miércoles, diciembre 28, 2016

lecciones para el fin del mundo, una columna




Lecciones para el fin del mundo

En diciembre del noventa y nueve tenía trece años, pero ya a horas de año viejo estaba listo para un muy difícil resto de mi vida. Días antes me informaron que pasaríamos el 31 en Borinquen Pradera, y, aunque aún no apreciaba la ruralía cagüeña, me alegré. Supe inmediatamente que aquel campo sería idóneo para el último día.
En Bairoa, donde vivía, todo se habría dificultado. Las urbanizaciones no estaban hechas para el fin del mundo. ¿Qué hacer cuando se agotaran la comida enlatada, las bolsas genéricas de cereales, y la inmensa caja industrial de galletas que una compañía le dio a mi familia años antes tras la aparición de un engranaje de hierro dentro de un bizcochito con el que casi me atragantaba?
El campo, sin embargo, le prometía al gordito deprimido y míope que fui, la posibilidad de una larga subsistencia. Conocía los alrededores lo suficientemente bien como para armar una dieta supervivencialista. Alrededor de la parcela familiar había matas de plátano, guineos, gandules, demasiadas gallinas, y un árbol de mangó.
Sin que nadie se enterara, preparé una mochila en la que no sólo estaba lo de siempre, mis libros, libretas de escritura, lápices mecánicos, y mi Gameboy con baterías de repuesta. Añadí además una botella de agua, mi almohada favorita, un cambio de ropa y un cuchillo de mantequilla.
Me acosté a dormir a las 11:40 en balde. Las explosiones que me despertaron no fueron las de un mundo predeterminado haciéndose trizas a fuerza del Y2K y el meteorito de Nostradamus. Fueron las de los gritos, llantos y petardos que suelen acompañar el fin de año. Desperté decepcionado.
Hace poco me tropecé con mi diario de entonces, donde anoté los preparativos. Recordaba hacerlo. Lo que no recordaba era la inscripción que hice el 1 de enero del 2000 a las 12:10, antes de salir a enfrentar a padres, hermanos, tíos, y primos, en una letra extremadamente cuidada: “Debe haber algo más que simplemente aprender a bregar”.

miércoles, diciembre 07, 2016

lo que se va vuelve absurdo, dice daniel sada


Tanto los abandonos como lo retornos ¿dan lo mismo?: tienen una semejanza tan sutil por ser quizás como círculos maltrechos, e incompletos de resultas, que, empero, vistos de pronto dal el relumbrón de un trance incorregible y, por ende, dizque ya definitivo. Lo que amenaza con irse por lo común no se va ya y lo que por un agravio o por un simple capricho se va lejos ¿para siempre?, vuelve siempre, vuelve absurdo e inclusive peor que antes. Pero aquello que se va de a deveras, y de pronto, puede ser que se engrandezca o tal vez hasta renazca, sin embargo, ha de volver a ser substancia, la misma, la de acá: allá: cual río arriba, que jamás se hubiese ido…
dixit Daniel Sada en Porque parece mentira la verdad nunca se sabe

jueves, diciembre 01, 2016

good people, un relato

Hace un mes, el primero de noviembre del 2016, el Brooklyn Rail publicó uno de mis pocos cuentos, Good People. Acá les dejo el link y el inicio del relato.
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Good people


Maritere walked into the Caguas branch of The Creamery where ice cream meets heaven with the baby in her arms and María C., her cousin, to her side, and there she was once again talking the latter’s ear off with the same indiscriminate ardor that she put into anything, whether it was that beautiful purple dress she wore for prom two years ago, or that bendita grocery list that she always forgot when she actually went shopping, but which, even if she had taken with her, she wouldn’t have been able to purchase in its entirety because, like she repeated over and over, las cosas están bien malas. That said, perhaps that one Wednesday the tone was right. It just so happened that, as she was in the process of revealing, she hadn’t gotten her period that week, nor the previous one, and let’s not even mention the one before that. This could only mean one thing, and that one thing, you can imagine, would’ve definitely thrown a wrench into any well-oiled machine, and hers was far from well-oiled and already pretty wrenched out.
She whispered that last part, and nudged her head to the tender bag of skin and bones held warmly against her chest, hoping to not wake it up. If awake, it would start asking to be fed and she couldn’t bear it anymore. She didn’t say it out loud. She’d done so two days ago and her mother, with whom she lived, had overheard and slapped her across the face and gave her a sermon and that was the first time that had happened in a long, long time. But the truth was that her nipples were so sore and whenever the baby was sucking on her it made her feel like a huge, silver, scrunched up Capri-sun. That image actually came up in her nightmares and it scared her senseless. She knew it wasn’t logical, but she was afraid she would run dry and the baby would continue sucking and sucking and she’d be emptied out. And being emptied out and sola was the worst thing she could imagine in the whole world...

