jueves, julio 03, 2008

verano, 14: grietas en el cascarón

1.
No puedo dormir.
Mi cabeza está como un estómago lleno de gas—una imagen que jamás debí haber aderezado en primer lugar.
Sigo pensando en un libro pequeño. Un cuadrado negro, del tamaño de un cuarto de una hoja ocho por once, con un título escrito en letras rojas, pequeño, en el mismísimo centro. El nombre del autor está abajo, pegado al borde. Si el título—sea cual sea—está en un Arial tamaño 11, el nombre de su creador debe acercarse a los ocho puntos. Sí, así de diminuto.
No es el libro, per se, lo que me quita el sueño. Sino las posibilidades de este. No sé, no creo que sea mío, pero estoy casi seguro que un libro así se sentiría perfecto en las manos—del público y del autor, al mismo tiempo. Sería excelente. Si sólo pudiera conseguirlo. Aunque fuese sólo por un ratito.
Los planes. O la falta de planes. Quizás, pudiese ser, la intangibilidad de los planes. Eso es lo que está dentro del libro, o fuera, o en la mente del que lo lee, o tal vez es eso lo que no me deja dormir, y el libro no tiene absolutamente nada que ver con ello. Meramente podrían ser dos estrellas binarias, dándose vueltas, atadas por coordenadas físicas que jamás descubriré—el libro y la posibilidad de que sean los planes los que no me dejan dormir. Porque sean dos, no quiere decir que tengo que prestarle la misma taza de atención a ambas. Sólo tengo que estar consciente de su dualidad, ¿no? ¿De que una tiene efectos en la otra—que es más importante, que posee el sistema solar que me importa?
Odio cuando pasa esto.
Cuando no puedo dormir, digo.
Uno nunca encuentra la causa. Se la atribuye a tantas cosas. Traza tantas rutas de acción, analiza tantas posibilidades, y cuando uno por fin piensa que encontró la raison ‘detre del insomnio ya es demasiado tarde, porque el sueño pesa demasiado y los párpados sólo pueden ceder.
2.
Mi tortuga intenta escapar de la palangana donde la tengo. Se estira, se estira con tantas ganas, como si estuviese segura de que su destino es escapar, es explorar el mundo fuera de ese envase de plástico trasparentoso. Poco sabe que, si pudiera escapar, caería. Caería lo que para ella sería una eternidad—está encima de un librero de tamaño medio—sólo para azotar con un piso duro, igual de frío.
3.
Una muchacha se cambia el status en Facebook. Escribe: Fulana de Tal está revisando el cascarón en busca de grietas. Y esa sí es la imagen perfecta para lo que estoy haciendo.
4.
A veces sucede que el libro negro—por más que queramos lo contrario—ya ha sido escrito por otra persona.

1 comentario:

Mariana dijo...

¿Tu tortuga aún vive? Guao. Yo pensé que eras un mal padre, abandonándola en Caguas... mira pa' llá.