sábado, enero 31, 2009

contra el vidrio, dice Faverón

He pensado, desde un tiempo para acá, que la poesía a la que le llaman "nuyorican" se repite a si misma ad nauseam. Pienso que tiene algo de formuláica, de facil. Pero esa era mi opinión, una cuestión de gusto personal. Mas, leyendo el blog de Gustavo Faverón, Puente Aéreo, comienzo a ver, desde unos puntos más específicos, mi malestar hacia la poesía nuyorican y tengo que aceptar que estoy de acuerdo con él, en gran medida--claro, siempre hay unas excepciones, algunos poemas/poetas nuyo que se safan y me atrapan. Dice Faverón:
La poesía contracultural, antes underground, antes marginal, antes subte, etc., se ha vuelto folclor en gran medida: recluida a su propio círculo de paredes opacas, se ha vuelto reiteración desconectada de la realidad, un pájaro que se da de cabezazos contra el mismo vidrio una vez y otra, desmoronando sus neuronas, una por una.

jueves, enero 29, 2009

saludos, sergio carlo[s]

1.
En el comienzo, me pareció cómico. Irónico. Casi poético, todo este asunto de que estuviese recibiendo correos electrónicos dirigidos a otra persona con mi mismo nombre, en esa otra isla que tan cerca está de mí, y que desconozco. Lo pensé una broma, tras leer los primeros dos, tres, cuatro. Pero, luego, tras una breve búsqueda por Google, descubrí que se trataba de un animador de televisión y radio en Santo Domingo. De un programa, que no sé si corre en las mañanas o en las noches, que tiene una fanaticada grande, y en el que, en algún momento, se proveyó una dirección de correo electrónico equivocada. Y quién sabe cuántos la apuntaron. Hasta la fecha, en un periodo de aproximadamente seis meses, he recibido 60 notas, todas breves, todas pidiendo lo mismo, unas más desesperadas que otras.
2.
En el comienzo, también, les contestaba. Intentaba aclararle que era la dirección equivocada. Que sí, me llamaba igual, pero que yo era de Puerto Rico. Que no sabía de lo que hablaban. Una, inclusive, me respondió disculpándose y explicándome acerca del programa. Otros, me respondieron llamándome antipático, reclamándome que no tenía que esconderme de ellos, amenazándome con promesas de no volver a escuchar mi show. En una ocasión, me hablaron por el Chat de Gmail. Le dije que se habían equivocado. Le expliqué todo, por enésima vez. Y la muchacha, (porque era joven, veintidós, me dijo) confesó que se sentía desencantada. Que gracias a mí, había confirmado que se trataba de un rol, un personaje que yo llevaba, que no podía creerle a nadie que escuchara en la radio, ni en la televisión, que pensaba que yo era diferente. Que era su culpa, por ser tan estúpida y tan suave.
Su comentario me pareció tremendamente sincero. Tremendamente real. Así que insistí en la explicación, insistí diciéndole por favor, créeme, te estás confundiendo, como si su súbita decepción me hiriera, como si quisiese salvaguardarla, no privarle del poquito de entretenimiento que gozaba durante las horas de mi show.
Digo, del show de Sergio Carlos.
3.
El programa se llama Chévere Nights. El nombre del individuo es Sergio Carlo. Sin la ese.
4.
Las próximas veces que me hablaron por el Chat de Gmail, confundidos, les seguí la corriente. Me preguntaron que cómo estaba. Le contesté que bien. Les pregunté que cómo estaban ellos. Y ellos me contestaron que bien, que cansados, que locos por salir del trabajo, que llegando a casa. Les dije que se cuidaran, que les agradecía que escucharan mi show. Les dije que si querían algo que me lo pidieran, y todos me pidieron lo mismo: sólo salúdame en el show de mañana, por favor. Les prometí que lo haría. Que los saludaría. Que les diría feliz cumpleaños, o feliz aniversario, o le enviaría un saludo a toda la oficina, si querían. Eres el mejor. Te lo agradecemos, me dijeron.
5.
No me saludaste el lunes, me escribió Erica el viernes de esa semana, me quedé esperando toda la noche, pensé que te habías quedado corto de tiempo, así que escuché el día después todo el programa, esperando por el saludo. Eres un tipejo, Sergio Carlos.
Tipejo.
6.
Saludos sergio carlos como estas soy una admiradora tuya desde hace ya algunos years y solo me he confromado con verte solo by Tv todas las noches por chevere nights y con eso me conformo me encantas y me facinas claro estas buenissssssssssssssssimo te mando un besote grande....
7.
Hola sergio carlos como esta, por favor saluda a mi niña que solo tienes tres años y medio y es loca contigo y con milagros y hasta que no pasa el programa no quiere dormirse, por que ella siempre esta esperando el enganche por que dice mami si te ganas el enganche me compra el carrito.un carrito q ella queria de reyes pero los reyes no pudieron dejarselo. otra cosa ella baila el paso del delfo.
con cariño y amor
l____ v____ madre
c___ m____ hija.
por favor mandale el saludo a la niña.
8.
En el comienzo me urgía responderles. Me urgía desenredar los nudos de sus equivocaciones, pero, eventualmente, le di luz verde al desinterés, a la apatía. Comencé a borrar los correos electrónicos. Muchas veces enterrándolos sin leerlos. No me afectaban a mí, para nada. No tenía por qué leerlos, leerlas. Todas esas cartas esperanzadas. Todas esos nombres anónimos que exigían una breve mención por las ondas radiales. Todas esas niñas que sólo tienen tres años y medios y que no se quieren dormir hasta escuchar mi programa. Todos esos carritos que los reyes nunca trajeron. Todo, todito, todo terminó siendo solamente un poquito de spam más.
Y, por más que me lo niegue, no puedo decir que no me abochorno de ello.