domingo, noviembre 27, 2016

perplejidad, una columna


En una ponencia que ofreció en Los Ángeles días después de las elecciones y que luego compartió en línea, el crítico Jaime Rodríguez Matos hizo un llamado a la perplejidad.

Su argumento era complejo y recorría caminos que ni en mapa cabrían aquí, pero a su centro había un llamado a rehuir de la certeza, a no eliminar el inevitable momento de perplejidad, de sorpresa, que nos secuestra ante sucesos como la victoria electoral de Trump. Abrazar ese momento en el que estamos perplejos, perdidos, en suspenso, implica resistirse a la simplificación, postergar un juicio final.

Se podría decir que no es tan fácil. Y no lo es. Resistirse a la certeza es casi imposible hoy ante la exposición sin fin ni condiciones de las redes sociales. Ese espacio en el que nos vemos obligados a producir y consumir opiniones (mientras más grandilocuentes mejor) sobre el más mínimo evento, a toda hora y en todo momento.

Es casi imposible, también, ante la victoria de alguien como el futuro presidente, tras la cual insta movilizarse, colaborar.

Por eso hay que recalcar que la perplejidad en cuestión no llama a quedarse quieto y encerrarse a pensar la inmortalidad del cangrejo. Todo lo contrario: recomienda, en todo caso, la disciplina del evitar “sabérsela toda”, del resistirse a pensarse poseedor de un único plan de acción, del aceptarse sorprendido y, en vez de ofrecer certezas, de vez en cuando ofrecer el cuerpo y colocarlo en los lugares en los que importa.

Como algunos saben, vivo en un pequeñísimo poblado perdido en la ruralía estadounidense. Un poblado que, hace mes y medio, estábamos seguros había logrado resistir el romance trompista. La semana pasada, la casa de un colega judío amaneció vandalizada. Una nota clavada a su puerta les prometía ¿o deseaba? su muerte.

Sucesos similares han ocurrido en otros lugares, lo sé. Pero aún así, la perplejidad parece ser un buen lugar del cual partir a lo que se avecina.

martes, octubre 25, 2016

las sobras, una columna


Vivo en un pequeñísimo poblado universitario perdido en la ruralía estadounidense. Es un pueblo históricamente progre, racialmente más diverso que el promedio de las áreas no metropolitanas del estado, oficialmente integrado desde sus inicios y orgulloso de su legado abolicionista. Tiene escuelas públicas decentes, impuestos altísimos, una amplia oferta cultural y una economía relativamente saludable que gira en torno a la universidad y a un centro de la Administración Federal de Aviación. Es decir, en el actual panorama electoral, no encaja con el espectro de lo rural que ha estado recorriendo el país, y al cual se ha achacado el ascenso de Trump.
No obstante, si rebasas sus fronteras y visitas los aledaños comenzarás a ver los letreritos TRUMP/PENCE clavados frente a decenas de residencias. Más o menos siete de cada diez de estos, según conté el domingo en una encuesta altamente ineficaz, están frente a casas desmejoradas en poblados fantasmas, en los cuales las fachadas de viejas tienditas, al igual que de grandes fábricas, permanecen como recuerdos de una época pasada. Aún para mí, que tengo cero conexión con el lugar, es difícil no detenerme y mirarlo todo con cierta nostalgia, imaginar aquella ruina como cosa viva. Cuando pasé, quedaban dos tiendas activas: una casa de empeño, que decía tener el mejor precio para el oro en el estado, y una gasolinera.
Estas partes figuran como uno de los destinos recurrentes de Trump. De hecho, los motores principales de su candidatura han hecho combustible de esa nostalgia, alimentándose de la indignación, mil prejuicios, un sentimiento de solidaridad proletaria rechazada por izquierdistas bienpensantes, y una rabia honda y milenaria.
Estos poblados son las sobras incómodas de cambios económicos que comenzaron hacia finales de los setentas y despuntaron en las décadas siguientes. Sobras salvajes que ni el imaginario cultural estadounidense actual ni el político pueden incorporar. Sobras indeseables que hoy, que las encuestas comienzan a calmar el pánico “trumpista”, muchos parecen demasiado felices de volver a ignorar.

