Esta columna apareció en El Nuevo Día el día 18 de septiembre del 2013.
“Progress”
A los residentes de la barriada con nombre de guerra los mueven por el bien de la comunidad en general. Quiero decir, los “relocalizan” por el bien común. Una vez finalizado el proyecto que reemplazará la comunidad, las memorias bélicas quedarán en el pasado. En su lugar, resplandecerá el Guaynabo City Waterfront, que servirá como otro testimonio a la visión progresista del alcalde.
Por supuesto, el progreso tiene características específicas. Algunas de ellas tienen nombres en inglés, y vienen acompañadas de “fishing villas”, paseos tablados, gimnasios y, si Dios quiere, un hotel de calidad y un acuario. A la larga, porque se tardará en hacerlo, los ingresos de estos “developments” beneficiarán a la comunidad en general: si no de un modo, de otro.
Nótese que he evitado la palabra expropiación. Eso casi sería ser malintencionado. Tampoco he insistido en la cuestión de clase social, porque, por favor, para qué empezar con eso. No es culpa de nadie que estén ahí. Si no estorbasen, nadie se metería con ellos.
A la larga, los exresidentes de Vietnam saldrán ganando también. Quizás no económicamente. Tal vez tampoco humanamente. Pero, si realmente no son retrógrados, si realmente quieren ver a su municipio progresar, se darán una vuelta por el paseo tablado, y, mientras sorban de su piragüita, quiero decir, de su “gourmet shaved ice”, entenderán que a veces uno debe sacrificarse por el bien del prójimo. Eso es un principio cristiano. Aunque no lo sea que, las más de las veces, suelen sacrificarse a los mismos por los mismos, una y otra vez.
Además, el lugar parece un vertedero. Bueno, sí, todas esas casas abandonadas y esos terrenos baldíos empeoran la situación, pero no es que la barriada fuera tan bonita antes. Sin embargo, ¿a quién vamos a culpar? No es como si esto se hiciera adrede. El progreso es objetivo y funciona de formas misteriosas. Comparte lo de la ceguera con la justicia. Tal vez igual con el alcalde. Eso, también, creo que es un principio cristiano.
Por supuesto, el progreso tiene características específicas. Algunas de ellas tienen nombres en inglés, y vienen acompañadas de “fishing villas”, paseos tablados, gimnasios y, si Dios quiere, un hotel de calidad y un acuario. A la larga, porque se tardará en hacerlo, los ingresos de estos “developments” beneficiarán a la comunidad en general: si no de un modo, de otro.
Nótese que he evitado la palabra expropiación. Eso casi sería ser malintencionado. Tampoco he insistido en la cuestión de clase social, porque, por favor, para qué empezar con eso. No es culpa de nadie que estén ahí. Si no estorbasen, nadie se metería con ellos.
A la larga, los exresidentes de Vietnam saldrán ganando también. Quizás no económicamente. Tal vez tampoco humanamente. Pero, si realmente no son retrógrados, si realmente quieren ver a su municipio progresar, se darán una vuelta por el paseo tablado, y, mientras sorban de su piragüita, quiero decir, de su “gourmet shaved ice”, entenderán que a veces uno debe sacrificarse por el bien del prójimo. Eso es un principio cristiano. Aunque no lo sea que, las más de las veces, suelen sacrificarse a los mismos por los mismos, una y otra vez.
Además, el lugar parece un vertedero. Bueno, sí, todas esas casas abandonadas y esos terrenos baldíos empeoran la situación, pero no es que la barriada fuera tan bonita antes. Sin embargo, ¿a quién vamos a culpar? No es como si esto se hiciera adrede. El progreso es objetivo y funciona de formas misteriosas. Comparte lo de la ceguera con la justicia. Tal vez igual con el alcalde. Eso, también, creo que es un principio cristiano.
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