Decía sobre
Puerto Rico en 1821, un político optimista del neonato Imperio Mexicano:
“No es menos fértil, rica y hermosa la isla de Puerto Rico, en la misma mar del Norte, una de las Antillas menores, que si hubiera estado en poder de otra nación menos inerme que la española, ella sola bastaba para haberla hecho rica. Cuando se advierte el abandono con que en 300 años vio estos vergeles de la abundancia y manantiales de la riqueza, es preciso convenir con el sabio War en que por la esterilidad de sus manos, que todo lo amortecían, los franceses sacaban más provecho de la Martinica y el Guárico, que era la mitad de la isla de Santo Domingo, que ella de sus inmensos dominios. Esta isla llena de ganado montarás, que produce cueros de toros en mucho número, azúcar, jengibre, casia, incienso, cañafístola, arroz, café y otros artículos, frutas diversas y que presentan las proporciones mejores para el comercio, los más altos destinos que ha debido a la España son la de elevarse a Caja de Correo Marítimo, a escala de navegación de los Reinos de tierra firme y Nueva España y a Presidio Real para destierro perpetuo de malhechores, gastando en su situado trescientos y seis mil ochocientos noventa y seis pesos, cuando al contrario debía rendirle crecidas sumas después de costear todos sus gastos. Sin la diligencia y actividad del hombre las mayores proporciones se convierten en humo. Correrá igual suerte que la Habana, por hallarse en las mismas circunstancias y, en su consecuencia, la resolución con su respecto debe ser la misma.”
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