Esta columna salió publicada en el miércoles, 27 de agosto del 2014 en El Nuevo Día.
Broken Glass, de Mads Perch. |
La doctora bayamonesa no está sola. La acompañan manadas. No me refiero a quienes, viéndose reflejados, la aplauden por Internet, doctorada vocal de sus frustraciones. Hablo del giro que ha venido junto a las medidas de austeridad y la ansiedad de las clases medias. Ése que ha hecho que en países como el nuestro, el clasismo se intensifique, se impaciente, se vuelva más radical en sus ataques a quienes participan del “welfare”. Ése que es el equivalente de la intensificación racista acá en Estados Unidos, en donde la pobreza, y con ella esa misma frustración clasemediera estridente, se ha racializado ante la invisibilidad de la pobreza blanca, escondida en la ruralía y en las faldas de los Apalaches.
Van casi seis años ya de crisis económica, y comienza a hacerse obvio que sus efectos monetarios también son emocionales. La razón se desvanece, y “lo otro”, eso que las clases medias dejan en sus límites, burbujea. No se trata de la sinrazón ni de esos trastornos médicos con los que nos protegemos de la locura. Es “lo otro” lo que vemos filtrándose, eso a lo que bien le podríamos llamar “desrazón”, y que no es más que el giro torcido de la razón, su absurda mutación moralista, esa vociferada por una doctora bayamonesa o por los ofendidos que condenan que pasen a personas de escasos recursos apartamentos que nunca podían adquirir.
“Desrazón” es la lógica que banca en el título universitario el emblema de la estimación y en la deuda adquirida, el pasaporte de ciudadanía. Es la lógica al revés que se enorgullece de permanecer en el país, y crítica a los idos; al mismo tiempo que amenaza con irse del país, y justifica a los idos. La “desrazón” es pura pulsión afectiva mal dirigida, pulsión que sólo puede embestir contra los síntomas, entre los cuales ella misma se halla, y jamás contra las causas.