jueves, septiembre 25, 2014

escocia, una columna

Esta columna salió publicada en el miércoles, 24 de septeimbre del 2014 en El Nuevo Día.


Lo de Escocia culminó en un rechazo de la opción independentista. Para la paz mental de aquellos muchos que gritaron espantados los peligros de la secesión británica, gran parte de los escoceses escogieron permanecer unidos al Reino. Sin embargo, hasta cierto punto se trató de una permanencia condicionada.

A pesar de que el plebiscito fue aprobado años atrás, no fue hasta septiembre 6 que las autoridades británicas movilizaron toda su maquinaria mediática para promover la opción antiindependentista. Esta movilización resultó de unas encuestas que predijeron resultados más favorables a la secesión, insinuando que bajo la relativa calma se escondía un hervidero que favorecía la causa separatista. Por esto, la campaña antiindependentista británica dio un giro, e igualó votar contra la independencia con votar a favor de profundas reformas que, en teoría, les entregarán a los escoceses gran parte de la soberanía territorial.

No fue hasta que Londres se vio amenazada por la posibilidad independentista, que poco antes había pensado inaudita, que tomó en serio el plebiscito. No fue hasta que se posicionó ante la independencia como un posible horizonte, en septiembre 6, que, para bien o mal, pudo articular una estrategia capaz de conmover al 55% del 84% de la población que se presentó a las urnas.

Este posicionamiento ante el horizonte independentista no sólo hizo que Londres reaccionara, sino que dio paso a un frente amplio de pensamiento político, a una revisión de las tradiciones históricas de las izquierdas y derechas escocesas, al igual que a serias conversaciones que atrevieron especular material y específicamente a partir de las implicaciones de la consumación de dicho horizonte. En ese sentido, y regresando bruscamente al contexto caribeño, más allá de preferencias personales, tomar en serio el horizonte independentista, tomarlo realmente como objeto de pensamiento, podría significar arremeter contra figuras e ideas de largo cuño. Podría quizás hasta significar que para pensar la independencia y su horizonte quizás sea necesario librarnos del independentismo.

martes, septiembre 23, 2014

My, my. A body does get around.
Light in August, William Faulkner 

lunes, septiembre 22, 2014

"Para despistar", reseña de Guaya Guaya de Rafael Acevedo

Para despistar, reseña de Guaya guaya de Rafael Acevedo.
Hoy en las noticias, Crítica de Libros, Radio Universidad de Puerto Rico



Sergio Gutiérrez Negrón

Justo a la mitad de la novela Guaya guaya, de Rafael Acevedo, los medios de comunicación reportan que un comando de terroristas nacionalistas ha tomado el Banco Popular de la Avenida Barbosa, y que exige la liberación de los presos políticos a cambio de los seis clientes que tiene de rehenes. Pendientes a la televisión dentro del banco, los tres asaltantes inmediatamente se comunican con el sargento de la policía, para decirle que nada de lo que se ha dicho es cierto, que simplemente intentan asaltar el banco. El sargento se disculpa, informándoles que no es periodista, sino policía, de modo que no hay nada que pueda hacer al respecto. De ahí en adelante, como lectores, sabemos que las cosas sólo pueden terminar de una sola manera: terriblemente mal.

Pero, quizás, podríamos decir que eso no importa. Después de todo, aun si Wiso, El Flaco, Yaquichán y Maripili, los tres asaltantes y su cómplice, logran llevar a cabo el atraco, sólo lo harían con una decena de miles de dólares que no les alteraría tantísimo la vida. También podríamos decir que se lo buscaron, y que sobretodo es culpa de Wiso, que fue quien, "para despistar", como él mismo dice, hace pasar gato por liebre, identificándose como el líder del Comando Armado de Liberación Popular, y diciéndose preparado con dinamitas, granadas y coches bombas. La verdad, si es que en esta novela vale la pena traer tal cosa a colación, es que sólo tienen un par de pistolas, y un amasijo de cartón que han colocado en una mesa y han dicho "bomba".

Guaya guaya, publicada por el editorial La secta de los perros hace ya dos años, es una novela endiabladamente cómica. También, podríamos decir que es una novela-reggaetón. Una novela que en su escritura, en su lenguaje, y en su narración recurre a las formas, a las imágenes, y al lenguaje del género. Sin embargo, al igual que en el reggaeton, la novela intencionalmente se desenvuelve por las superficies. Es decir, en Guaya guaya todo es artificio. Inclusive el narrador, que a través de la novela intenta hacer rimar palabras disímiles, en hacer caber el hastío y la injusticia de lo cotidiano en su "lírica" reggaetonera, jamás lo logra del todo. Es justo en este fracaso de poder rapear la experiencia, de poder hacer caber la totalidad de una realidad frustrante en la lírica reggaetonera, o en cualquier forma literaria, en el que encontramos la aportación más importante de Rafael Acevedo. Poeta al fin, el autor ha escrito un libro que, porque busca decir algo acerca de la injusticia estructural de nuestra sociedad, es incapaz de hablar en serio, como si quisiera decir que para hablar de política, fuera mejor reír.



sábado, septiembre 20, 2014

He had learned the worst lesson that life can teach--that it makes no sense.
Philip Roth, American Pastoral

jueves, septiembre 18, 2014

la memoria cree antes de que sabiendo recuerde, escribió faulkner, a modo de trabalenguas

