Esta reseña, de Melanie Pérez Ortiz, salió publicada en el número de julio/agosto 2014 del periódico mensual Compartir es Vivir.
©Melanie Pérez Ortiz
La novela premiada el año pasado y recientemente publicada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, titulada Dicen que los dormidos y escrita por Sergio Gutiérrez Negrón, trata de la violencia que se nos ha hecho normal por su omnipresencia.
En ella un hombre joven va en un carro a buscar a la novia al trabajo y… la novela no explica, creo. Deben haber confundido su carro con otro. Lo que pasa es que le disparan desde otro carro al joven. Pero la perspectiva no es la de él. Es la de su hermano menor, quien se pone en sus zapatos. La narra en segunda persona gran parte del tiempo. Como para involucrarnos. Ya saben ustedes. No es lo mismo que un narrador diga en tercera persona: “Y miró un poco distraído por las gotas de sudor frío que le bajaban por el cuello la mano con el arma que lo apuntaba de frente” que decir, “Miras distraído por las gotas de sudor frío que te bajan por el cuello la mano con el arma que te apunta de frente”. Esta no es una cita de la novela. Es una oración más o menos relacionada que me invento para explicar que el tiempo presente y el efecto espejo de la segunda persona nos involucran con lo que se cuenta, de modo que mentalmente nos volvemos nosotros también las víctimas de este crimen de violencia, de los que pasan todos los días y que ignoramos porque, esta vez, no nos sucedió a nosotros.
No les voy a contar la novela, pero les advierto que el personaje no muere, sino que queda en coma por varios años. Luego sale del coma y lo que sucede se sale de nuestras expectativas. Ya, hasta ahí les cuento para picarles la curiosidad, sin quitarles la sorpresa.
Como dije el tema es la violencia. Tal vez el coma sea metáfora de lo que la violencia ha hecho con nosotros. El coma se representa desde sueños como una realidad alterna, fantástica, surrealista donde los personajes están expuestos a la guerra contra los elementos y contra otros que nos combaten todo el tiempo. El clima de la novela es el miedo, aunque se asuma la realidad con desgano o con la normalidad del resignado, y lo que permea todo el tiempo es miedo contenido. Dice Zygmunt Bauman en Miedo Líquido que hoy día los desastres de la violencia se tratan como si fueran catástrofes naturales--como si los humanos fueran sólo víctimas y no responsables de ese clima de miedo-- y su consecuencia es que el miedo está en todas partes e interrumpe la posibilidad de que nos comuniquemos. Como en una situación de pánico masivo, donde se ven seres despavoridos e irracionales corriendo al resguardo, cada cual en defensa de lo propio sin fijarse en que su ser multitud atropella a otros que han caído, así se reacciona en clima de miedo. Y no sabemos qué hacer. Cómo llegar al otro. ¿Cómo reestablecer comunicaciones rotas por la violencia? Esta novela es una hermosa nota en una botella. Encerrado en su isla el narrador pide auxilio. Aclaro, eso nunca pasa en la novela. Pero pasa. Ustedes me entienden.
En ella un hombre joven va en un carro a buscar a la novia al trabajo y… la novela no explica, creo. Deben haber confundido su carro con otro. Lo que pasa es que le disparan desde otro carro al joven. Pero la perspectiva no es la de él. Es la de su hermano menor, quien se pone en sus zapatos. La narra en segunda persona gran parte del tiempo. Como para involucrarnos. Ya saben ustedes. No es lo mismo que un narrador diga en tercera persona: “Y miró un poco distraído por las gotas de sudor frío que le bajaban por el cuello la mano con el arma que lo apuntaba de frente” que decir, “Miras distraído por las gotas de sudor frío que te bajan por el cuello la mano con el arma que te apunta de frente”. Esta no es una cita de la novela. Es una oración más o menos relacionada que me invento para explicar que el tiempo presente y el efecto espejo de la segunda persona nos involucran con lo que se cuenta, de modo que mentalmente nos volvemos nosotros también las víctimas de este crimen de violencia, de los que pasan todos los días y que ignoramos porque, esta vez, no nos sucedió a nosotros.
No les voy a contar la novela, pero les advierto que el personaje no muere, sino que queda en coma por varios años. Luego sale del coma y lo que sucede se sale de nuestras expectativas. Ya, hasta ahí les cuento para picarles la curiosidad, sin quitarles la sorpresa.
Como dije el tema es la violencia. Tal vez el coma sea metáfora de lo que la violencia ha hecho con nosotros. El coma se representa desde sueños como una realidad alterna, fantástica, surrealista donde los personajes están expuestos a la guerra contra los elementos y contra otros que nos combaten todo el tiempo. El clima de la novela es el miedo, aunque se asuma la realidad con desgano o con la normalidad del resignado, y lo que permea todo el tiempo es miedo contenido. Dice Zygmunt Bauman en Miedo Líquido que hoy día los desastres de la violencia se tratan como si fueran catástrofes naturales--como si los humanos fueran sólo víctimas y no responsables de ese clima de miedo-- y su consecuencia es que el miedo está en todas partes e interrumpe la posibilidad de que nos comuniquemos. Como en una situación de pánico masivo, donde se ven seres despavoridos e irracionales corriendo al resguardo, cada cual en defensa de lo propio sin fijarse en que su ser multitud atropella a otros que han caído, así se reacciona en clima de miedo. Y no sabemos qué hacer. Cómo llegar al otro. ¿Cómo reestablecer comunicaciones rotas por la violencia? Esta novela es una hermosa nota en una botella. Encerrado en su isla el narrador pide auxilio. Aclaro, eso nunca pasa en la novela. Pero pasa. Ustedes me entienden.
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