martes, junio 01, 2010

perdidos, columna en el nuevo día.

Esta columna, Perdidos, fue mi primera colaboración con la sección de Buscapié de El Nuevo Día, que apareció el miércoles, 26 de mayo del 2010. La coloco aquí a manera de archivo, pero pueden leerla en la página del periódico, presionando aquí.

El domingo, con el final de Lost, aprendimos que muchas veces un reguero es un reguero, que años de preguntas no siempre culminan en revelaciones satisfactorias; que la isla es sólo la isla, cosas pasan porque sí, y que quien sea que teje el relato sólo intenta distraer a su audiencia con medicinas fugaces para malestares que nunca tuvimos. Quizás aceptarlo sea el primer paso de algún proceso de recuperación. Un primer paso difícil de tomar, porque siempre parece estar un poco más allá. Lo suficientemente más allá para hacernos olvidar que es necesario tomarlo, para que nos permitamos un placentero segundo en el que entretenemos la posibilidad de que sí hubo un plan maestro, un patrón secreto que nos ha eludido.

Digámoslo en voz alta: un reguero es un reguero, no hay hondas conspiraciones, ni maquiavélicos jugadores, tampoco respuestas. Sólo placeres momentáneos y una sarta de significantes huecos.

Por más fanáticos que seamos, hay que dar el salto. Concluir que nada hace sentido, y que ellos tampoco saben lo que están haciendo; es pensar que los escritores del show están tan perdidos como nosotros. Que, a falta de respuestas, paren distracciones: un proyecto vacío de status (ese fantasma recurrente), el asesinato del momento, un nuevo tirijala entre gobernadores, niñerías senatoriales, y lo que sea que venga hoy o mañana. Siempre insta más hablar de eso, insta más hacerle referencia para estar al día y se quedan los asuntos centrales rezagados, y no se dedica esta columna a la huelga, o al desempleo, o al malestar social que nos pudre como colectivo, porque son temas ya viejos.

El problema con este primer paso de aceptación es que es triste. Parecería que aceptar es rendirse. Parecería que prohibirnos la lozanía del olvido es meternos voluntariamente en una camisa de fuerza, amarrarnos a un sillón en un cuarto sin ventanas, frente a un televisor inmenso, a ver una serie mala, sin contenido real.

Es eso o (difícil escribirlo) tomar el control remoto y hacer algo al respecto.

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