miércoles, octubre 12, 2016

la tiranía de la contingencia, así le dice roth a la biografía


Sometime you're lucky and sometimes you're not. Any biography is chance, and, beginning at conception, chance - the tyranny of contingency - is everything.--dice Phillip Roth en una de sus últimas novelitas (mongas), Nemesis.

lunes, octubre 10, 2016

tres elementos claves del moralismo curioso de foucault

Te mencionaba anteriormente los tres elementos de mi moral. Estos son (1) la negación a aceptar como evidente las cosas que se nos proponen; (2) la necesidad de analizar y conocer, dado que no podemos llevar a cabo nada sin la reflexión y el entendimiento – de ahí el principio de curiosidad; y (3) el principio de innovación: buscar en nuestras reflexiones aquellas cosas que nunca han sido pensadas o imaginadas. En resumen: negación, curiosidad, innovación--dijo alguna vez Michel Foucault, en una entrevista que traduce la gente de Lobo suelto!

martes, octubre 04, 2016

tendrás idea de que perteneces a una época, pregunta roth

...but history will catch you in the end. Because history is not the background--history is the stage. And you are on the stage! Oh, how sickening is your appalling ignorance of your own times!...What kind of time do you think you belong to, anyway? Can you answer? Do you know? Do you have any idea that you belong to a time at all?--La pregunta viene de un presidente universitario harto conservador y bélico, que le grita a un salón lleno de alumnos universitarios en los años cincuenta quienes recientemente han sufrido de una bellaquera masiva que los hizo asaltar los closets de las estudiantes mujeres y robarse toda la ropa interior. Es plena guerra de Corea y soldados de ambos bandos caen como moscas. La universidad, en ese sentido, sirve como un refugio. Un refugio bastante terrible, pa'l protagnista, pero refugio nonetheless. Aunque la novela como tal me resbaló un poquito, este pedacito se me quedó retumbando, descontextualizado, y, cuando regresé a él, me pareció bastante "timely", como se dice. Ah, y es el Philip Roth en Indignation

martes, septiembre 27, 2016

fuga, una columna


La fuga del italiano Andrea Granchi.
El otro día una señora, popular rajatabla, me comentó que votaría por uno de los dos candidatos independientes a la gobernación. Tan pronto lo dijo, comencé a explicarle por qué pensaba que ese candidato era un muñeco de paja, pero, de repente, me detuve. ¿Había escuchado bien? La señora votaría por un candidato que no pertenecía al PPD.

Le volví a preguntar. Y resultó que sí, en algún momento entre agosto y septiembre, la doña decidió darle fin a una tradición que, en su familia, era ya más maña que discurso, más costumbre que ideología, un hábito que databa más de cincuenta años y se remontaba a alguna tarde en que Muñoz Marín entregó una parcela a un padre con un platanal de hijos.

No era que la persuadieron, ni que le llegaron las palabras del candidato. De hecho, era simplemente que “estaba harta”. No importaba que ganara su candidato, dijo, “como quiera no va a incumbir quién gobierne, por la Junta esa”. Así que, “que se chaven los de siempre”, remató.

Más o menos entre esos meses en los que decidió quebrar con la costumbre populete, estuve siguiendo por Facebook a unas cuantas personas que, ya fuera en el Campamento contra la Junta, en el piquete del 31 de agosto en Condado, u otras protestas, iban transformando la mera curiosidad, o la perreta virtual en acto, poco a poco articulando una nueva serie de prácticas, nuevas mañas para una nueva época.

No importaba que duraran lo que la marcha o la foto, o si marcaron el comienzo de una nueva rutina manifestante. Lo que sí importa es que, como en el caso de la señora, implicaron una interrupción a la monotonía, un corto circuito a la mala costumbre que muchos coincidimos no puede continuar y, por lo tanto, la apertura de una línea de fuga.

