martes, febrero 24, 2009
miércoles, febrero 18, 2009
el llanto progresivo
Recién termino de leer El Llanto, de César Aira, y me sorprendo al encontrarme ante la misma sensación que me ha abacorado anteriormente al llegar al final de otras de sus novelas: un indefinibile aquí-pasó-algo-y-me-lo-perdí. Ante esta incómoda situación, vuelvo a releer las primeras, las últimas páginas, e intentar completar el rompecabezas. No sé por qué lo hago, se supone que ya no me suceda. Pero toma mucho tiempo lanzar ventana-abajo viejas costumbres. Aira, he notado, ignora a propósito los estándares que se han establecido, a través del tiempo, de como se supone que cierre una novela. Las tres que he leído terminan como por ataque cardiáco, como por paro respiratorio. Y lo mismo casi sucede en El Llanto. Luego de sus breve setenta y pico de páginas de una escritura automática, de un fluir de consciencia de un personaje que se levanta en el medio de la noche ahogado por un taco de llanto, caminando por la casa, en el medio de un desvelo fantasmagorico, y nos informa que ha sucedido lo que yo más temía, todo cambia cuando sólo faltan 3 páginas para su fin. Cambia y uno vuelve al principio, para asegurarse de que el autor no se haya confundido, en que no haya sido un mero desliz. Pero jamás nos enteramos. Porque no importa. No importa en lo absoluto, al terminar de leerlo, aunque algunos engranes no encajen, la novela hace sentido, instala en ti la posibilidad de, por fin, exhalar, y decir, que bueno.
2.
Leí en algún sitio que Aira ha dicho que la literatura es algo que progresa, que sus escritos van para adelante y rechazan lo entendido por "buen gusto", que la función de cualquier escritor es intentar forjar nuevos gustos, nuevos parámetros para medir la belleza. Y es que, bajo esta misma premisa, me parece que el argentino esribe lo que hay, que debajo de ello no hay nada, más que una sucesión de eventos, de una página se sigue a la próxima y a la próxima y a la próxima.
Podría decir que toda esta filosofía de Aira es pura paja, mas su obra enseña lo contrario: Aira nació en el '49 y ha publicado más de sesenta libros. La mayoría desde los noventas para acá. Inclusive, en el año en el que publicó El llanto, 1992, publicó otras cuatro novelas, muchas de ellas con el pequeño editorial argentino, Beatriz Viterbo Editora--cuyo nombre me encanta, ya que es tocaya de un personaje de El Aleph.
3.
Casi para cerrar con Aira, me llama la atención tocar el asunto de la "posmodernidad" que le han atribuido algunos críticos y profesores a su obra; creo que el argentino se ha acercado al asunto muy inteligentemente, y da una respuesta que me parece precisa (en una entrevista que aparece en un suplemento del diario Clarín, en el 2004) para la condición "posmo" atribuida a muchos escritos:
Bueno, posmoderno es una palabra, y yo siempre digo que las palabras deben servirnos a nosotros y no nosotros a las palabras. Es decir que cada cual puede definirla como quiera y usarla conmigo o con quien quiera. Pero yo no me considero posmoderno en tanto creo haber seguido fiel a la preceptiva modernista en la que me formé. Mi lema sigue siendo el famoso verso de Baudelaire: "Ir hacia delante y siempre en busca de lo nuevo." Y sacrificarlo todo por lo nuevo, ¿no? Y esta actitud no es posmoderna. Creo que el posmodernismo deshace esa línea hacia delante para erigir una especie de estantería de supermercado donde está toda la cultura de antes, la de ahora, la de después, y entonces procede con ellas a formular combinaciones al azar. No es lo mío.
lunes, febrero 16, 2009
tiras de seda
a)duermo b) sueño c)juego no sé hacer otra cosa: eso y mentir.Además, va intercalando lo escrito con lo visto, por ejemplo, la fotografía titulada identity:
viernes, febrero 13, 2009
miércoles, febrero 11, 2009
fantasmagoria
slowlysoftlyjoyously, dice Rivera Garza
WRITINGYou have to want it more than anything else--more than breathing even. More than sex or happiness. More than that cigarette, this chocolate, those glasses of wine. More than the children you have not had. You have to want it bad. You have to defend it, protect it, guard it—with your own very life, if necessary.
And then, one day, out of nowhere, it comes the realization: you can live without it. It may as well never happen again. You walk as if on clouds. You breathe.
Then, slowlysoftlyjoyously, you begin writing.
--crg