donde ocurre

No soy un fan tremendo de Updike. Quizás porque lo que he leído son sus últimas cosas, y todo el mundo me insiste en que es necesario leer la tetralogía de Rabbit. Que es su obra cumbre. O por lo menos, eso me dicen algunos. Otros me hablan de sus ensayos, de su crítica, de sus primerísimos escritos. No sé. En realidad, no creo que lo vaya a leer prontamente. Lo que sí pensaba hasta la fecha, y prefería por sobre sus novelas, era la poesía que había leído del difunto. Y, más o menos en esa misma vibra, hoy el NYTimes publicó un poema, de un libro que aún no había salido. Se titula Requiem convenientemente. Aquí lo cuelgo:
It came to me the other day:

Were I to die, no one would say,

“Oh, what a shame! So young, so full

Of promise — depths unplumbable!”

Instead, a shrug and tearless eyes

Will greet my overdue demise;

The wide response will be, I know,

“I thought he died a while ago.”

For life’s a shabby subterfuge,

And death is real, and dark, and huge.

The shock of it will register

Nowhere but where it will occur.

— JOHN UPDIKE
This poem is taken from John Updike’s forthcoming collection, “Endpoint and Other Poems.”

domingo, enero 25, 2009

poesía de vaqueros

Me gusta Clint Eastwood. Me gustaban sus películas de vaquero, me gustaba su Dirty Harry, me gustaba cualquier película en la que Eastwood fuera un asshole, porque me parecía simplemente genial. Ayer vi Gran Torino, la última película dirigida por Eastwood, en la que también protagoniza. Su personaje, Walt Kowalski, un veterano de Córea amargado, recién enviudado, es una síntesis de todos sus personajes cabrones (y racistas!) anteriores, pero con una sola diferencia: Walt Kowalski vive en el mundo real, no en una construcción hollywoodense. Vive en un barrio, que con el pasar de los años, se transformó en ghetto, y fue repoblado por una comunidad pesadamente interracial y segregada. Walt está rodeado de Hmongs, una etnia asiática que está presente en China, Tailandia, Vietnam y Cambodia, que llegó a los Estados Unidos tras la guerra de Vietnam--tras haber colaborado con los americanos en el mencionado encuentro bélico, se vieron perseguidos en Vietnam y Cambodia--y por indios, afroamericanos, y latinos.
La recomiendo a cualquier fanático de Eastwood--del Eastwood actor, del badass--porque Walt nos recuerda a Harry Callahan, al Man with No Name, a Bill Munny, y a Tommy Nowak. Pero, a diferencias de estos, Walt siente y padece su edad, su realidad, y sus prejuicios.
He escrito los dos párrafos anteriores para justificar el colgar aquí la letra de la canción titular de la película que la escribió el mismo Eastwood, y que, inclusive, la canta, en compañía del inglés Jamie Cullum, porque me parece que no sólo suena genial, sino que la letra de por si es un ejemplo de buena poesía.
So tenderly your story is
nothing more than what you see
or what you've done or will become
standing strong do you belong
in your skin; just wondering

gentle now the tender breeze blows
whispers through my Gran Torino
whistling another tired song

engine humms and bitter dreams grow
heart locked in a Gran Torino
it beats a lonely rhythm all night long
it beats a lonely rhythm all night long
it beats a lonely rhythm all night long

