No quiere contar una historia, casi no le interesa, mejor dicho no le interesa la literatura, aunque necesite de su belleza. Lo que le obsesiona, como a su protagonista, es lo otro, lo que está más allá. Por eso podemos desgajar la anécdota sin tocar la historia propiamente dicha. Su sentido está en otro lado. Ese lado es el que tenemos que aprender a buscar, arriesgando nuestra inocencia de lectores, nuestra virginidad.
Eduardo hablando sobre Robert Musil, en El libro, de Juan García Ponce
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