martes, junio 24, 2008

Segundo Número de Revista AC, Convocatoria

(VERSIÓN PDF)

El Segundo Número de Agentes Catalíticos experimentará con los temas relacionados a la Ciencia Ficción, por lo cual, las colaboraciones que coqueteen con este amplísimo género tendrán prioridad. Sin embargo, consideraremos todo tipo de texto, pues el acercamiento será uno—en mayor escala—editorial.

1. Podrán concurrir escritores de cualquier nacionalidad.

2. Exigimos que los trabajos sean originales e inéditos (en inglés y/o español), con la única exepción que sólo se haya publicado fuera de la isla. Esto incluye blogs o cualquier medio impreso.

3. Los trabajos se deben enviar en una letra legible de 12 pt. de tamaño a espacio doble y justificado (e.g. Times New Roman).

6. Cuentos y fragmentos de novela no deben sobrepasar 6,000 palabras de extensión.

7. Micro-cuentos no deben sobrepasar cerca de 300-500 palabras.

8. En el género de poesía:

a. Preferimos colecciones de poesía sobre poemas individuales (mínimo de 2 poemas, máximo 5).

b. Si se trata de una colección de poemas, es necesario que lleve título aparte de los poemas individuales.

c. Cada poema no puede sobrepasar de 40 versos.

9 . Toda colaboración debe venir con una pequeña biografía adjunta, en la que se incluya país de procedencia, publicaciones anteriores y dirección de página web o blog, si la tiene.

10. La Mesa Editora se reserva el derecho de editar errores gramaticales, de sintaxis, y de concordancia sin informarle al autor. Cualquier cambio de mayor implicación, sólo se hará con el consentimiento del autor.

11. Las colaboraciones deben ser enviadas al correo electrónico a: cataliticos@gmail.com.

12. El documento debe estar en formato Microsoft Word Compability Mode [.doc] o en Rich Text Format [.rtf]

13. Se le contactará a los autores para informarle la decisión de la Mesa Editora tan pronto sea posible.

14. El autor se reserva todos los derechos sobre el material sometido, aunque el mismo podrá ser utilizado por la Mesa Editora, sin permiso alguno, para uso promocional, impreso, o electrónico.

