Cecilia intentó acelerar una vez más, pero lo único que logró fue profundizar en la nieve los dos huecos que habían formado los neumáticos. Se bajó y caminó por el costado del automóvil, intentando pensar cómo escapar aquel aprieto, sin tener que llamar al programa de asistencia en la carretera para tal nimiedad. Michael la observaba desde su auto, al otro extremo del estacionamiento. Sin considerarlo demasiado, dio unos pasos hacia ella, pero se detuvo. Esperó un minuto; estudiando cómo Cecilia trotaba de lado a lado, cómo se susurraba cosas a si misma, cómo se le iba pintando la trenza oscura que tenía apretada al cráneo color blanco nieve. Ojeó los interiores del restaurante, a ver si algún empleado ofrecía su ayuda antes de que él tuviera que hacerlo, pero al percatarse que no había nadie allí, se ofreció.
“Should I help you?” le preguntó desde donde estaba, esperando su consentimiento para acercarse. No quería incomodarla. Tras un breve silencio, volvió a repetir la pregunta, esta vez alzando un poco más la voz.
La mirada de Cecilia rebotó de la figura de Michael al carro, y luego de vuelta a él. Lo consideró por un momento, y asintió.
“Please do” masculló ella, demasiado bajo para que la escuchara.
Michael la alcanzó, le ofreció media sonrisa, y le dio una vuelta al auto. Decidiéndose cómo actuar.
“Try it again”, le recomendó, colocándose detrás del auto, para empujar. Plantó los pies en el suelo, asegurándose tener una pisada fuerte y se preparó para empujar. “Inténtalo”, gritó.
Cecilia encendió el carro y pisó el pedal. Dos gruesas tiras de nieve sucia volaron por sobre Michael, el auto pareció moverse un poco, pero no lo suficiente para salir. Michael miró a través del vidrio trasero hacia el interior del auto, y se tropezó con los ojos verdes de Cecilia en el retrovisor, observándolo. No quería ser él el primero en cambiar la mirada, pero se le fue filtrando y erizando la piel, hasta que no pudo soportar la incomodidad, y viró el rostro.
“Do we give it another try?” preguntó ella, asomándose por la puerta abierta. Su voz sonaba un poco más animada que antes. Él sonrió y columpió su cuello, indicándole que empujaría nuevamente. La pregunta hizo que algo se le torciera en el estómago. Tragó fuerte, buscó una pisada fuerte, colocó ambas manos enguantadas en el baúl del auto, y, para no tener que mirarle lo verde de los ojos una vez más, cerró los suyos.
“Step on it”, le dijo, y cuando escuchó el rugir del motor, empujó, empujó fuerte, empujó duro, empujó más de lo que había empujado en su vida, porque tenía que mostrarle que estaba equivocada, que sí podía contar con él, que podía hacerlo incluso en ese momento, en el que él sabía que no la volvería a ver. El auto tambaleó un momento, resbaló en el cemento mojado, pero eventualmente, y con un último empujón, salió del aprieto. Michael mantuvo los ojos cerrados hasta que estuvo seguro que ella había abandonado el estacionamiento, hasta que estuvo seguro que estaba hecho, que no hacía más sentido remendar lo quebrado. Caminó hasta su auto, al otro extremo del lote. Se quitó los guantes y se recostó del frío metal. Buscó en los bolsillos de su chaqueta por una cajetilla de cigarrillos. De sólo tenerla en la mano, supo que estaba vacía.
La nieve continuó cayendo; rellenando, de poquito en poquito, las huellas que había dejado Cecilia.
lunes, mayo 11, 2009
car trouble, un cuento
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1 comentario:
siempre me pregunté:¿porque los cuentos cortos son largos de olvidar? no es cuestión de espacio en la memoria :P...the troublemetro♥...determina cuanto...ya me ha pasado
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