Es cierto que toda línea de fuga es ambivalente, potencia que tumba o se descarrila, pero aun así es fuga y eso, de por sí, es avance.

miércoles, septiembre 14, 2016

la llegada a la vejez es engañosa, decía ramos otero


La foto sale de acá.
La llegada de la vejez es engañosa. Yo esperaba que de momento tuviera unas respuestas acertadas sobre el destino, sin saber que la sabiduría es un proceso inútil de responsabilidades a los que se llega ingenuo porque nunca se tiene la misma edad dos veces y todas las edades nos sorprenden con su inconfundible ignorancia--decía Manuel Ramos Otero, en "Descuento".

viernes, septiembre 09, 2016

pequeñas pirámides de verdad, escribe sherwood anderson


Alone in his musty office in the Heffner Block above Paris Dry Goods Company's store, he worked ceaselessly, building up something that he himself destroyed. Little pyramids of truth he erected and after erecting knocked them down again [so] that he might have the truths to erect other pyramids--Paper Pills de Sherwood Anderson

sábado, agosto 27, 2016

que las palabras nombren nuevamente todo aquello que irradia porque escuece, dijo d. sada

Escúchame, alma mía, aunque sea al ce por be
Que las palabras nombren nuevamente
todo aquello que irradia porque escuece
Que atisben para siempre en lo inaudito
y a la postre lo absuelvan


Ya veremos qué pasa

--Daniel Sada, "Opúsculo número 30", El amor es cobrizo. 

miércoles, agosto 24, 2016

buscabuya, una columna

Compañero buscabuya, peleón sin razón, y pugilista feisbuquero, porfa, préstame un segundito de tu tiempo.

Te escribo tras harta consideración, después de decenas de ocasiones en el pasado mes en el que, sin aviso, me descubrí en conversaciones y debates con los tuyos y tú que terminaron por colmar el pequeño espacio en mi corazón que les guardo. En cada una de estas instancias, tras gastar los cartuchos informativos con los que defendieron agresivamente equis o ye argumento (desde la misoginia, la superioridad de la clase media, la acumulación del oro olímpico del estadounidense hasta el racismo, el éxito de Trump, y la corrupción política puertorriqueña) ustedes remataron la conversación apelando a la ciencia y atribuyéndole el comportamiento o la situación en cuestión a la naturaleza humana.

La próxima vez que te halles a punto de culminar un argumento apelando al comportamiento evolutivo de la actual rama del homo sapiens sapiens, no lo hagas. Es fácil. Hasta los científicos que estudian los principios de la especie suelen evitarlo. De hecho, en una revisión de los avances recientes en las teorías evolutivas, Berwick y Chomsky han insistido que gran parte del campo parte de la premisa que la biología en general, y la evolutiva en específico, tiene más en común con la casuística que con la física de Newton. Es decir, que construye sus reglas sobre el camino, a la vez que va tropezándose con casos concretos, por lo cual siempre debe permanecer humilde, contingente.

Si no puedes evitarlo, te ofrezco una técnica retórica: la próxima vez en la que te halles sin argumentos y no quieras aceptar tu desconocimiento, te pido que reemplaces el fragmento “es que es naturaleza humana” por uno más apto para tu situación: “me lo dijo un pajarito”. Quizás, así, puedes ver dónde le van los puntos a las íes.


En fin, compañero buscabuya, ya que te consideras una persona inteligente y racional, porfa, no seas bruto.

lunes, agosto 22, 2016

en él todo era un casi, dixit rodríguez juliá

"En él todo era un casi," pensó un personaje de La piscina de Edgardo Rodríguez Juliá. 

jueves, agosto 18, 2016

un cinismo generalizado, dice jameson

...I do think this is an age of generalized cynicism, in the sense that everybody knows what the score is. There is nothing surprising to anybody about this system, and in that sense, maybe cynicism is the best term for it.-- dice el viejo Fredric Jameson en la entrevista "Revisiting Postmodernism" (2016).

lunes, agosto 15, 2016

el nombre de la peste que avecina, dice un personaje de juan álvarez

En esta tierra lo único que cambia es el nombre de la peste que avecina, dice una personaje de  Juan Álvarez, en La ruidosa marcha de los mudos, tan apto para la Colombia decimonónica como para el Puerto Rico de siempre.

