Llevo diciendo lo que debo decir
desde hace años, hacia atrás y hacia adelante
de arriba hacia abajo y no lo escuchas
aún, así que desde ahora
comenzaré a desdecirlo:
desdiré todo lo que ya he dicho
y lo que todos los otros han dicho
y lo que aún no ha sido dicho.
Desdiré
el hemisferio del norte
y el del sur
el este y oeste, arriba
y abajo, lo bueno
y lo malo. Desdiré
lo que flota justo sobre mi piel
y justo debajo: las hojas
y las raíces, la lombriz
en el río y el río entero
y el océano y el océano
debajo del océano. Espacio
y luz desaparecerán,
silencio, sonido, banderas,
fotografías, y dólares:
la gente alcantarilla y la gente basura,
la gente dinero y la gente concreto
que escapan del pueblo sobre sueños
y lo aman, y los sueños,
hasta el que late
debajo del suelo como un tambor—
arrasaré con todos
desde el lado opuesto
y concluiré en el fondo.
¿Comprendes? El Cesar está desdicho
ahora. Cristo
está desdicho. Intercambiarán juguetes
pero ya es demasiado tarde.
El doctor está desdicho, curado;
la página de goma crece
hojas, suculentas y oscuras,
y el paciente las siente
acumulándose en la base
de su espina dorsal como una cola.
Ha sido desdicho
que no tenemos colas—
una anciana enrolla la suya
y la levanta
como un helicóptero.
El tiempo se tuerce
hacia atrás en su vientre y flota hacia afuera
en su desdecir.
No comenzará nuevamente.
El físico triste
tirará de los interruptores pero todo
lo que la bomba hará es suspirar hacia adentro
y eclosionar como un huevo,
y pequeñas criaturas-vacío
vienen, que viven
en los tonos entre las notas,
inocentes e intocables.
Un bebe que pelea por oxígeno
a través del seno de su madre
no lo hará ya: el aire ha sido desdicho.
El esqueleto que perdí en Francia
no importará. No más picnics,
ni grama aplanada,
ni toros.
Todo en la marea,
limpio como la mañana.
La ropa interior mojada de mi esposa en el lavamanos—
la desdigo,
me tragan
como a tu San Valentín.
La hielera crece verde bebe
habas para Malcolm Lowry.
La casa se llena de amor.
Mastico el perfume
y mi vecina besándome buenos días
se derrite y se apaga
como una luz.
Hay una piedra desnuda
entre aquí y el final.
Hay un lugar chamuscado
en el silencio.
A lo largo de mis costillas, agonizando por vejez,
el último átomo baila, da vueltas
como una niña. Le desdigo
su vestido amarillo, su cabello,
sus zapatillas
pero ella sigue bailando,
brincando de atrás para adelante
de mi rostro a mis cosquillas
hasta que una carcajada me revienta.
Y, entonces, en seguida, de inmediato, desdigo
el final.
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