domingo, agosto 03, 2008

verano, 18: cueva

1.
Diez minutos cuesta arriba, la cueva. Sabíamos que no podríamos cruzarla. No nos preparamos para ello. Nos faltaba un flash-light. Además: a pesar de que aún algo del sol alumbraba el día, si entrábamos, saldríamos de noche. Y una nube—de la familia de monstruosidades oscuras, cargadas de relámpagos—se dirigía hacia nosotros. Antes de llegar a este camino de tierra, habíamos subido con la guagua por otro. Nos internamos en un mundo demasiado adentrado, poblado por gente, con demasiado verde. Tomamos la entrada que no era. Pero ahora estábamos habíamos acertado. Nos tropezamos con una pequeña entrada, una boca redonda, pintada en penumbras, que bostezaba desde debajo de un gigantesco árbol. Jamás había visto una cueva—de esas silvestres—y mi experiencia se limitaba a los paseos guiados de las de Camuy, que ya están domesticadas y no le ladran a la visita, ni los muerden—como dicen que hace Fender.
Esa primera no era la que buscábamos, para aquella aún faltaba bastante, pero decidimos que volveríamos en otra ocasión, que esa era suficiente, por lo menos. Orlando se asomó. Yo miré desde un poco lejos. Había algo ominoso de la cueva—tal vez hay algo ominoso en todas las cuevas. Algo que me hacía sentir que si me asomaba estaría invadiendo su privacidad. Mirándole las pantaletas al planeta Tierra. ¿Tengo el derecho de adentrarme en fauces ajenas? ¿Puedo entrar y observar sus más privadas vísceras?
Sonaba a murciélagos. Cinco minutos después, nos fuimos.
Next time, llevaría un sombrero, pantalones cortos, claro, y la linterna.

2.
La euforia al terminar Los Detectives Salvajes es prima del silencio. Si algo describe el, pienso yo, el estilo de Bolaño en esta novela—la única que he leído de él—es anticlimático. La acción es removida, y lo que te queda es el resto. O tal vez me equivoco, y la acción no es removida, sino que no es el protagonista. Me gusta. Me gusta mucho. Ha sido una de las mejores experiencias literarias que he tenido. Esa sensación de conocer todo, de sumergirse en un mundo literario como si se tratase de una cueva es algo casi sexual. Erótico.
¿Es los Detectives Salvajes la mejor obra que se ha escrito de finales del siglo XX, principios del XXI? No sabría decirte. Pero sí estoy seguro que lo que fue Rayuela y Paradiso para los escritores jóvenes de los 60s, 70s, ¿tal vez ochentas?, es los Detectives Salvajes para todos aquellos que nos pensamos escritores jóvenes, o que conocemos a escritores jóvenes. Porque de eso se trata, de la juventud, de la juventud literaria. En realidad, no tengo la más mínima idea de que puñeta se trata la novela. Pero es preciosa.

3.
Sé que jodo mucho con ello, con mencionar a Abreu Adorno, pero si pensaba que el Difunto tiene mucho en común con el McOndo chileno—de lo poco que he leído de esa antología—tiene mucho más en común con Bolaño. No sólo en sus personajes, que parecerían amigos, sino que en la forma de redacción, en la necesidad de mostrarnos una multiplicidad de voces y de perderse en ellas por las vertientes que tienen que puede que tengan que ver.
Tal vez ando perdido en Abreu adorno, sordo por los chillidos de las criaturas que viven en su sombra, buscando una luz para utilizar de norte, un mapa para entender lo que veo.

4.
Casi a las doce de la noche, ponemos Satantango, la película de Bela Tarr. Dura casi seis horas. Lleva lloviendo todo el fin de semana, y la hemos pasado viendo películas. Cría Cuervos, Alí: Fear Eats the Soul (Orlando fue el único que se quedó despierto), Hable con Ella, y otra más que aún no recuerdo, de una mujer loca, que tocaba piano (¿The pianist?). Obviamente no terminamos la película de Tarr. Sólo logramos ver una hora y pico. Es oscura. Irimías da curiosidad, demasiada curiosidad. Los tiros largos. Son eternos. La carretera y las hojas. La espera en el pasillo del cuartel de la policía. Supongo que la exageración de una película que dura un cuarto de día comienza a hacerme sentido. La atmósfera de silencio, de miedo, de la posibilidad que there will be blood, termina invadiéndote.
La apagamos. Me quedo dormido.
Satantango es la cuarta cueva de este escrito.

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