lunes, agosto 01, 2016

una biología contingente, dicen berwick y chosmky

…as always, biology is more like case law, not Newtonian physics.
Why Only Us? Language and Evolution, de Robert C. Berwick y Noam Chomsky




no amar la cosa, dice toni morrison

You can't own a human being. You can't lose what you don't own. Suppose you did own him. Could you really love somebody who was absolutely nobody without you? You really want somebody like that? Somebody who falls apart when you walk out the door? You don't, do you? And neither does he. You're turning over your whole life to him. Your whole life, girl. And if it means so little to you that you can just give it away, hand it to him, then why should it mean any more to him? He can't value you more than you value yourself... [Una última cita de mi lectura primaveral de Song of Solomon de Toni Morrison, que no había puesto todavía en el blog].

miércoles, julio 27, 2016

trabajos, una columna



A los doce o trece años, me levanté por un largo periodo a las cinco de la mañana a repartir periódicos. Los fines de semana de mis dieciocho, me amanecí mapeando los pisos emplegostados de una tienda de mantecados. A los diecinueve pasé un verano acosando a gente por teléfono, intentando venderle préstamos ladrones a los más desesperados. Luego, en la misma compañía de telemarketing, ofrecí servicio al cliente con mi chililín de inglés para alguna compañía gringa que ya no recuerdo pero cuyas llamadas terminaban con gente insistiéndome que no me entendía, colgándome, o mandándome para lugares cuyas coordenadas nunca precisaron. Después, pasé unos años en una biblioteca de música universitaria, quizás el único punto brillante en mi primera vida laboral. Habría de quedarme en las bibliotecas por muchos años, aún después de salir de la universidad, pero eso no viene al caso.

Lo que sí viene al caso es que si algo saqué de esos años formativos de educación laboral no fue, como querrían algunos, un ahondamiento en mi carácter moral, o un orgullo virtuoso en mi laboriosidad y disciplina. Además de la habilidad de leer relojes mecánicos y de la comprensión de que el tedio tiene, al igual que la espera infantil por Santa Clós, la increíble capacidad de desacelerar las manecillas de un reloj hasta hacer de un turno de ocho horas una eternidad, lo más importante que saqué, y que dura hasta hoy, fue la cabal certeza de que el trabajo no dignifica.

A cierto tipo de gente le encanta decir que sí, hacer de la productividad un gran valor moral, una muestra de carácter, de compromiso (al empleador o a la patria, dependiendo cuál venga al caso), de una austeridad que porque duele purifica el alma. Pero se equivocan: El trabajo no dignifica. El bienestar dignifica. Ese es el punto de partida para cualquier conversación que quiera trascender el moralismo elitista de las clases acomodadas.

miércoles, julio 13, 2016

y váyase a saber qué es el arte político, dixit jameson

 To take art: what I was ascribing to the postmodern period was a kind of art that wished to escape from the high seriousness of modernism, in favor of the entertaining and the relaxing and so on. We’re probably beyond that stage in art, and what strikes me about recent art is that, in a sense, everybody’s political. But that does not mean that our “political” art works as politics. I don’t think anybody knows what a successful political — truly political — art would be, one that would have an effect.-- dice el viejo Fredric Jameson en la entrevista "Revisiting Postmodernism" (2016).

lunes, julio 04, 2016

el cuerpo no siempre se disciplina, dice licitra

Las cicatrices intolerables son las que recuerdan que el cuerpo no siempre se disciplina. Que algún día, sin previo aviso, puede terminar hecho tiritas, dice Josefina Licitra, en la crónica "Escrito en el cuerpo".

jueves, junio 30, 2016

cese, una columna



En una crónica publicada en noviembre, el periodista Jaime Flores Sánchez cuenta de su viaje a Marquetalia, poblado que figura en la historia de Colombia como nido mítico de las FARC, espacio histórico de las llamadas repúblicas autónomas, epicentro de medio siglo de violencias. Para el periodista, como para muchos colombianos, a pesar de que Marquetalia pertenece a la memoria colectiva, su localización y cotidianidad estuvieron hasta esa visita a merced de la imaginación. Es cierto que el país entero ha sufrido cincuenta largos años de guerra, pero es allí, en ese poblado, y en las otras muchas regiones rurales del país que bien pudieran remplazarlo, donde el conflicto bélico hace mucho dejó las marras de lo explícitamente político para hacerse más ordinario e inminente; clima, atmósfera, etcétera.  