Realign all the stars above my head
Warning signs travel far
I drink instead on my own Oh! how I've known
the battle scars and worn out beds

gentle now a tender breeze blows
whispers through a Gran Torino
whistling another tired song

engines humm and bitter dreams grow
heart locked in a Gran Torino
it beats a lonely rhythm all night long

these streets are old they shine
with the things I've known
and breaks through the trees
their sparkling

your world is nothing more than all the tiny things you've left behind

So tenderly your story is
nothing more than what you see
or what you've done or will become
standing strong do you belong
in your skin; just wondering

gentle now a tender breeze blows
whispers through the Gran Torino
whistling another tired song
engines humm and bitter dreams grow
a heart locked in a Gran Torino
it beats a lonely rhythm all night long

may I be so bold and stay
I need someone to hold
that shudders my skin
their sparkling

your world is nothing more than all the tiny things you've left behind

so realign all the stars above my head
warning signs travel far
i drink instead on my own oh how I've known
the battle scars and worn out beds

gentle now a tender breeze blows
whispers through the Gran Torino
whistling another tired song
engines humm and better dreams grow
heart locked in a Gran Torino
it beats a lonely rhythm all night long
it beats a lonely rhythm all night long
it beats a lonely rhythm all night long

sábado, enero 24, 2009

náyade, una reseña

1.
Náyade se empieza a leer como se leen muchas otras novelas en las que el personaje está maldito por el recuerdo de una mujer dañina: con su regreso, por supuesto. Un retorno telefónico, en este caso, que le trae devuelta a Matías Rodríguez, el protagonista, el golpe de agua y recuerdos de lo que significó Cibel—la mujer dañina—y que le recuerda que tienen una cita y que espera que se presente. Matías acepta, instantáneamente, sin querer queriendo, como diría el Chavo. “…hay acuerdos con los que es mejor cumplir para tacharlos de la lista de cosas por hacer”, dice y se lamenta de haber vivido todo lo que vivió, de haber conocido a Cibel y a Estela.
Es un comienzo natural para este tipo de historias escrito en una prosa limpia que evita pesados adornos, y narrada en una primera persona que intenta darle voz a un personaje coloquial y distinto. ¿Distinto? ¿Distinto cómo? Pues, resulta que lo que hace a Matías Rodríguez ser Matías es, nada más y nada menos que, su enfermiza afición por el sexo. Y no me refiero de una forma poética, admiradora de cuerpos, no. Matías es un enfermo sexual, o mejor dicho, un vicioso sexual, que trabaja en una oficina gubernamental de permisos y cuyos únicos logros son sus conquistas nocturnas, su habilidad para polvos pasajeros.
Y creo que el autor, Jorge Ariel Valentine, logra su acometido hasta cierto punto. La voz de Matías no es una voz de un aficionado de la cultura, o de un lector de novelas, ni siquiera la de un observador mordaz de la naturaleza humana. Es una voz regida por sus huevos, por la bellaquera. Lo que quiero decir es que es una voz que resulta verosímil, excepto en algunas ocasiones, pocas, en las que el autor quiebra la voz de su personaje, que arremete contra él como para subrayar la voz del mismo. No sé si me explico. Desde un principio sabemos que Matías es el tipo de hombre que va a una librería para ver la sección de erótica, para ver revistas, para intentar librar una canita, y, sin embargo, el autor—por que no es Matías en estos diminutos lapsos—insiste en humillarlo, para marcarlo. En una ocasión que le mencionan El Código Da Vinci, Matías comenta: Hice el intento, pero lo encontré tan difícil que no pude pasar de la segunda página (p. 40), en otra, durante una conversación entre dos estudiantes, “…conversaban sobre un tal Kubrick. Cibel dijo que prefería A Clockwork Orange mientras Estela acusó al Kubrick de prepotente y abusivo con la cámara… La verdad es que a mí, ni una cosa ni la otra me importaba sobre el tal Cubris (p.90)”, en este fragmento es la mal pronunciación del apellido en la última ocasión, después de mencionarlo dos veces en su relato de la experiencia, lo que me resulta inconsistente de parte del autor, que me destruye totalmente el suspensión of disbeliefque había logrado anteriormente. Por otro lado, en otro fragmento, al referirse a una aficionada escritora de talleres literarios, el personaje—que nos ha hecho claro suficientes veces que no ha leído un libro que no fuese un compendio en su vida—dice perspicazmente: supuse que se había encontrado a otro Luis Rafael Sánchez de la vida y lo hizo su esclavo sexual (p. 69).
