miércoles, febrero 28, 2018

la vida de la persona que escribe, cuando escribe, según roth, es darle vuelta a las oraciones. de aquí para allá y de allá para acá.

“I turn sentences around. That’s my life. I write a sentence and then I turn it around. Then I look at it and I turn it around again. Then I have lunch. Then I come back in and write another sentence. Then I have tea and turn the new sentence around. Then I read the two sentences over and turn them both around. Then I lie down on my sofa and think. Then I get up and throw them out and start from the beginning. And if I knock off from this routine for as long as a day, I’m frantic with boredom and a sense of waste.”

dice E.I Lonoff al joven Zuckerman en The Ghost Writer, segundo libro de Roth al que le metí en este 2018. 

 

martes, febrero 27, 2018

¿es esto el producto de la escritura?, pregunta un alterego de phillip roth en su juventud


"All this sentiment. He wondered if it was only to compensate for the damage that he was reputed to have done her with the portrait of the mother in [his novel] Carnovsky, if that was the origin of these tender memories softening him up while he watered her plants. He wondered if watering the plants wasn’t itself willled, artificial, a bit of heart pleasing Broadway business as contrived as his crying over her favorite kitsch show tune. Is this what writing has done? All that self-conscious self-mining—and now I can’t even be allowed to take purely the shock of my own mother’s death? Not even when I’m in tears am I sure what gives”. 
dice Phillip Roth en The Anatomy Lesson. 

martes, febrero 06, 2018

bogotá39-2017, una columna

Escribí unas 330 palabras pa mi columna mensual, más afectadas de lo que me habría gustado, sobre la semana pasada en el Hay Festival-Cartagena y el Bogotá39-2017.
Acá unos veintitantos de los 39. La foto es de Daniel Ferreira, uno del grupo.

#Bogotá39

A veces las formas que tenemos de hacer el tiempo legible nos fallan. De golpe miras el calendario y ese día intenso y alegre que recién viviste realmente fueron seis. Te descubres en ese momento incapaz de procesar lo vivido, de decir qué aprendiste, si algo. Para asirlo, lo que queda es alternar al registro periodístico, sacudir lo inenarrable. De modo que te ves obligado a decir, tanto a los demás como a ti mismo, que el miércoles pasado culminó, en Cartagena y Bogotá, un encuentro asociado al Hay Festival llamado Bogotá39, en el que participaste por casi una semana.
El evento partía de una lista del mismo nombre, curada por Carmen Boullosa, Leila Guerrero y Darío Jaramillo, que ofrecía un panorama de escritores prometedores latinoamericanos menores de 40. Era la segunda edición de una del 2007, en la que Yolanda Arroyo representó la isla. En el marco del Festival, se dieron charlas que partían de la literatura para hablar del desplazamiento, de lo político, del activismo, de la desigualdad de género, la creatividad, etcétera, aunque siempre se regresó a aquello por lo que estaban allí, los libros…
Y ya. Me disculpo. Apenas puedo añadir mucho más que eso. Siento que le hago una injusticia al evento. Culpo a la persona que decidió meternos en un hotel, hacernos convivir como si de un experimento social se tratase. Confieso que no sé qué pasó allí que fuera memorable para un público lector y que me siento como parte de un culto, testigo deficiente, pero creyente al fin, de un pequeñísimo milagro.
Si algo puedo decir aquí con certeza, es que, durante el Bogotá39, aquel largo día que realmente fueron seis, se vivió, entre una treintena de desconocidos, un extrañísimo momento de sincronía, un momento a partir del cual se suspendió lo cotidiano y, como si en un vacío, lo literario fue suficiente para entablar complicidades.
Supongo que sí aprendí algo; que la literatura también es eso: el imprevisible misterio de coincidir con extraños.

domingo, febrero 04, 2018

imagínate, mi columna del mes pasado

Se me olvidó colgar mi columna del mes pasado, que salió el 2 de enero del 2018. La verdad que últimamente he estado esporádico, pero espero corregir eso en el 2018. A ver si encuentro de qué escribir.