Flores Sánchez fue invitado por  organizaciones encargadas de un proyecto de pavimentación que comienza a integrar al país esas regiones de la cordillera Central. Las vías en sí son importantes. En algún momento fueron parte de los reclamos de los primeros campesinos insurrectos. Pero al periodista le llama más la atención las repercusiones de la guerra en lo duro de la vida, en los hábitos y afectos de los residentes. Por ejemplo, la niña que, al ver a un fotógrafo retratar a un campesino, se asusta y no puede sino apuntar lo visto; la amiga que le ruega que se calle, para que no la maten.

El viernes de la semana pasada fue un día histórico. La firma del cese de fuego entre el gobierno y las FARC y su plan de implementación, a pesar de limitaciones, apunta hacia una nueva época. Será aquella en la que el país tendrá que rendirle cuentas a esas niñas, pues es allí, en la desarticulación de esa comprensión tan visceral de la realidad bélica, donde se encuentra la tarea más difícil que enfrentará la Colombia futura. Será tarea ardua, sin duda. Pero esperemos que, por lo menos, pueda llegar a intentarse. 

sábado, junio 04, 2016

buscarse unos a otros, escribió unamuno

Leyendo un ensayo que reseña unas obras sobre populismo, me tropecé con una cita muy buena de aquel señor Miguel Unamuno, a quien no visito desde los exámenes de grado. La cita, que proviene de un artículo de 1913 titulado "La hermandad futura" nos presenta a un Unamuno flagelándose por los ¿fracasos? de aquella su Generación del 98, que de tanto buscar patria pasó por alto la hermandad, o algo así.



No nos buscábamos unos a otros, sino que cada cual buscaba su pueblo. O mejor dicho, su público. La patria que buscábamos era un público, un público y no un pueblo y mucho menos una hermandad.

miércoles, junio 01, 2016

una casa en este peñón, dice toni morrison

See? See what you can do? Never mind you can’t tell one letter from another, never mind you born a slave, never mind you lose your name, never mind your daddy dead, never mind nothing. Here, this here, is what a man can do if he puts his mind to it and his back in it. Stop sniveling,” [the land] said. “Stop picking around the edges of the world. Take advantage, and if you can’t take advantage, take disadvantage. We live here. On this planet, in this nation, in this county right here. Nowhere else! We got a home in this rock, don’t you see! Nobody starving in my home; nobody crying in my home, and if I got a home you got one too! Grab it. Grab this land! Take it, hold it, my brothers, make it, my brothers, shake it, squeeze it, turn it, twist it, beat it, kick it, kiss it, whip it, stomp it, dig it, plow it, seed it, reap it, rent it, buy it, sell it, own it, build it, multiply it, and pass it on—can you hear me? Pass it on! [dice Toni Morrison en una novela preciosísima que leí hace unos meses. Es una cita preciosa, aunque cargada con ese extraño liberalismo agrario que a veces se asoma en toda la literatura estadounidense].


martes, mayo 24, 2016

el doble, una columna

Esta columna apareció publicada este martes, 24 de mayo del 2016 en El Nuevo Día.

Ignoré los primeros correos. Muy pronto, sin embargo, tras la consistencia y multitud, comencé leerlos. Madres dedicadas, novios enamorados, e hijas detallistas me pedían insistentemente que, por favor, mencionara a sus hijos, novias y padres el día de sus cumpleaños en mi programa de radio. Me escuchaban, decían, todas las mañanas de camino al trabajo o a la escuela. Me admiraban, decían, por mi humildad, por mi sentido del humor. Ojalá tuvieran la dicha de conocerme algún día, decían.

Comencé a admirar, de lejos, a quien muy pronto descubrí ser un tocayo exitoso en una isla hermana. Su carrera apenas comenzaba entonces, hace ocho años.

A esos primeros correos, siguieron aquellos que me recriminaron el silencio, que me acusaron de hipócrita, de farsante. Jugaba con los sentimientos de los radioescuchas, dijeron. Peor aún: mi silencio no sólo los decepcionó a ellos, dijeron, sino a sus hijos, novias y padres, quienes esperaron por mis saludos en vano. Se me habían subido los aires, dijeron. Me iba a fastidiar, dijeron.

