miércoles, julio 23, 2008

verano, 16: listado

1.
La increíble necesidad de ser autosuficiente se ve como lo que es—un inevitable y primal grito infantil—cuando te descubres solo en una nueva habitación demasiado pequeña, demasiado desnuda de las marcas que transforman a objeto equis en propiedad privada, bebiendo un poco del galón de agua que compraste en Walgreens de un vaso de plástico—que por su parte le pediste a Rubén veinte minutos antes, frente a una barra bastante concurrida, porque olvidaste traer envases, platos, y utensilios para comer.
2.
El ominoso no-saber-qué-esperar de las muchas primera vez.
3.
—¿Aquí es que vives?—la pregunta, y luego la mirada decepcionada que percibes a pesar de que nunca se originó; que percibes y permites que se filtre por los poros de tu rostro y que se acumula en el lado escondido de tus ojos como lágrimas de bochorno que exigen salida.
—Lo sé, lo sé—comienzas y quieres apretar la garganta, imposibilitar la salida de esos verbos que sabes que vienen, esos verbos que habías silenciado hasta el momento pero que le dan la razón, que materializan las dudas que hasta el momento jugaban a polizontes a bordo de trasatlántico.
4.
Escuchas algo y rápido te pones atento. Enciendes la luz del cuarto y esperas porque se repita. No te das cuenta que tu mano ha apretado el celular y que tu dedo pulgar está listo para presionar el número de Norma, para aceptar que tienes miedo, que temes que algo suceda. Mas, al repetirse, descubres que es sólo el abanico que hace que una bolsa de plástico—dónde traías el galón de agua marca Walgreens—corra y revolotee por el cuarto, como un niño que celebra su segundo cumpleaños en una casa de brincos.
5.
Los llantos de las mujeres en pena que no quieres aceptar, que te impiden cruzar la frontera entre el imperialista desvelo y el tercermundista ensueño. Los llantos de las mujeres que te hacen pensar en lo difícil que son algunas cosas, en las querencias y carencias, carnales y metafísicas. Los llantos de las mujeres que—si estuvieras despierto sería obvio— claramente son los noctámbulos maullares de la luna de gatos que habita en la hojarasca del patio.
6.
Te lavas la cara con el jabón de Neutrogena que te compraste, porque tienes la cara reseca, y te miras—sin espejuelos, y con la lavaza en la barba—en el espejo y escuchas al silencio retumbar, al silencio hacer hincapié de que estás solo, de que por fin te has alejado y que estás solo.
7.
¿Qué almorzarás, ya que no tienes muchos chavos, ah?
Lo que trajiste fue arroz, maíz.
Recuerdas la arrocera, que tienes que fregar.
Recuerdas los hotdogs que lanzaste al freezer.
No te preocupes, algo se te ocurrirá.
8.
Te permites la libertad de caer en el colchón. De poner el abanico a la velocidad que quieras, de acomodar el libro rojo que estás leyendo a tu derecha, para leer cuando te levantes, sin la preocupación de que alguien lo mueva, por curiosidad. Miras una vez más el cuarto. Te dices que es un cuarto feo. Te dices que si la gente lo ve, vería un chinchorro, un cuarto de mal prostíbulo. Te dices que hay mucho que hacer. Que habrá que arreglarlo, que meterle mano, que hacerlo tuyo. Sólo entonces, comienzas a ver como esas aves de plumas technicolor cruzan la risible frontera quimérica y sueltan, a tus pies, las pajas, las pequeñas ramas, las hojas resecas y, al final, un pequeño libro encuadernado en carpeta dura, de matices anaranjados oscuros.
Lees la portada: Instrucciones de Cómo Ensamblar un Nido.

martes, julio 22, 2008

verano, 15: base terráquea

1.
Base Terráquea a Mayor Tomás, Base terráquea a Mayor Tomás:
Tómate tus pastillas de proteínas y ponte el casco
Base Terráquea a Mayor Tomás: Las turbinas están encendidas. Comenzamos conteo regresivo. Verifica el ignition y que el amor de Dios esté contigo.

Aquí base Terráquea a Mayor Tomás: Eso es, lo has logrado. Y los periódicos quieren saber cuál camisa usarás, de qué diseñador. Es hora de salir de la cápsula, Tomás, si te atreves.
Aquí Mayor Tomás a Base Terráquea: Estoy cruzando la puerta. Y estoy flotando de la forma más peculiar. Y las estrellas se ven demasiado diferente hoy.

Aquí estoy, sentado en una lata de aluminio, demasiado lejos del mundo. El Planeta Tierra es azul y no hay nada que yo pueda hacer al respecto.
A pesar de que he pasado unas cien mil millas, me siento demasiado quieto. Y creo que mi nave espacial hacia dónde dirigirse. Díganle a mi esposa que la amo, aunque ella lo sabe.

Base Terráquea a Mayor Tomás, Base terráquea a Mayor Tomás:
Tus circuitos se han jodido, algo anda mal.
¿Nos puedes escuchar, Mayor Tomás?
¿Nos puedes escuchar, Tomás?
¿Nos puedes escuchar…? ¿Nos puedes…?

Aquí estoy, sentado en una lata de aluminio, por encima de la luna. El Planeta Tierra es azul… y no hay nada que yo pueda hacer al respecto.

2.
La maldita novela está casi ahí. Me siento mal maldiciéndola. Pero está casi ahí. Lo que me falta es editar/re-escribir los últimos…ermm….diez capítulos. Son sólo unas 6mil palabras. Si sólo pudiera obligar a sentarme unas doce veces más. He notado que cada vez que me estiro sobre el teclado edito/re-escribo unas quinientas palabras. Entonces, la máquina se me encaja. El problema es que hay mil cosas que me distraen. Cualquier cosa lo hace. Pongo música para escribir. Hoy le tocó a los irlandeses. A Damien Rice y al soundtrack de la película Once, que es Glen Hansard y Marqueta Inglova. Me ayudan a escribir. Estoy en una parte que es medio… angsty , como Damien, como Once. Y de la nada, se mete Bowie, se mete Bowie y su Major Tom y me rompen la vibra.
Mal, mal, mal.
Ya veo porque nunca edité las otras. Aunque las otras, más que editar, necesitarían una cirugía plástica intensiva.
Pero esta no es ni una novela-novela. Es más un short-novel. Una novella de 25mil palabras.
Y no quiero ni ponerme a pensar en título.
Soy tan fuckin’ malo con títulos.

jueves, julio 03, 2008

verano, 14.5: dijiste que

Dijiste que ibas a estar allí, y pensé que me decías la verdad; así que me acomodé sobre el peñón agrietado y te esperé, toda la noche.

verano, 14: grietas en el cascarón

1.
No puedo dormir.
Mi cabeza está como un estómago lleno de gas—una imagen que jamás debí haber aderezado en primer lugar.
Sigo pensando en un libro pequeño. Un cuadrado negro, del tamaño de un cuarto de una hoja ocho por once, con un título escrito en letras rojas, pequeño, en el mismísimo centro. El nombre del autor está abajo, pegado al borde. Si el título—sea cual sea—está en un Arial tamaño 11, el nombre de su creador debe acercarse a los ocho puntos. Sí, así de diminuto.
No es el libro, per se, lo que me quita el sueño. Sino las posibilidades de este. No sé, no creo que sea mío, pero estoy casi seguro que un libro así se sentiría perfecto en las manos—del público y del autor, al mismo tiempo. Sería excelente. Si sólo pudiera conseguirlo. Aunque fuese sólo por un ratito.
Los planes. O la falta de planes. Quizás, pudiese ser, la intangibilidad de los planes. Eso es lo que está dentro del libro, o fuera, o en la mente del que lo lee, o tal vez es eso lo que no me deja dormir, y el libro no tiene absolutamente nada que ver con ello. Meramente podrían ser dos estrellas binarias, dándose vueltas, atadas por coordenadas físicas que jamás descubriré—el libro y la posibilidad de que sean los planes los que no me dejan dormir. Porque sean dos, no quiere decir que tengo que prestarle la misma taza de atención a ambas. Sólo tengo que estar consciente de su dualidad, ¿no? ¿De que una tiene efectos en la otra—que es más importante, que posee el sistema solar que me importa?
Odio cuando pasa esto.
Cuando no puedo dormir, digo.
Uno nunca encuentra la causa. Se la atribuye a tantas cosas. Traza tantas rutas de acción, analiza tantas posibilidades, y cuando uno por fin piensa que encontró la raison ‘detre del insomnio ya es demasiado tarde, porque el sueño pesa demasiado y los párpados sólo pueden ceder.
2.
Mi tortuga intenta escapar de la palangana donde la tengo. Se estira, se estira con tantas ganas, como si estuviese segura de que su destino es escapar, es explorar el mundo fuera de ese envase de plástico trasparentoso. Poco sabe que, si pudiera escapar, caería. Caería lo que para ella sería una eternidad—está encima de un librero de tamaño medio—sólo para azotar con un piso duro, igual de frío.
3.
Una muchacha se cambia el status en Facebook. Escribe: Fulana de Tal está revisando el cascarón en busca de grietas. Y esa sí es la imagen perfecta para lo que estoy haciendo.
4.
A veces sucede que el libro negro—por más que queramos lo contrario—ya ha sido escrito por otra persona.