15. Fecha final de entrega: 20 de julio de 2008.

jueves, junio 19, 2008

Llegaron los hippies, de Manuel Abreu Adorno


LLEGARON LOS HIPPIES
Manuel Abreu Adorno (1978)
No me pregunten por qué pasó. No tengo la menor idea de por qué lo celebraron allí en primer lugar. Tampoco recuerdo exactamente cuándo comenzaron a llegar como hordas del norte. Llegaron en grupos de cinco y seis, a veces más. Llegaron de mañana, de tarde y de noche. Llegaron para quedarse los tres días que duraba el festival. Llegaron con sus mochilas y tiendas de campaña. Llegaron, con melenas y en blue jeans. Llegaron con hash y kif. Llegaron con flautas y guitarras. Llegaron cogiendo pon en la carretera. Llegaron las chicas sin sostén, los chicos descamisados. Llegaron descalzos y portando flores en el cabello. Llegaron con el más reciente de Jerry Rubin bajo el brazo. Llegaron haciendo la señal de la paz con los dedos en V. Llegaron con las palabras Peace and Love en los labios. Llegaron altos y bajos, gruesos y delgados, rubios y morenos. Llegaron los hippies a Vega Baja.
Yo llegué el mismo viernes que comenzó. Llegué para quedarme los tres días que duraba el festival. Llegué con mi melena y mis blue jeans. Llegué sin mochila ni tienda de campaña. Llegué sin hash ni kif. Llegué con dinero para comprar L.S.D. Llegué sin flauta ni guitarra. Llegué en autobús desde San Juan. Llegué con una camisa azul de manga larga. Llegué en sandalias de cuero. Llegué con una bota española llena de vino colgada al hombro. Llegué esperando conseguir una buena posición cerca del escenario. Llegué sonriéndoles a las chicas rubias. Llegué a las seis de la tarde a Vega Baja.
"Mar y Sol, three days of fun and music in the beautiful beach of Vega Baja". Mar y Sol y muchas bandas de rock Por tres días. Mar y Sol y un insólito festival rock en el Caribe. Mar y Sol y la añoranza de la generación de Woodstock. Mar y Sol y ya Joplin y Hendrix estaban muertos. Mar y Sol y los Beatles se habían separado. Mar y Sol y Dylan, Baez, Seeger, Cambodia. Mar y Sol y las comunas en Virginia. Mar y Sol y la familia Manson. Mar y Sol y George Jackson,Luther King y Malcolm X. Mar y Sol y Timothy Leary, Abbie Hoffman, Eldridge Cleaver. Mar y Sol y el I Ching en California. Mar y. Sol y Eric Clapton, Steve Winwood, Keith Richards, adictos a la heroína. Mar y Sol y los gurús multimillonarios. Mar y Sol y Alicia en el país de Arlo Guthrie. Mar y Sol y la quema de tarjetas del servicio militar. Mar y Sol y Bobby Kennedy ya estaba muerto. Mar y Sol y Simón y Garfunkel se habían separado. Mar y Sol y la Era de Acuario. Mar y Sol y los motines de Watts. Mar y Sol y Crosby, Stills, Nash y Young se habían separado. Mar y Sol y el establishment de los B-52. Mar y Sol y Alan Ginsberg, Richard Brautigan. Mar y Sol y Jefferson Airplane se había separado. Mar y Sol y la masacre de Mi-Lai. Mar y Sol y los indios de Wounded Knee. Mar y Sol y la Convención Demócrata en Chicago. Mar y Sol y la revista Rolling Stone. Mar y Sol y los afiches fosforescentes de Marilyn y el Che. Mar y Sol y ya Presley se había retirado. Mar y Sol y los mejores grupos de rock por tres días. Mar y Sol y Marihuana.
Llegaron e hicieron sus tiendas de campaña. Llegaron para cantar y amar. Llegaron para fumar y amar. Llegaron para amar al mar. Llegaron para escuchar a Rod Stewart y a B.B. King. Llegaron y los habitantes del pueblo los miraron con extrañeza. Llegaron y las pequeñas tienditas se vieron invadidas en seguida. Llegaron y los ancianos se escondieron en sus casas. Llegaron y las niñitas al verlos reían tapándose la boca con la mano. Llegaron y en la plaza del pueblo todos comentaban sobre los intrusos. Llegaron para escuchar a Poco y a Emerson, Lake and Palmer. Llegaron y las madres les prohibieron a sus hijas inmediatamente salir a la calle. Llegaron y el jefe de policía del pueblo de súbito se reportó enfermo. Llegaron y el alcalde se preguntaba si debía invitarlos a la casa alcaldía oficialmente. Llegaron y el párroco organizó unos rosarios para el sábado en la tarde. Llegaron y el Club de Leones de la localidad sostuvo una reunión de emergencia. Llegaron y algunos borrachos se atrevieron a hablarles. Llegaron y el principal de la escuela secundaria suspendió a los estudiantes del pueblo que asistieron al festival. Llegaron y algunos se dedicaron a vender incienso y collares de caracoles en la plaza. Llegaron y los alimentos en los colmados se agotaron rápidamente. Llegaron para escuchar a The Allman Brothers Band. Llegaron y un grupo de pescadores emigró a otro pueblo costero cercano. Llegaron y doña Julia murió de un infarto cardíaco. Llegaron y algunos dicen que Goyo, el Cojo, se curó milagrosamente. Llegaron y el médico del pueblo decidió acabar el romance con la enfermera. Llegaron y cuentan que las monjitas del Convento de la Inmaculada Concepción ayunaron varios días. Llegaron y Moncho, el barbero, por vergüenza cerró la barbería. Llegaron y Anita, la nena promiscua de Don Marcelo, desapareció de su casa. Llegaron para escuchar a Cactus. Llegaron y el dueño del cine local finalmente le vendió el cine a su cuñado. Llegaron e hicieron fogatas en la noche. Llegaron a cantar y a fumar en torno al fuego. Llegaron y Don Paco Ramírez les alquiló sus caballos por diez dólares. Llegaron para nadar en el mar a todas horas. Llegaron y Mildred y Tony rompieron su compromiso. Llegaron y las carreteras que conducen al pueblo estaban todas intransitables por los muchos vehículos. Llegaron y el juez Báez prometió a su esposa dejar la bebida. Llegaron