Intenté responderles. Les dije que tenían la dirección equivocada. Excusas baratas, respondieron. ¿Ahora me asustaba? Pues, qué bueno, dijeron.

Con los años, las redes sociales se multiplicaron y comencé a olvidar a ese, mi doble. Pero al tocayo le seguían escribiendo. Mientras su carrera ascendía, más agresivos los correos. Quienes antes parecían dulces admiradores, ahora sacaban garras.

Todo empeoró hace un año. El tocayo se casó con una modelo y la boda salió en los medios. Entonces, los correos se tornaron mórbidos. No mencioné a alguien en “mi programa”, y, el día siguiente, llegó la primera acusación sobre mi homosexualidad. Así, de la nada, comenzó la campaña de odio. Desde entonces, a través de las redes sociales, me asedian correos, fotos, acusaciones, amenazas constantes, insistentes. Y sólo puedo leer en silencio, responder, de vez en cuando, para defenderlo, ¿defenderme?, sólo puedo sorprenderme, cada vez más, ante la fanática violencia de nuestra admiración, ante la asquerosa homofobia que aún cunde estos, nuestros caribes.


lunes, mayo 16, 2016

que todos hagan lo que quieran, después de que no hagan lo mismo, dice un ex-pintor de jim harrison


...having abandoned painting Clive no longer had any territory to protect. He was up for anyone doing what they wished as long as they weren't all doing the same thing. [dice Jim Harrison, resumiendo más o menos mi posición ahora mismo ante la literatura puertorriqueña, en The Land of Unlikeliness]

domingo, mayo 01, 2016

ser la tercera cerveza, una condición seria descrita por toni morrison

She was the third beer. Not the first one, which the throat receives with almost tearful gratitude; nor the second, that confirms and extends the pleasure of the first. But the third, the one you drink because it's there, because it can't hurt, and because what difference does it make? [dixit Morrison en Song of Solomon]

viernes, abril 29, 2016

turista, una columna

Esta columna apareció publicada el martes 26 de abril del 2016 en El nuevo día.

La américa invertida de Joaquín Torres García.
Me ha ocurrido en tres ocasiones recientemente. Conozco a alguien en algún contexto informal, conversamos un rato, descubro que se considera viajera consumada y crítica, y, después de las primeras cortesías, me dice que recientemente visitó la isla. Como indica el libreto, le muestro mi entusiasmo, le pregunto por los detalles del viaje, hago unas escuetas recomendaciones para una futura ocasión (casi siempre una lechonera cagueña por casa de mi abuela en Borinquen Pradera) y pienso que ahí se quedará.

Muy pronto, queriendo diferenciarse del turista promedio, la persona recompone el rostro, abandona la sonrisa, y es sólo entonces que me percato que el entusiasmo inicial fue una trampa, un anzuelo; es entonces que veo que trato con otra especie de viajero: el cosmopólita de los sures, ese que peregrina el tercer mundo motivado por el ojo del consumo moral, por una ética activista salvaguardada por la dulce compañía de la lectura naif de Frantz Fanon, quien no desampara ni de noche ni de día.

El comentario que ofrece el cosmopolita del sur a continuación varía, pero suele implicar la confesión de una gran decepción. Por un lado, su decepción surge porque la isla tiene un poquito demasiado en común con los Estados Unidos (¡sorpresa, 118 años!), o muy poco con el modelo imaginado, de modo que no satisface el valor suficiente de autenticidad lacrimosa y exotismo que justificaría la inversión monetaria del viaje (ver, “pornomiseria”). Por el otro, la decepción surge, dice el cosmopolita con la mirada nublada, por “lo colonizados que están”. Es ahí cuando el peor de los moralismos se asoma, ese al que son aptos quienes prefieren aplicar teorías a repensar las categorías de la realidad desde cero, ese que conocemos por dentro desde hace tanto, y que se prueba tan tenaz ante las inclemencias del clima, la política, y los tiempos.

Nunca sé qué hacer, así que sonrío, me disculpo, y saco el teléfono para atender una llamada urgente que no existe.