Con relación al libro de cartas de Manuel Puig, Leonardo Aguirre, columnista de El Hablador, comentó algo que me pareció super acertado y afín con una idea que siempre he tenido, pero que nunca he logrado expresar tan claramente; lo reproduzco a continuación[para el resto del artículo presionen aquí]:
Eso me dio pie para sugerir que el talento literario no siempre se acompaña de la erudición (entendida en su sentido más superficial) y que un escritor, antes que un ratón de biblioteca, es poco menos que un tiburón: simplemente abre la boca y engulle cualquier cosa, digerible o no, que se cuele por sus fauces. Por eso es el primero en acudir a los naufragios. Y, de hecho, en el estómago de algunos ejemplares han aparecido los objetos más insospechados: una cámara fotográfica, llantas, sombrillas, una placa de carro y casi toda una ferretería.
1 comentario:
Amén.
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