jueves, marzo 27, 2014

¿a quién le quitan la muerte?, preguntaba Villaurrutia

Villaurrutia, o Hombre Enclenque en Frac
"En momentos como los que ahora vivimos, la muerte es lo único que no le pueden quitar al hombre; le pueden quitar la fortuna, la vida, pero la muerte, ¿a quién se la van a quitar?", decía Villaurrutia, el alegre. 

miércoles, marzo 26, 2014

buenvivir, una columna

Esta columna fue publicada en el miércoles, 26 de marzo del 2014 en El nuevo día.


En Puerto Rico, la gente que vive del mantengo vive mejor que los que trabajan y pagan impuestos. Eso según una de las entrevistadas en una nota sindicada que corrió intacta de periódico gringo a periódico gringo sobre la convención para los interesados en irse a la Florida el sábado pasado.

Algo similar me comentó hace un tiempo una conocida en un pequeño bar al sur de los Estados Unidos, al contarme que, en los noventa, su familia, después de décadas de esfuerzo tuvo que vender sus carros e hipotecar la casa para poder sobrevivir, mientras que había gente que no tenía que esforzarse para vivir en donde vivían y tener los carros que tenían.

Le pregunté si se refería a los ricos, a los “trust-fund babies” que conocíamos, y dijo que no. Realmente hablaba de los que vivían en el “ghetto” y en los “projects”. Al darse cuenta del desliz hacia la incorrección política, se corrigió: “Sí, también los ricos”.

Recuerdo haberle preguntado si su familia llegó a “caer al mantengo”. Me dijo que no, que hubo suficientes ahorros para vivir durante los tiempos de crisis. “Pero fue duro”, añadió. Con algo de Jalisco, le pregunté que por qué simplemente no dejaron de trabajar, para unirse a las gestas de mantenidos que, después de todo, vivían supuestamente mejor que ellos.

Lo dije por molestar, claro, sabiendo que, al fin y al cabo, esta inquietud clase mediera realmente tiene muy poco que ver con los “mantenidos” en tanto personas. Se trata más bien de que la clase media encuentra su mito fundacional en la idea economico-moral de que el trabajo los librará de la necesidad.

De la necesidad, por supuesto, y de esos otros que viven del mantengo y que tienen el atrevimiento de no perderlo todo, persistiendo, del mismo modo que persistimos todos los demás.

martes, marzo 25, 2014

pecados originales, decía carlitos marx

Carlitos como hombre decente.
This primitive accumulation plays approximately the same role in political economy as original sin does in theology. Adam bit the apple, and thereupon sin fell on the human race. Its origin is supposed to be explained when it is told as an anecdote about the past. Long, long ago there were two sorts of people; one the diligent, intelligent, and above all frugal elite; the other lazy rascals, spending their substance,and more, in riotous living. The legend of theological original sin tells us certainly how man came to be condemned to eat his bread in the sweat of his brow; but the history of economic original sin reveals to us that there are people to whom this is by no means essential. Never mind! Thus it came to pass that the former sort accumulated wealth, and the latter sort finally had nothing to sell except their own skins. 

Carlitos Marx, El Capital, vol.1 (de la edición de Pengiun del '77, p.873)

miércoles, marzo 12, 2014

el animal sabático, dixit agamben

Retrato de Agamben como una criatura de muchos brazos.
Human life is inoperative and without purpose, but precisely this argia and this absence of aim make the incomparable operativity of the human species possible. Man has dedicated himself to production and labor [lavoro], because in his essence he is completely devoid of work [opera], because he is the Sabbatical animal par excellence...This inoperativity is the political substance of the Occident, the glorious nutrient of all power. For this reason festival and idleness return ceaselessly in the dreams and political utopias of the Occident and are equally incessantly shipwrecked there. They are the enigmatic relics that the economic-theological machine abandons on the water’s edge of civilization and that each time men question anew, nostalgically and in vain. Nostalgically because they appear to contain something that belongs to the human essence, but in vain because really they are nothing but the waste products of the immaterial and glorious fuel burnt by the motor of the machine as it turns, and that cannot be stopped.

Giorgio Agamben, The Kingdom and the Glory