Esta columna apareció en El nuevo día el 22 de julio del 2015.
Foto de RTVE. |
El mes pasado me dije que no más, que ya está bueno de hablar de la crisis. El primer paso tomado fue dejar de colgar cosas en mi Facebook; el segundo, parar de comentarla; y el tercero, evitar discusiones personales que girasen en torno al tema. No dejé de seguir las noticias (ese viejo y frustrante vicio), pero me dije que ya no había más que decir. Que los pasados 8 o 9 años de crisis económica por fin trajeron el tema a la discusión pública en una clave distinta a la anterior, más apta -un registro más negativo, quizás, con palabras como inequidad, impago, recesión, etcétera). Iba a escribir sobre literatura. Eso quería.
Pero, entonces, la deuda que sabíamos impagable hizo frente a la cámara. Junto a ella, García Padilla, y Krueger, y todos los refritos de discursos que hemos visto popularizarse con una velocidad realmente sorprendente a nivel internacional de la boca de políticos, financistas, y economistas de ojos atrapados entre ombligos y fantasías libremercadistas que ni el viejo Adam Smith apoyaría (por lo menos sin dirigirse abiertamente a la necesidad de extinguir poblaciones, como hizo). Discursos y conversaciones (que si austeridad, que si sacrificio) que hemos visto explosionar con la misma velocidad con la que se popularizan, y no sólo en Grecia y en España. Son discursos que vimos estallar anteriormente (recordemos las secuelas de las neoliberalizaciones de las economías latinoamericanas en los 80 y 90 y sus funestos resultados sociales), pero que siguen regresando; la primera vez como tragedia; y la segunda, aún como tal.
Este mes, entonces, me veo diciéndome que lo que queda es, por lo menos, intentar vencer el cansancio y el aburrimiento. Tal vez quedarse con el cinismo, abrazarlo. Intentar que no sea uno desmoralizante. Intentar que sea un cinismo de potencias, un cinismo curioso, extrovertido. Tal vez uno que nos lleve a reunirnos, a conversar, organizarnos y, ojalá, hasta a hacer. ¿Cinismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad?
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