No quiero que se entienda que estos pequeños fallos, que aunque distraen al lector en una que otra ocasión, dañan la experiencia, pues son minimalizados por los aciertos en las observaciones del personaje, observaciones que nos devuelven la verosimilitud, su dimensión. Por ejemplo, al inmiscuirse con una serie de muchachitas universitarias, al estar en el medio de tantas conversaciones cuyos temas le eludían, se pregunta: ¿Cómo era posible que dos niñas supiesen tanto sobre cosas que yo jamás había visto? Incluso, llegué a pensar que había perdido mucho tiempo en otros asuntos que a ninguna importaban (p. 90).
2.
Náyade se empieza a leer como se leen muchas otras novelas en las que el personaje está maldito por el recuerdo de una mujer dañina, y, si falta la paciencia, se podría pensar que es sólo eso. Pero luego de algunas páginas, que pueden parecer cacofónicas, en las que Matías relata lo que parece ser un inventario de sus conquistas, por fin llegamos a su relación con Cibel, que es la carne del libro, lo que nos enamora, no por que ella sea un personaje nunca antes visto, me recuerda a La Maga de Cortazar, o a Sabina de Kundera, sino por cómo reacciona Matías ante su juventud, ante sus revueltas. Poco a poco, el viejo-verde-adicto-sexual Matías comienza a transformarse, comienza a cambiar, a mutarse. Y este cambio no lo toma desprevenido, él lo ve venir, intenta evitarlo pero no con el suficiente ahínco para hacerlo, hay demasiado sobre sus hombros, demasiados fantasmas (la presencia opresiva de su madre, la agresividad de su hermano ausente) que lo urgen a dejarse llevar. En sus subsiguientes intentos de estar con otras mujeres, Matías se encuentra incapaz, casi como si la Cibel lo hubiese embrujado, como si él fuera el semi-dios Atys, que se castra a si mismo tras ser llevado a la locura por su madre y amante Cibeles. Matías, comenzamos a ver, parece haber llegado a su limite, donde Cibel juega el siniestro papel de guardarraya.
3.
En ocasiones, mientras leía la novela, no podía evitar pensar en El Libro de la Rabia de Juan Antonio Ramos (2006). Las dos obras tienen muchos elementos en común: las exploraciones de las masculinidades normativas, el recorrido del área metropolitana, el protagonista cincuentón preocupado por su virilidad. Sin embargo, pienso la obra de Jorge Ariel Valentine superior a la de Ramos, en la que el personaje es chato y unidimensional, y en la cual las instancias sexuales parecen obligadas, cansadas. Todo lo contrario en Náyade.
4.
Siento la necesidad de mencionar la habilidad de Valentine con la palabra, de aplaudir sus saltos a flashbacks a través de transiciones casi cinematográficas:
Y entre el humo, las mujeres: y era Sandra riendo mientras me señalaba, y era la chica del tiempo y sus tetas flotando frente al mapa de cuerpos sobre la alfombra, y era la Vanesa abrazada a la cubana, fuerte, como las raíces de un árbol que crece y crece en una tierra negra, honda, húmeda. El mundo comenzó a girar, vi las lenguas nuevamente mojándose, recorriendo lo que era mío. La ceniza del cigarrillo en el brazo me trajo de vuelta a la sala del apartamento que me jugó otra mala broma(p. 76).
Su retrato del área metropolitana también me parece bien logrado, puesto que es un retrato sutil. Es una ciudad que se abre ante los ojos del lector mientras el personaje la camina, o la recorre en tren. Es una ciudad que se lee en relación con lo contado, y no en la otra dirección, cómo sucede a veces.
5.
Náyade se empieza a leer como se leen muchas otras novelas en las que el personaje está maldito por el recuerdo de una mujer dañina, y, no tengo que mentir, eso justamente es la novela. No nos cuenta una historia realmente nueva, pero lo que importa no es la idea de la trama, no es la originalidad, sino lo que se hace con ella. Y Jorge Ariel Valentine reescribe esa idea básica y nos presenta un personaje que logra, no sé en qué momento, deslizarse por debajo de nuestro desinterés y apatía.
Náyade, por Jorge Ariel Valentine, no es una gran novela. Quizás puede que no sea ni una buena novela. Pero es una novela interesante y entretenida—lo suficiente para leerse en una sola tarde—con un personaje que eventualmente te atrapa y te hace preocuparte.

