Que busque como un famélico dentro de los cientos de libros que cataloga diariamente en su catatónico trabajo en el sótano de una biblioteca de doce pisos debe de decir algo. No de él, de su cuerpo flaco, o del silencio con el que se desplaza por las calles. No, debe decir algo de ellos, escondidos detrás de portadas con olor a nuevo, agazapados en sus miles de páginas, tan protegidos y consentidos por una tradición que los declara emancipadores de la realidad y de sus hombres.O eso espera él. Si no fuera así, insomniaría hasta morir.
viernes, septiembre 30, 2011
catálogo, un cuentito
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