martes, abril 22, 2014

"xp", una columna

Esta columna salió publicada en el martes, 22 de abril del 2014 en El nuevo día.


En abril 8 Windows XP fue sentenciado a la obsolescencia. El término oficial es 'end-of-life', marca adánica de quien alcanza el fin de 'su vida útil'. Con doce años de existencia y apoyo técnico, y casi la misma de problemas, era inevitable. 

Aunque sólo alrededor de 30% de los internautas continúan viviendo bajo sus azulados umbrales, algo debería ser dicho.  No es sólo que XP haya sido el sistema operativo más popular en la historia, o que haya marcado el fin a la era de MS-DOS. Eso quizás sea lo de menos. Sino que, por doce años, como le es propio a un OS, hasta cierto punto definió nuestro marco de acción digital, determinó lo que éramos capaces de hacer e imaginar mediante nuestras computadoras.

Nacido a dos semanas del 9/11 que comenzó esta guerra global, XP fue un sistema operativo creado para las redes y las masas. Como tal, fue el primero en intentar lidiar con la piratería desde su propia infraestructura, ese 'asalto' a la propiedad que se instalaba como el modus operandi de las redes. De igual manera, fue el primero en abrirse a la necesidad de protección constante ante el creciente descubrimiento que el internet era (y sigue siendo) constitutivamente salvaje. Fue también el sistema contra el cual lanzarse, contra el cual diseñar otros de código abierto, otros que se saliesen de las imposiciones y los límites policiales de una compañía que llegó a ser monopólica.  

Más importante, para mí, es que fue el sistema operativo entre mis 15 y 27 años. De modo que me descubro mirando mi laptop con ternura, partícipe de la nostalgia cursi de la época neoliberal. Sin embargo, me parece que tal vez XP puede seguir siendo útil, ahora en su abandono. Tal vez nos puede llevar a mirar nuevamente las bases sobre las que construimos nuestras vidas digitales. Tal vez sea hora de comenzar a trazar nuestras muy personales historias críticas del floppy, o del beeper, etcétera. Es decir, la historia de nuestra propia obsolescencia.




No hay comentarios.: