi columna de este mes, que saldrá el martes, 20 de agosto del 2013, titulada "Esquela". El link aquí.
No es la foto en cuestión, pero es una relacionada. |
Lo había olvidado por completo cuando Facebook me avisó que un amigo en común le dio "Like" a una vieja foto. En la imagen, un grupo de personas algo borrosas posaban en un prom. Inmediatamente la reconocí a ella, en aquel traje rosado, y luego a mí, imberbe, teniéndola de la mano. Pasé a su perfil. No habíamos hablado por más de cinco años, desde una llamada telefónica de cumpleaños que me hizo de la nada.
En aquella ocasión, no reconocí su voz a través del celular. Quiso que adivinara, pensando que me sería fácil. Tras varios intentos fallidos, se rindió y se identificó, decepcionada. Le di gracias por las felicitaciones y hubo un largo silencio. Inventé alguna excusa y colgué, incómodo. Esporádicamente, me apareció en el "news feed", mezclándose con las hordas de anónimos conocidos de mis redes sociales. Ni una vez presioné su nombre, o le desee felices cumpleaños, como ordenaba el algoritmo de la urbanidad.
Mirando su perfil me percaté que hacía tiempo no colgaba nada en su muro. Tan pronto se me ocurrió el pensamiento y vi el primero de muchos comentarios, me regañé por el descuido. Meses atrás, me habían dado la noticia, pero creo que no fue hasta entonces que sentí el golpe del luto. Repasé la decena de pésames que adornaban su Facebook: largos mensajes de amigos y conocidos expresando su sorpresa o dolor, o la falta que les hacía y les seguiría haciendo; ella, con quien compartí iniciales, y quien jamás presenciaría sus veinticinco.
Por un momento me molesté que el perfil siguiera activo, pero de inmediato me retracté, sin saber realmente qué sentir. Miré sus fotos viejas, intentando procesarlo, pero no pude: allí estaba ella, a todas luces tan (in)material como lo había estado, para mí, por años.
Ante aquella página que de repente se hacía esquela, se me ocurrió que quizás ahora experimentaríamos así algunas pérdidas: crecientes listas de nombres virtuales que poco a poco van abandonando la dura costura de la carne; una serie de muertes sencillas, injustas y eternas que, por virtud electrónica, siguen sonriéndonos, engañándonos, hiriéndonos con la ilusión de su constancia.