[Náyade fue publicada por Terranova Editores a principios de este año, 2009]

viernes, enero 23, 2009

Madrugada de Jueves, dixit Rivera Garza

Del blog de Cristina Rivera Garza, No hay tal lugar:
MADRUGADA DE JUEVES
[en Hasta Atrás, sección de la revista Día Siete]
Un Joven Extranjero me planteaba no hace mucho la temida pregunta: “¿Cómo se vuelve uno escritor?” Atajándome la posibilidad de una salida fácil, se contestaba de inmediato: “Por los libros, diría Marguerite Duras”. Y añadía, porque sabía de buena fuente que compartía esa creencia: “Tu Marguerite Duras”. La carta no era larga pero continuaba con sus cuestionamientos: si había tantas personas “rompiendo las noches entre las páginas de libros”, “acercando los lomos para olfatear la humedad y la tinta”, ¿cómo era que no todos se levantaban “en la madrugada de un jueves diciéndose: escribiré una novela”? “¿Será que me falta vida?”, ponderaba.
Me pregunto lo mismo con frecuencia, a decir verdad. Me lo pregunto con la fuerza de alguien que, ciertos jueves, especialmente de madrugada, desea empujar la puerta para poder salir, de una vez y para siempre, y no con la ansiedad del que planea entrar. ¿Es un escritor el que, de viaje por una ciudad de ensueño, se encierra en una habitación roja para poder desarrollar, ahora que en contra de toda predicción ocurre otra vez, ahora que tiene tiempo, la historia que se quedó en embrión apenas meses antes, en otro lugar? El que escucha los sonidos de la calle desde un quinto piso y ve la luz natural sólo de reojo mientras no puede despegar los ojos de la pantalla ni los dedos del teclado ¿es un escritor o un adicto o un monstruo? ¿Iba yo a decirle al Joven Extranjero de verdad, honestamente y sin agachar la vista que esas muchas demasiadas horas en que ocurre poca cosa más allá de la más estricta inmovilidad eran, en realidad, horas deseables? ¿Podía decirle, en un arranque de sinceridad, que esos jueves de madrugada no estaba yo, como tantos cientos de miles de otros, empujando la puerta para poder entrar y no, como dije al inicio de este párrafo, para salir?
Marguerite Duras, que ha escrito tantas cosas exactas, también escribió una frase que me persigue desde que la leí por primera vez. Anotaba, en su libro Escribir, que escribir es eso “que escribiríamos en caso de que escribiéramos”. Inagotable e inquietante a la vez, la frase no se le escapó a Vila-Matas en el ensayo que le dedica a la escritora francesa en su libro Desde la ciudad nerviosa. ¿Qué eso que “escribiríamos en caso de que escribiéramos”? El uso del condicional y el subjuntivo colocan al lector, presunto interrogante, entre la espada y la pared. Cruel, porque lo era, y directa por sobre todas las cosas, Duras parece decir que la respuesta a esa interrogante, de existir, no está fuera del presente, que es el único tiempo posible de la creación, y luego entonces, no está fuera del acto mismo material y concreto de la escritura. Serpiente que se muerde la cola. Látigo de Stein. Lo que acontece aquí, en caso de. Cuando la suerte. Cuando la duda. Cuando la espalda se inclina sobre una máquina y los dedos pulsan unas cuantas teclas. Cuando el cuerpo.
¿Quiere esto decir que le estoy diciendo al Joven Extranjero que se deje ya de tanta sobada pregunta y que se siente, cual debe, frente a su pantalla, sea o no sea jueves, sea o no de madrugada, y se ponga a presionar teclas una y otra vez, una y otra y una, sin garantía alguna pero con la única convicción de que, si existe respuesta, sólo la escritura le dirá lo que escribiría en caso de que escribiera? En cierto sentido, dicho sea esto con todo respeto, eso es lo que estoy escribiendo esta madrugada, efectivamente de jueves, al Joven Extranjero.

