Imagen de Kike Estrada. |
Se trata de un sistema y una visión de mundo sardónicos, que gira en torno a la producción y la aceptación de lo contingente como lo necesario. Es decir, el bipartidista parte de la creencia profunda de que no hay hoy ni habrá mañana otra opción. Así, impone y fija límites indudablemente arbitrarios al horizonte de su imaginación política, a través de lo cual incluye y excluye otro tipo de posibilidades, opiniones y acciones políticas. Lo raro o conveniente de la movida bipartidista es que termina naturalizando la falta de horizontes de la que parte, que propone, y que le permite operar como lo hace.
El domingo en España, Ada Colau y Manuela Carmena alcanzaron el éxito en las urnas electorales, y con él las alcaldías de Barcelona y Madrid, respectivamente, rompiendo con un cerco bipartidista. Las candidaturas de Colau y Carmena son interesantes para la situación puertorriqueña de hoy porque se articularon en torno a críticas incisivas a la austeridad como pauta neoliberal, ya sea entendida como abstracción ideológica o como práctica dura y material (que toma la forma de los desahucios y desalojos, corrupción financiera, ataque al proceso democrático, etcétera). Pero también son interesantes porque Colau y Carmena implican una crítica paralela al bipartidismo como maquinaria y como política. Porque parten de la premisa de que el bipartidismo no es nada más ni nada menos que pobreza de imaginación.
Esa parece ser la lección práctica de cierta política periférica europea reciente: aceptar la pobreza del bipartidismo no es una conclusión, sino el primer paso para la expansión de los horizontes del debate y lo común, de la devolución a lo público de esa tarea central a la política que es la imaginación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario