Que busque como un famélico dentro de los cientos de libros que cataloga diariamente en su catatónico trabajo en el sótano de una biblioteca de doce pisos debe de decir algo. No de él, de su cuerpo flaco, o del silencio con el que se desplaza por las calles. No, debe decir algo de ellos, escondidos detrás de portadas con olor a nuevo, agazapados en sus miles de páginas, tan protegidos y consentidos por una tradición que los declara emancipadores de la realidad y de sus hombres.O eso espera él. Si no fuera así, insomniaría hasta morir.
viernes, septiembre 30, 2011
catálogo, un cuentito
jueves, septiembre 29, 2011
actualizar
luciana, un cuentito
El tipo como que se despierta en el strip club. No sabe cómo llegó ahí. Alza los ojos y al otro lado de la mesa está Luciana. Le sonríe. Tampoco sabe por qué la conoce, ni por qué la recuerda diciéndole lo díficil que fue descubrirse 'hembra' cuando nació hombre. Usó la palabra 'hembra'.
--Otra vez apareces--dice ella y le estira un brazo largo, con un trago.
"vintage", una columna
"Vintage"
Esperando en una oficina de un pueblito mínimo americano, encontré un pequeño libro de fotografías históricas del lugar. Las imágenes acompañadas por la fecha de captura, todas en blanco y negro. Lo abrí. Veinte años atrás y de la avenida principal desaparecían 40% de los edificios. Treinta y la mitad del mapa. Cien y sólo unas cuadras, un pequeño recinto universitario.Esa mirada de larga distancia causa algo parecido al vértigo. Falta saltar. Please, rewind.
Resté mi edad al día de hoy y sentí cómo se evaporó mi teléfono, del maletín la laptop, y regresó eso de ‘no saber nada’ de alguien. Lo que frustra de la política de hoy estalló en átomos y quedó lo que frustra de la política de los 80s. Insistí. Sesenta años al día y fuera los televisores, fuera cierta complacencia de los jóvenes de hoy; bienvenida cierta complacencia de los jóvenes de ayer. Empeoran cuestiones de raza, género. El radio se enciende: alguna canción familiar.
La edad de abuela, casi un siglo, y lo que reconocemos como país está ido: nos hacemos ruralía, periferia de un limitado mundo que recién sale de una guerra mundial. Queda un islote, un cuarto de la población, temporales hechos maldiciones; políticos ahora generales extranjeros, o incipientes jóvenes de una clase criolla acomodada que sueña con otra clase criolla acomodada. La violencia de hoy se transforma en la de antes. Las infidelidades de hoy se transforman en las de antes. En cuestiones de materia social, no cambia mucho; aunque la vida de una mayoría mejora, se hace vivible.
Pausa. Stop. Eject. En el radio, una canción de los ‘fifties’. Se me ocurre que la promesa del progreso liberal sólo rindió media canasta. Suficiente como para hacer posible que estemos aquí; que nuestros antepasados no hayan perecido por polio, tétano, etcétera. Suficiente para que estemos un poquito más acá que allá, pero no para que se deshagan ciertos prejuicios, cierta idea de que nuestros males son nuevos, que una ideal población jíbara anduvo libre de pesares.
La historia está pa’ movilizarse, utilizarse más como foco, que mera moda vintage.
sábado, septiembre 10, 2011
de lo cotidiano, dixit Lefebvre
It is everyday life which measures and embodies the changes which take place ‘somewhere else,’ in the ‘higher realms.’ The human world is not defined simply by the historical, by culture, by totality or society as a whole, or by ideological and political superstructures. It is defined by this intermediate and mediating level: everyday life.
Critique of Everyday Life, Henri Lefebvre