sábado, enero 10, 2009

invierno, 3: el primer indio en la luna

1.
Desde hace un año, casi dos, he estado leyendo al escritor nativo-americano Sherman Alexie, a quien descubrí a través de Norma, que, por su parte, lo descubrió a través de la profesora del Departamento de Inglés Diane Accaria. Leí sus cuentos, su novela Flight, y, hace algunos meses, mientras en Utuado, comencé a leer una antología de su poesía—sólo había leído algunos poemas a través del Internet, anteriormente—llamada First Indian on the Moon, que me golpeó de sorpresa, que me tomó de los brazos, me amarró a un poste y me obligó a tragármela.
Se podría calificar su poesía de étnica, porque lo es, de cierto modo. Tan étnico como puede ser una poesía que habla de todo sin salirse de ese mundo desconocido que es la reservación Spokane en los Estados Unidos. Supongo que también se le podría llamar glocal, ese término tan popular con el que se embiste para hablar de la globalización, de hacer un producto global, sin desaferrarse de lo local, o algo por el estilo. Porque eso es lo que hace el señor Alexie, nacido en el 1966. Habla de todo, habla del desencanto de las generaciones jóvenes, habla del encajamiento de las generaciones todas, habla del malestar de la cultura de los nativos americanos, de las diarreas de la cultura estadounidense, y, sin querer hacerlo, habla tanto de la situación cultural puertorriqueña—claro, simplemente hay que reemplazar las localidades mencionadas por unas isleñas, cambiar a sus héroes de guerra por los nuestros, y listo.
2.
Un elemento que tiene en común con otros poetas que me gustan es que muchos de sus poemas suelen abandonar los excesos para hablar en una forma casi prosaica. Sus riquísimas imágenes, dichas de una forma casi sin adornos, se van mezclando con pedazos de noticias, con gruesos párrafos de información que de alguna forma endurecen y enriquecen los pocos ‘versos’.
No suelo escribir poesía, porque no le encuentro la vuelta, y sin embargo, desde hace algún tiempo he estado jugando a traducirla. Y, de mis primeros juegos, los más que me gustaron fueron los que logré con Sherman, porque casi siempre se puede traducir sin perder lo duro del poema.
Dos de estas traducciones aparecieron esta madrugada en Derivas. Donde, desde principio del 2009, se han estado publicando traducciones al español de distintos poetas, la mayoría de las cuales están excelentes. Pueden encontrar joyas desde William Carlos Williams hasta Jack Kerouac (de quién Margarita Pintado tradujo Bowery Blues, uno de mis poemas favoritos del individuo, y logra conservar el flor del original). Los invito a darse la vuelta, a leerlos, a comentarlos—siempre comenten. El link, para los que no pulsaron arriba, es http://derivas.net.
3.
Les dejo aquí, en inglés, uno de los poemas que subieron a Derivas:
Poverty of Mirrors
You wake these mornings alone and nothing
can be forgiven; you drink the last
swallow of warm beer from the can
beside the bed, tell the stranger sleeping
on the floor to go home. It's too easy

to be no one with nothing to do, only
slightly worried about the light bill
more concerned with how dark day gets.

You walk alone on moist pavement wondering
what color rain is in the country.
Does the world out there revolve around rooms
without doors or windows? Centering the mirror
you found in the trash, walls seem closer
and you can never find the right way

out, so you open the fridge again
for a beer, find only rancid milk and drink it
whole. This all tastes too familar.

