jueves, abril 25, 2019

reseña de preciosos perdedores, por Mónica Lladó Ortega


Dice Mónica Lladó Ortega sobre Preciosos Perdedores: 
El nuevo libro de relatos de Sergio Gutiérrez Negrón, Preciosos perdedores (2019, Alayubia), una vez más confirma la extraordinaria capacidad narrativa de este joven escritor puertorriqueño. En estas siete narraciones hallamos vestigios de sus novelas. Por ejemplo, las termitas de Dicen que los dormidos (2013, ICP) retornan por un instante en “De paso” y la protagonista de este cuento y de “Lo bailado” recuerdan a Alicia de Palacio(2011, AC) y su afán de huir de su propia vida. 
Se trata de relatos que exploran las pérdidas, pérdida de amor, de fe, de valor. En la mayoría de los casos estas pérdidas surgen como consecuencia del fracaso de la búsqueda por la libertad individual, explorada como intento de ruptura con las convenciones sociales y con las relaciones filiales y afectivas quebradas. Sobresale la ansiedad como factor que impulsa a muchos de estos personajes tan humanos hacia las derrotas cotidianas que rayan en lo patético. 
Hay varios personajes mujeres anticonvencionales, me refiero a mujeres que abandonan a sus hijos, a sus parejas, mujeres que se liberan de toda atadura para llevar una vida nomádica y desarraigada. Estos personajes paradójicos que lo mismo atraen que repulsan, por un lado, encarnan la búsqueda de la libertad, las rupturas con las expectativas sociales de la mujer (madre, esposa, ama de casa), y por el otro, representan la crueldad del individualismo, donde solo se busca la satisfacción individual y se abandona toda noción comunitaria y social de la existencia. Por ello, dejan un sabor dulce amargo en el contexto de un país machista y patriarcal, donde abundan las madres solteras, donde la violencia de género se dispara y demasiadas veces queda impune. La pérdida en estos relatos es siempre búsqueda, que a veces se manifiesta como pausa, inacción, inercia, y otras tantas como movimiento, incluso baile, un avanzar incesante sin rumbo cierto.
En el libro pulsa un Puerto Rico derrotado, las alusiones a Caguas, pueblo de origen del autor, referencias a canciones populares y lugares urbanos comunes, le inscriben un aire de cotidianidad que enraízan las narraciones a una exploración implícita de los males de la colonia y sus nefastos efectos en los sujetos. En particular, los relatos “La bomba” y “Gente que va sola a la playa” tocan la llaga de la desigualdad social, del fracaso del movimiento nacionalista y las diferencias de clase. En el relato que cierra la serie, “Gente que va sola a la playa”, incluso se explora la pérdida provocada por el paso del huracán María y trae el tema de la raza y cómo de “tener un cuerpo distinto” las cosas habrían sido de otro modo (88) y donde se afirma que “toda persona es Sísifo y la piedra es su cuerpo” (90). El cuento “Los ruidos” tiene un leve eco del cuento “La casa tomada” de Julio Cortázar, donde unos hermanos conviven en una casa, y en este caso, los ruidos que invaden la misma tienen múltiples orígenes, incluso ellos mismos producen muchos de los sonidos que les incomodan mutuamente. Cuando en crescendo invaden los ruidos provocados por un ladrón, sobresale la falta de valor para enfrentarse al invasor.
Por otra parte, los finales inconclusos de la mayoría de estos relatos abren el cierre a la imaginación del lector, lo cual provoca un sentido de solidaridad con los personajes al experimentar con ellos la pérdida y contribuye a fortalecer su impacto narrativo. Sin lugar a duda, todo ser humano ha fracasado en algo o ha sido víctima de alguna decepción, de modo que, al leer estos cuentos es inevitable reírse un poco, al vernos reflejados, de algún modo, en lo narrado. Al completar la lectura quedamos entretenidos y conmovidos, y deseosos de leer más. 

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