domingo, agosto 26, 2012

on why theoretically savvy love always becomes stupid love, dice la Ronell

You said whaaaat?
Love signals the ‘permission granted’ status of shared stupidity, a descent into the bestial abandon of an ecstatic language. As sheer surrender, loves opens the channels for the imbecilic effusions of being-with. Laws legislating social intelligence and sense-making operations are suspended for the duration of language-making scenes of love. This could also mean that you have to get real down and prodigiously stupid to fall for love, or that stupidity is a repressed ground of human affectivity that only love has the power to license and unleash*.

Stupidity, Avita Ronell


*Igual de estúpido que citar a alguien para decir que el amor es siempre estúpido.  Senda tontería. Pero esta señora me da gracia.

eve, the first western scientist, dixit la Ronell

¿Qué se le habrá perdido?, preguntaría mi difunta abuela.
Eve is evil because she wants to know, she wants to investigate, and yet she is shown to have made a stupid mistake for which we are still paying. Her stupidity resided in her need to know, which has been depreciated into mere curiosity. Eve was the first knowledge seeker; her need to know exposed her as stupid because what she did not know or understand was the prohibition placed on knowing by her husband and his maker. Eve, for her part, knew she was barefoot and ignorant—but it would have been even smarter not to let on that she knew or saw the limit. She discovered and named the limit; she experienced the limited, even at home base in paradise. Sher was always already Madame Bovaryy thethered to Charles, the man.

Revealing the audacious and necessary transgression inherent in knowing, Eve would not play stupid, displaying an unwillingness or incapacity (a stupid mistake) for which she has been definitely punished. Indeed, if you are not willing to play stupid, you are making incredible deals with the devil.

de Stupidity,  Avita Ronell (jugando con Nietzsche)

martes, agosto 21, 2012

gestos, una columna

Acá cuelgo mi columna del día de hoy de la sección Buscapié de El Nuevo Día, 21 de agosto del 2012. El link original lo pueden encontrar acá.

Pancarta para una producción alemana de "Un virtuoso del hambre" / "Un artista del hambre" de Franz Kafka. 
Un cuerpo enflaquecido, con las costillas asomándose a través de una finísima capa de lo que se figura piel, los ojos entornados, ocupando un espacio público en ayuno político: digamos que en huelga de hambre. Un grupo de personas en plena caminata, enjutos en silencio; una pancarta. Una extensa yarda de tela de equis color con equis diseño aleteando en lo alto de un asta, en plena ráfaga. Una viga de madera cruzada en la parte superior por otra viga paralela.

A la yarda de tela le llamamos bandera, a las vigas, cruz, e igual nos persignamos ante ambas. Un breve índice de actos u objetos, nos dirían, cuya validez recae en el no significar por ellos mismos. El cuerpo del ayunador político, a diferencia del artista del hambre kafkiano, no hace hincapié en su ser cuerpo, sino en algo que recae fuera de sí. El grupo de personas no marchan para que un público sea capaz de percatarse de que el marchar entra en las actividades humanas.

Todas estas son ecuaciones simbólicas, como a las que se refería correctamente Alejandro García Padilla cuando afirmó que un voto por los partidos minoritarios sería siempre ya simbólico.

Las mismas ecuaciones siguen en juego cuando se dice que una cantidad equis de reglas “constituye” a un país; o que alguien (un gobernador, una legisladora) representa a un pueblo o a una comunidad; o, inclusive, decir que las palmas y las pavas sirven para otra cosa que para echarse sombra. En fin, la política como el esparcimiento de los símbolos.
Eso sí, ya habrá dicho alguien, también, que cuando un símbolo se instala como representante de sí mismo deviene en ídolo: mera imagen o semblanza sin sustancia.

Un ejemplo, de la manga, sería el propio AGP, que frente a una tarima ni goza de profundidad ni refiere a mucho más que a sí mismo; una cara que solía ser bonita, y ya. Aunque quizás ahora comienza a hacerse estandarte de la imberbe ñoñería politiquera de siempre.

Insisto: en su difusa candidatura política, AGP por fin la pegó en algo: los votos a las minorías serán siempre ya simbólicos.

Precisamente.

lunes, agosto 20, 2012

de coaliciones, columna

Acá cuelgo mi columna del mes de julio de este año, que había olvidado colgarla. El link original acá.



 Ante el toma y dame electoral que ha sido la política puertorriqueña por el pasado medio siglo, hace falta el surgimiento de una coalición que ofrezca una verdadera opción en las papeletas.

Una coalición compuesta por todos aquellos grupos políticos que se han mantenido al margen, y los partidos que aparecen cada cierto tiempo, prometedores pero efímeros.

Una coalición que aúne a sus seguidores, de las capacidades y las bondades de las grandes mentes políticas que tienen en sus rangos. Así, grupos de larga data con una base de apoyo presente, aunque dispersa, como lo son esos pertenecientes a los múltiples y frondosos brazos de la izquierda, podrían comenzar a figurar en un plano político práctico que viene necesitando de su intervención real desde hace tiempo.

Dado: el un-dos-tres-pescao colorao de todos los cuatrienios no es la única forma de hacer política. De hecho, quizás que lo menos se hace en los escenarios de las alcaldías y legislaturas es la política, entendida como ejercicio democrático por el bien común. Parecería que todo lo contrario.

También entiendo que hay otras políticas, más productivas y reales, que son llevadas a cabo en la calle, en el trabajo social de ciudadanos que no están casados con ningún partido.

Una coalición política no significaría el fin de desencuentros, de la crítica. Jamás de la crítica. Las complacencias -todas ellas, incluyendo la comemierdería de la izquierda rezagada- son las panaceas por la que apuestan estos dos consensos insípidos que cada vez parecen más intocables: la alternancia populo-penepeísta y el desencanto chic e irresponsable de la mercadotecnia.

No obstante, una opción real cada noviembre, una que englobe diferencias, podría ayudar a dar un espaldarazo a ese otro trabajo político antes mencionado, y quizás así crear una grieta en este cinturón de fuerza en el que nos hemos metido.

Lo que se necesita es probar la posibilidad de otra cosa. Y, tal vez por eso de la esperanza, se me hace que la única forma de hacer esto es mediante convenios, alianzas que, brevemente, jueguen al abandono de los egos, de las ínfulas proceristas, a eso del bien común.