jueves, enero 08, 2009

invierno, 2: extranjería

Extranjeros, les llamo, al verlos entrar, riéndose en grupo. Pronunciándolo todo con su lengua anglosajona… No, me equivoco, me escucho corrigiéndome.
No son extranjeros: son gringos.
No sé por qué hago esta distinción, y la hago sólo cuando intento traducir la escena al papel. Hay cosas que se le permite a la extranjería, escribo, errores que ellos pueden cometer con impunidad, y los gringos no.
Es cosa rara, eso.
Un prejuicio tonto. Inmaduro, quizás.
Tacho esa línea, la de los gringos, en la libreta. Mas, ahora, en su no-estar, la línea me parece más contundente. Piensa, antes de escribir, Sergio.
Me incomoda que el guía—un estudiante al que le pagan por llevar al grupo de gringos de aquí pa’ allá—les explique con una sonrisa que tenemos un ‘very close relationship with the US of A’, así les llama, Us of A, y casi me parece que está orgulloso. Me enerva (¿por qué? ¿desde cuándo me importa?). Ellos le sonríen, tiran de sus hombros y siguen hablando entre si, porque no les interesa un comino. Yo los estudio, desde acá, en silencio, porque algún día seré yo el extranjero.
Poco a poco la masa heterogénea se deshace en pequeños grupos de semejantes. ¿Cuántos de ellos se considerarán ‘american’? Me pregunto. Sin prefijos, sin aclaraciones de procedencia. ¿Lo harán los cinco negros que se apartan hacia acá, hacia dónde yo estoy? ¿Los siete coreanos que se sientan en la hilera de mesas de a dos que está más a la izquierda? ¿Los dos muchachos espejuelados, que me parecen filipinos, y que se susurran entre ellos?
Un muchacho rubio le pregunta al guía como se dice hamburger en español, antes de pedir. Otro, igual de rubio, le pregunta a una muchacha coreana, bajita, gordita, abiertamente tímida, cómo se dice quién-sabe-qué en coreano. Ella le responde, él se vira, se ríe. Sigo comiendo, observando. Las muchacha coreanas, la que tradujo y su compañera, que conversaban en perfecto inglés hasta el momento, cambian, de improviso, al idioma de sus padres. Sigo comiendo. Los filipinos también conversan en otro idioma. Bebo lo que queda en mi vaso.
Escribo: Todo esto debe significar algo. La indiferencia, la alternancia repentina de idiomas. Pero, al no lograr descifrar qué específicamente, dejo el escrito a mitad.

miércoles, enero 07, 2009

¿cómo se traduce master?

De la nada surgen, a veces, como violadores en serie de recintos universitarios, canciones que traspasan los portones, violan las cerraduras, y se instalan en nuestras más profundas habitaciones esperando porque lleguemos, cansados[as] del trabajo o de la universidad o del centro comercial o del jangueo, para sorprendernos, para tomar lo nuestro como suyo, para ponerle nombre a lo que uno siempre pensó tocayo, canciones monstruos, canciones-castraciones; después de las cuales todo es diferente, después de las cuales es fácil identificar al otro, es posible pronunciar lo anterior y lo subsiguiente. Una de estas, que me tomó por sorpresa un verano hace dos años, en el carro de un compañero de trabajo-amigo fue Master Song, de Leonard Cohen, y, para no decir más, aquí la amarro.

I believe that you heard your master sing
when I was sick in bed.
I suppose that he told you everything
that I keep locked away in my head.
Your master took you traveling,
well at least that's what you said.
And now do you come back to bring
your prisoner wine and bread?

You met him at some temple, where
they take your clothes at the door.
He was just a numberless man in a chair
who'd just come back from the war.
And you wrap up his tired face in your hair
and he hands you the apple core.
Then he touches your lips now so suddenly bare
of all the kisses we put on some time before.

And he gave you a German Shepherd to walk
with a collar of leather and nails,
and he never once made you explain or talk
about all of the little details,
such as who had a worm and who had a rock,
and who had you through the mails.
Now your love is a secret all over the block,
and it never stops not even when your master fails.

And he took you up in his aeroplane,
which he flew without any hands,
and you cruised above the ribbons of rain
that drove the crowd from the stands.
Then he killed the lights in a lonely Lane
and, an ape with angel glands,
erased the final wisps of pain
with the music of rubber bands.

And now I hear your master sing,
you kneel for him to come.
His body is a golden string
that your body is hanging from.
His body is a golden string,
my body has grown numb.
Oh now you hear your master sing,
your shirt is all undone.

And will you kneel beside this bed
that we polished so long ago,
before your master chose instead
to make my bed of snow?
Your eyes are wild and your knuckles are red
and you're speaking far too low.
No I can't make out what your master said
before he made you go.

Then I think you're playing far too rough
for a lady who's been to the moon;
I've lain by this window long enough
to get used to an empty room.
And your love is some dust in an old man's cuff
who is tapping his foot to a tune,
and your thighs are a ruin, you want too much,
let's say you came back some time too soon.

