Una casa, una casa y todos dicen que
vivirán ahí, y todos dicen que serán de ahí, y ponen sus maletas frente a la
puerta, y se miran los unos a los otros, y se dan la mano, y dicen ‘será
nuestra casa’. Sonríen. Todos realmente sonríen con el tipo de sonrisa que
deben dar los recién nacidos que aprenden a practicar sus músculos. Excepto uno de ellos. Una, realmente. Es
joven. Más joven que ellos por lo menos. De repente se le ocurre a ella—llamémosle
Ella—que no sabe qué hace ahí, pero de todos modos los imita, Ella activa ese
músculo que hace que los ejes de los labios se le eleven, y se descubre en
plena sonrisa: todos sonríen, entonces.
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