Memory believes before knowing remembers. Believes longer than recollects, longer than knowing even wonders. Knows remembers believes a corridor in a big long garbled cold echoing building of dark red brick sootbleakened by more chimneys than its own, set in a grassless cinderstrewnpacked compound surrounded by smoking factory purlieus and enclosed by ten food steel-and-wire fence like a penitentiary or a zoo, where in random erratic surges, with sparrowlike childtrebling, orphans in identical and uniform blue denim in and out of remembering but in knowing constant in the bleak walls, the bleak windows where in rain soot from the yearly adjacenting chimneys streaked like black tears.
Light in August, Wulliam Faulkner 

miércoles, septiembre 17, 2014

de los muertos no se escapa, decía faulkner, el alegre

A fellow is more afraid of the trouble he might have than he ever is of the trouble he's already got. He'll cling to trouble he's used to before he'll risk a change. Yes. A man will talk about how he'd like to escape from living folks. But it's the dead folks that do him the damage. It's the dead ones that lay quiet in one place and don't t try to hold him, that he can't escape from.


Light in August, William Faulkner
(Justo encontré unas notas que había hecho cuando leí la novela el año pasado, y tenía marcadas par de citas que nunca subí).

martes, septiembre 16, 2014

la necesidad es de orden artificial, contingente; dixit bolívar echevarría

A la dimensión ordinaria, mecánicamente repetitiva de su actividad, el ser humano ha debido añadir otra, excepcional, que la interrumpe y perturba, que no le deja olvidar que la necesidad a la que él obedece es de orden artificial y no natural, que es una necesidad puesta por él mismo, contingente, y no una simple prolongación de la necesidad que impera en la naturaleza.
Echevarría, Bolívar. “Deambular: El ‘Flâneur’ y el ‘valor de uso’”, en Valor de uso y utopía (1998)

lunes, septiembre 15, 2014

la razón y los clientes, un fragmento

El miércoles siguiente, a las 3:00 de la tarde, Carla María le preguntó a Noemí que qué sucedería cuando se acabase el dinero, a la vez que le pasaba un helado de cheesecake con bizcocho amarillo, whip cream y fresas, y Noemí tiró de sus hombros y le dijo que nada, a lo que Carla María le preguntó que cómo que nada, y en ese círculo siguieron unos momentos, hasta que Carla María pudo deducir que para Noemí no existía nada después de esos 35 años (2027), que después de entonces sí que se acababa el baile, colorín colorado este cuento se ha acabado. Después de un rato, Carla María volvió al tema nuevamente y le preguntó a su amiga que si se suicidaría a las 6 décadas y tantito, pero Noemí volvió a menear la cabeza y le dijo que no, que después de esos 35 años, de los cuales realmente sólo quedaban 22, expiraría, así porque sí, sin mucho esfuerzo, ni mucha voluntad, y lo dijo tan casualmente y tan relajada como decía todo lo demás, y Carla María pensó en cómo siempre que compraba leche se le dañaba antes de tiempo, no importaba lo mucho que intentase acabarla antes de la fecha impresa; tampoco importaba la cantidad que comprase, si ½ litro o ¼ de litro, siempre, siempre, siempre se le pasaba la fecha y sólo se enteraba luego de servirse un café con leche que, después del segundo sorbo, se revelaba espeso y desagradable, lo cual la obligaba a tener que volver a comenzar su día desde 0 y esperar los 15 minutos, otra vez, en lo que la greca de hierro y mango rojo comenzase a hacer subir la sustancia prieta nuevamente, y se repetía lo mismo, cada 2 semanas, que no compraría leche más, aunque en su vida nunca había probado un café negro, ni lo probaría por el resto de sus días, o por lo menos, siendo más humildes en nuestras proyecciones, por los próximos 15 años. En fin, tan pronto se fue Noemí en aquella ocasión Carla María le contó a Carlos, quien desde aquel momento sí que se obsesionó con Noemí; se obsesionó al punto que comenzó a pensarla como su cliente, si es que era posible que en The Creamery where ice cream meets heaven una cliente fuese más clienta de un empleado que nunca la había atendido que de todos los demás, especialmente de aquellos que sí la atendían semanalmente (entiéndase: Carla María)—y hemos dicho que no lo era.
[Fragmento de una novelita nueva e inédita] 

viernes, septiembre 05, 2014

salir de si, escribe harding

Rise higher, perhaps to the height where the blackbirds flap. Where have you gone? Oh, there you are, I think. That is you, isn't it, that wisp inching along? Well, rise higher, then, to the belly of the cloud. Where have you gone? Now higher, to where, if you are not careful, you might stub your toe on the mountains of the moon. Where are you? Never mind you; where is your home, your country, your state, your nation? Ah, there it is! And higher now, so that your hair and the lashes of our eyes catch fire from the sparks of solar flares. On which of those bright bodies do you rule your kingdom of dirt, your cart of soap? Very well, that one. I hope you are right—there is little need for a tinker on Mars. Now higher again, past the eight planet, named for the king of the sea. And higher again, past the shadowy ninth, which for now only exists in the dreams of men back on—Well! Where have you gone? Which among those millions of glittering facts is where you belong? Where is it you toil and drum and fall to the ground and thrash in the weeds?
Paul Harding, Tinkers