Vivo en un pequeñísimo poblado universitario perdido en la ruralía estadounidense. Es un pueblo históricamente progre, racialmente más diverso que el promedio de las áreas no metropolitanas del estado, oficialmente integrado desde sus inicios y orgulloso de su legado abolicionista. Tiene escuelas públicas decentes, impuestos altísimos, una amplia oferta cultural y una economía relativamente saludable que gira en torno a la universidad y a un centro de la Administración Federal de Aviación. Es decir, en el actual panorama electoral, no encaja con el espectro de lo rural que ha estado recorriendo el país, y al cual se ha achacado el ascenso de Trump.
No obstante, si rebasas sus fronteras y visitas los aledaños comenzarás a ver los letreritos TRUMP/PENCE clavados frente a decenas de residencias. Más o menos siete de cada diez de estos, según conté el domingo en una encuesta altamente ineficaz, están frente a casas desmejoradas en poblados fantasmas, en los cuales las fachadas de viejas tienditas, al igual que de grandes fábricas, permanecen como recuerdos de una época pasada. Aún para mí, que tengo cero conexión con el lugar, es difícil no detenerme y mirarlo todo con cierta nostalgia, imaginar aquella ruina como cosa viva. Cuando pasé, quedaban dos tiendas activas: una casa de empeño, que decía tener el mejor precio para el oro en el estado, y una gasolinera.
Estas partes figuran como uno de los destinos recurrentes de Trump. De hecho, los motores principales de su candidatura han hecho combustible de esa nostalgia, alimentándose de la indignación, mil prejuicios, un sentimiento de solidaridad proletaria rechazada por izquierdistas bienpensantes, y una rabia honda y milenaria.
Estos poblados son las sobras incómodas de cambios económicos que comenzaron hacia finales de los setentas y despuntaron en las décadas siguientes. Sobras salvajes que ni el imaginario cultural estadounidense actual ni el político pueden incorporar. Sobras indeseables que hoy, que las encuestas comienzan a calmar el pánico “trumpista”, muchos parecen demasiado felices de volver a ignorar.
2 comentarios:
hola buenas tardes, me gustaría comunicarme con usted, tendrá un correo o tlf por favor? gracias saludos
Saludos,
Mi correo es sergiocarlos@gmail.com.
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