Mi amigo Orlando me interrumpió el sopor laboral, por Facebook, para decirme que había aparecido una nota en el periódico acerca de Palacio. Como él tiene algún grado de santidad, además de poseer uno de los pares de ojos críticos en los que más confío, me transcribió la nota y me la envió. [Tengo que añadir que mi dulcísima y querida Celibelle Falcón fue la que escaneó el periódico.] Aquí la pego (que feo suena paste en español).
Vida de otros tiempos, por Carmen Dolores Hernández.
Dos estudiantes graduados -el puertorriqueño Frank, y Ayesha, de ascendencia paquistaní- se conocen en Atlanta. No son ellos el centro de la "acción" de esta breve novela, sino más bien el filtro a través del cual conocemos otros personajes: Alice, la esposa que ha abandonado a Frank, y le escribe mensajes desde Japón; el ornitólogo japones Abe, para quien ella trabaja; Kaedo, la hija muerta del ornitólogo, cuyos diarios les lee Alice a unos papagayos que los repiten. Están también los padres paquistaníes de Ayesha y la familia de Willow, la trompetista vietnamita con quien ella hace amistad. Sus voces diversas llegan a nosotros de segunda y hasta tercera mano, como un juego de reflejos espejeados. ¿Cuál es la realidad? No lo sabe ya Frank, que al ir en busca de la fugitiva Alice no encuentra sino el eco de su voz.
Resulta sugerente que este entramado de historias se transmita a través de dos personajes que viven de paso en Atlanta, una de las ciudades con más advenedizos de los Estados Unidos. No se "hacen" allí las historias: todas vienen de otra parte o de otro tiempo. Aún más sugerente es la pericia con que esta primera novela recoge la inestabilidad de la memoria, el vuelo de la imaginación y el reconocimiento de las muchas caras que presenta la realidad. (CDH)
Vida de otros tiempos, por Carmen Dolores Hernández.
Dos estudiantes graduados -el puertorriqueño Frank, y Ayesha, de ascendencia paquistaní- se conocen en Atlanta. No son ellos el centro de la "acción" de esta breve novela, sino más bien el filtro a través del cual conocemos otros personajes: Alice, la esposa que ha abandonado a Frank, y le escribe mensajes desde Japón; el ornitólogo japones Abe, para quien ella trabaja; Kaedo, la hija muerta del ornitólogo, cuyos diarios les lee Alice a unos papagayos que los repiten. Están también los padres paquistaníes de Ayesha y la familia de Willow, la trompetista vietnamita con quien ella hace amistad. Sus voces diversas llegan a nosotros de segunda y hasta tercera mano, como un juego de reflejos espejeados. ¿Cuál es la realidad? No lo sabe ya Frank, que al ir en busca de la fugitiva Alice no encuentra sino el eco de su voz.
Resulta sugerente que este entramado de historias se transmita a través de dos personajes que viven de paso en Atlanta, una de las ciudades con más advenedizos de los Estados Unidos. No se "hacen" allí las historias: todas vienen de otra parte o de otro tiempo. Aún más sugerente es la pericia con que esta primera novela recoge la inestabilidad de la memoria, el vuelo de la imaginación y el reconocimiento de las muchas caras que presenta la realidad. (CDH)
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