jueves, junio 30, 2016

cese, una columna



En una crónica publicada en noviembre, el periodista Jaime Flores Sánchez cuenta de su viaje a Marquetalia, poblado que figura en la historia de Colombia como nido mítico de las FARC, espacio histórico de las llamadas repúblicas autónomas, epicentro de medio siglo de violencias. Para el periodista, como para muchos colombianos, a pesar de que Marquetalia pertenece a la memoria colectiva, su localización y cotidianidad estuvieron hasta esa visita a merced de la imaginación. Es cierto que el país entero ha sufrido cincuenta largos años de guerra, pero es allí, en ese poblado, y en las otras muchas regiones rurales del país que bien pudieran remplazarlo, donde el conflicto bélico hace mucho dejó las marras de lo explícitamente político para hacerse más ordinario e inminente; clima, atmósfera, etcétera.  

Flores Sánchez fue invitado por  organizaciones encargadas de un proyecto de pavimentación que comienza a integrar al país esas regiones de la cordillera Central. Las vías en sí son importantes. En algún momento fueron parte de los reclamos de los primeros campesinos insurrectos. Pero al periodista le llama más la atención las repercusiones de la guerra en lo duro de la vida, en los hábitos y afectos de los residentes. Por ejemplo, la niña que, al ver a un fotógrafo retratar a un campesino, se asusta y no puede sino apuntar lo visto; la amiga que le ruega que se calle, para que no la maten.

El viernes de la semana pasada fue un día histórico. La firma del cese de fuego entre el gobierno y las FARC y su plan de implementación, a pesar de limitaciones, apunta hacia una nueva época. Será aquella en la que el país tendrá que rendirle cuentas a esas niñas, pues es allí, en la desarticulación de esa comprensión tan visceral de la realidad bélica, donde se encuentra la tarea más difícil que enfrentará la Colombia futura. Será tarea ardua, sin duda. Pero esperemos que, por lo menos, pueda llegar a intentarse. 

sábado, junio 04, 2016

buscarse unos a otros, escribió unamuno

Leyendo un ensayo que reseña unas obras sobre populismo, me tropecé con una cita muy buena de aquel señor Miguel Unamuno, a quien no visito desde los exámenes de grado. La cita, que proviene de un artículo de 1913 titulado "La hermandad futura" nos presenta a un Unamuno flagelándose por los ¿fracasos? de aquella su Generación del 98, que de tanto buscar patria pasó por alto la hermandad, o algo así.



No nos buscábamos unos a otros, sino que cada cual buscaba su pueblo. O mejor dicho, su público. La patria que buscábamos era un público, un público y no un pueblo y mucho menos una hermandad.

miércoles, junio 01, 2016

una casa en este peñón, dice toni morrison

See? See what you can do? Never mind you can’t tell one letter from another, never mind you born a slave, never mind you lose your name, never mind your daddy dead, never mind nothing. Here, this here, is what a man can do if he puts his mind to it and his back in it. Stop sniveling,” [the land] said. “Stop picking around the edges of the world. Take advantage, and if you can’t take advantage, take disadvantage. We live here. On this planet, in this nation, in this county right here. Nowhere else! We got a home in this rock, don’t you see! Nobody starving in my home; nobody crying in my home, and if I got a home you got one too! Grab it. Grab this land! Take it, hold it, my brothers, make it, my brothers, shake it, squeeze it, turn it, twist it, beat it, kick it, kiss it, whip it, stomp it, dig it, plow it, seed it, reap it, rent it, buy it, sell it, own it, build it, multiply it, and pass it on—can you hear me? Pass it on! [dice Toni Morrison en una novela preciosísima que leí hace unos meses. Es una cita preciosa, aunque cargada con ese extraño liberalismo agrario que a veces se asoma en toda la literatura estadounidense].