Imagínate

Imagínate juntar a los tuyos y darte a la fuga. Dejarlo todo atrás y seguir la vida en otro lugar. Digamos que ya estás harta del status quo, que ya criticaste y participaste de todas las protestas en las que podías participar, y que simplemente te cansaste lo suficiente.
Olvida los detalles. Pichéale a las deudas que se acumulan, al pagaré del auto en el que escaparás. Ignora todo los peros que te surjen de repente, y entregate a la imaginación: ¿con quién y a dónde?
¿Te gustaría echarlo todo al baúl y salir todos en caravana hacia el interior, hacia el monte, manejar sin destino jalda arriba por esa oscura carretera que pasas siempre la única vez en el año que vas a visitar a tu suegra, o a tu abuela allá en el campo? ¿Querrías, por pura suerte, dar con un lote vacío, con un patio edénico, repleto de frutas y verduras y gallinas para el friasé, una casa ya lista, y lo necesario para bregar? Imagínate que se les dá, y que todos a los que invitaste se apuntaron, y que están felices y dispuestos, ¿qué forma le darías a ese nuevo mundo entonces? ¿Sería igual que este?
Si lo del regreso a la naturaleza no es lo tuyo, imagínate que frotas una botella accidentalmente, y un genio te dice que tú y los tuyos se pueden ir al lugar que tú quieras y que ese país los acogerá, les dará todo y ayudará a materializar tu visión, ¿a dónde irías? ¿cómo vivirías?
O, mi querida Bartleby, si prefieres no hacerlo, imagínate que te quedas tal y como estás, y que no cambiará mucho en tu vida, que quizás tendrás un momento feliz aquí, uno tristón allá, pero que mes tras mes, armarás resoluciones de año nuevo que no podrás satisfacer por completo, y que mañana tras mañana despertarás justo ahí, en ese mismísimo lugar, hasta el día que ya no.
Lo que importa es que imagines.

viernes, febrero 02, 2018

La primera persona es un tipo que arremete contra todo, decía Barry Hannah en una entrevista


Una vez, cuando viví en el Sur de los EEUU, una muchacha, que luego sería escritora, me invitó a salir. Originalmente íbamos a un bar, pero de repente me llamó para cancelar esa cita original. Había muerto su maestro, y me dijo que si quería, la podía acompañar al funeral de su maestro/escritor, el escritor sureño Barry Hannah. No fui porque no tenía ropa negra y porque, a decir la verdad, me intimidó más que un poco.  El fin de semana en cuestión, saqué los libros de Hannah de la biblioteca y leí “Ray” y  “Yonder”. Quedé loco con él y me arrepentí de no poder decir que fui al entierro de un gran escritor, aunque—y esto es lo raro—si hubiera ido, jamás lo hubiera leído. 

Acá cuelgo unos fragmentos de su entrevista de The Paris Review, la cual me hizo acordarme de él. [y acá un link al pdf de la entrevista].


INTERVIEWER
What was wrong with the third-person voice?

HANNAH
In my case, a third person just led to too much wisdom I hadn't earned. And I like the first person—just a guy blasting through with the little he knows.

INTERVIEWER
So switching to third person is a rite of passage?

HANNAH
Third-person singular, past tense, is most natural and inevitable, I guess. But you'd best beware the monotone in it and the temptations toward false wisdom, cleverness. First person is where you can be more interesting as a fool, and I find this often leads to the more delightful expedition. You don't have to be much but a stumbling fool. The wisdom there is more precious than in the sage overview, which in many writers makes me nearly puke. I'm also wary of the glibness that third person invites.


HANNAH
I don't think many of us can tell whole tales until we're older. Usually we don't have enough time, and our lives are fairly chopped up. Causality and plot have not revealed themselves yet. Time is what makes good stories. Much has been cooking for a long time, and at last finds an out in narration one day. That's a supreme joy. And why the characters keep showing up.