I loved your master perfectly
I taught him all that he knew.
He was starving in some deep mystery
like a man who is sure what is true.
And I sent you to him with my guarantee
I could teach him something new,
and I taught him how you would long for me
no matter what he said no matter what you'd do.

I believe that you heard your master sing
while I was sick in bed,
I'm sure that he told you everything
I must keep locked away in my head.
Your master took you traveling,
well at least that's what you said,
And now do you come back to bring
your prisoner wine and bread?
Master Song, Leonard Cohen

cita: contraespectáculo, dice McCarthy

Perhaps in the world's destruction it would be possible at last to see how it was made. Oceans, mountains. The ponderous counterspectacle of things ceasing to be. The sweeping waste, hydroptic and coldly secular. The silence.
The Road, Cormac McCarthy

martes, enero 06, 2009

alerta azul

Téngase en mente que cuando recomiendo algo en este blog, no garantizo, en lo absoluto, el gusto universal (no sé ni por qué me molesto en decirlo, totalmente innecesario, totalmente obvio). Específicamente cuando hablo de música, puesto que mis preferencias musicales tienden a torcerse hacia la música lenta, hacia el jazz, hacia las letras profundas, o simplemente a cosas que se me filtran y me llegan más adentro de lo normal. Hago esa aclaración antes de comentar el disco Blue Alert, de Anjani Thomas.
No se trata de un CD nuevo. Blue Alertya debe cumplir dos o tres años, pero me tropecé con él hace casi seis meses, a través de la web de Leonard Cohen, quien la recomendaba. Normalmente ignoro este tipo de publicidad de un músico a otro, pero como Cohen es uno de mis maestros, decidí conseguirlo.
Sucede que Anjani había sido corista y colaboracionista de Cohen. Su presencia es marcada en Dear Heather, el último disco del septuagenario, dónde muchas de las canciones nacieron de un esfuerzo dual.
De un esfuerzo dual también surgió la canción titular del disco de Anjani, Blue Alert, que fue escrita por don Cohen. También produjo el disco, y cedió algunos de sus poemas para que la cantante hawaiana los musicalizara, como es el caso de Nightingale.
La voz de Anjani, o el flow, es lo que me gusta. Es una voz suave, casi blues-iana, folk-y, y desde que la escuché por primera vez se me pareció en algo a Cohen. Un Cohen femenino, suave, más relajado. Un Cohen sexy, pelilargo y pelinegro. Las letras son simplemente geniales. Por ejemplo,
“There’s perfume burning in the air/bits of beauty everywhere/shrapnel flying; soldier hit the dirt/She comes so close. You feel her then/ She tells you No and No again/ Your lip is cut on the edge of her pleated skirt/ Blue Alert.” (Blue Alert) o “Fare the well my nightingale/ I lived but to be near you/ Though you are singing somewhere still/ I can no longer hear you” (Nightingale, del poema de Cohen). Pensaba dejarle un vídeo de Youtube de Anjani cantando alguna de sus canciones, pero no logro encontrarla sola. En su website pueden escuchar la mayor parte del disco. Mientras tanto, amarro aquí otro vídeo, de Anjani y don Cohen cantando Whither Thou Guest.

Tiempo y Espacio, II

Aquí la segunda parte del documental que se está haciendo de la revista Agentes Catalíticos. Me parece más un reality show que un documental cada vez más y más, pero ¿qué importa? Todos decidimos hacerlo: se trata de experimentar con la cuestión, de entretenernos con la literatura, con nuestra revista, con el proceso que es a veces tan lento y tedioso. Les recuerdo a los interesados en comprarla que pueden conseguirla en las librerías de Río Piedras, o en Borders, dónde la esconden en la sección de literatura, bajo la V, de Varios Autores. ¿Quién diablos la buscaría allá atrás? O, si son de fuera de la isla, pueden enviarme un mail y disparamos por correo, por el mismo precio de la revista, que son 14.99 dólares.

lunes, enero 05, 2009

bypass

You thought you were at the end of the tunnel, didn’t you? Well, you were not. No need for me to say it, and yet things are better in the open, pronounced, dressed and petrified in the cells we call words. You’ve found another way. I first thought it was a shortcut, but now that I think about it, it wasn’t. It was anything but short. A long, harrowing and twisted black tar road that intercepted your own walk. That slow and forgiving walk of yours. That empty gait, that sad limp behind which you’ve hidden so much, because of which you’ve lost so much.
I say run, my friend, I say run and run fast.