y la tropa de Niños Escuchas de la región organizó una regia parada por la calle principal del pueblo. Llegaron y las líneas telefónicas quedaron averiadas. Llegaron y Doña Ana María murió de vieja, la pobre. Llegaron y no se volvieron a ver perros realengos en la zona. Llegaron para escuchar a Procul Harum. Llegaron y los chicos limpiabotas de la plaza se fueron al festival. Llegaron y a Rubén, el hijo de Doña Clara, el pelotero de Grandes Ligas, lo vieron con una muchacha desnuda bañándose en la playa. Llegaron y Doña Clara no ha salido de la iglesia desde entonces. Llegaron y la boda entre Tere y José fue pospuesta indefinidamente. Llegaron y Esteban, el gallero, dice que todos sus gallos amanecieron muertos al otro día. Llegaron para escuchar a Johnny Winter. Llegaron y Anselmo, el dueño de la mueblería, hizo un donativo de cinco mil dólares a las Hijas Católicas de América. Llegaron y la esposa de Anselmo le dijo que consultara un psiquiatra. Llegaron y Peter, el hijo del dueño de la estación de gasolina, cayó con un ataque de asma y está grave. Llegaron para escuchar a John Mayall. Llegaron y a Wiso, el único boxeador del pueblo que peleó por el título (y perdió), dicen haberlo visto del brazo de una muchacha en bikini. Llegaron y la novia de Wiso se acostó esa noche con el hermano de Rubén, el mecánico. Llegaron y Rafael, el cartero, se puso a beber y a escribir poemas. Llegaron y Elisa, la dueña de la ferretería, fue vista sonriendo por vez primera en quince años. Llegaron y Mildred se puso una falda corta y se fue al festival. Llegaron para tostarse al sol todo el día. Llegaron para desnudarse y hacer el amor sobre la arena caliente. Llegaron y Mr. Johnson, el maestro de inglés, se puso una trusa de baño y se fue a la playa. Llegaron y Margaret, la esposa de Mr. Johnson, se fue a pasear con Miguel, el lechero. Llegaron y Carla, la novia de Miguel, ingresó al Convento.
Llegué y conseguí una posición cerca del escenario. Llegué y una chica rubia me sonrió. Llegué y compré L.S.D., Purple Haze. Llegué y me tomé la tableta de ácido. Llegué y me enteré de que dos personas se habían ahogado por meterse al mar drogados. Llegué y vi cómo unos chicos del pueblo le propinaban una golpiza a unos muchachos rubios. Llegué y noté que alguna gente le robaba a otra de las tiendas de campaña. Llegué y vi chicas desnudas por todas partes. Llegué y la gente fumaba y cantaba. Llegué y en torno al fuego se pasaban el vino y la marihuana. Llegué y vi cuerpos tendidos sobre la arena caliente. Llegué y vi chicas del pueblo bañándose desnudas en el mar. Llegué y la música retumbaba por todas partes. Llegué y me quité la camisa azul de manga larga. Llegué y la chica rubia se llamaba Kathy. Llegué y vi colores multiplicarse ante mis ojos. Llegué y vi un grupo de chicos del pueblo masturbándose detrás de unas palmeras. Llegué y me enteré de que habían violado a varias chicas. Llegué y me contaron cómo habían apuñalado a una joven esa misma tarde. Llegué y Kathy era hermosa. Llegué y ya veía muchas formas y colores en los rostros de la gente. Llegué para escuchar a Rod Stewart y a B.B. King. Llegué para escuchar a Poco. Llegué y Kathy me estaba quitando los pantalones. Llegué para escuchar a Emerson, Lake and Palmer. Llegué para escuchar a The Allman Brothers Band. Llegué y Kathy me llevaba desnudo de su mano al agua. Llegué y no sabía adonde me llevaban. Llegué para escuchar a Cactus. Llegué para escuchar a Procul Harum. Llegué y ya estaba en el agua. Llegué y pensaba en los festivales que sólo había conocido en películas. Llegué y pensé en el Monterrey Pop, en Woodstock, en Almont. Llegué y ahora las visiones de colores eran incontrolables. Llegué y por fin estaba en un festival de verdad. Llegué y no vi a Kathy a mi lado. Llegué y pensé en lo mucho que había soñado estar en un festival. Llegué para escuchar a Johnny Winter. Llegué y sentí mucho miedo. Llegué y me sentí bien solo. Llegué y me quedé paralizado, Llegué y me estaba ahogando. Llegué y grité colores y formas. Llegué y me sacaron a la orilla. Llegué y vi muchos pies a mi alrededor. Llegué y me habían salvado unos tipos del pueblo. Llegué y no vi a Kathy. Llegué y había tragado mucha agua. Llegué para escuchar a John Mayall. Llegué entre colores y formas.
Se fueron en grupos de cinco y seis, a veces más. Se fueron de mañana, de tarde y de noche. Se fueron al cabo de tres días que duraba el festival. Se fueron con sus mochilas y tiendas de campaña. Se fueron con melenas y blue jeans. Se fueron sin hash ni kif. Se fueron con flautas y guitarras. Se fueron cogiendo pon en la carretera. Se fueron las chicas sin sostén, los chicos descamisados. Se fueron descalzos y sin flores en el cabello. Se fueron sin libro bajo el brazo. Se fueron sin hacer señales con los dedos. Se fueron sin las palabras Peace and Love en los labios. Se fueron altos y bajos, gruesos y delgados. Se fueron los hippies de Vega Baja.

Tomado de Manuel Abreu Adorno, Llegaron los hippies y otros cuentos. Río Piedras: Huracán, 1978.
Este es uno de los posts que más trae personas a este blog. Cabe una aclaración: esta transcripción la hice en  Colecciones Puertorriqueñas en la Lázaro, UPR, en el 2004, junto a otras, ya que no estaba disponible. No obstante,  a principios de este año (2012), el colectivo Siete Vientos editó una colección bilingüe del libro "Llegaron los hippies y otros cuentos" con una traducción de Rafa Franco Steeves.  Lo pueden comprar por Amazon aquí, o por la página de Siete Vientos acá.  Insisto en que lo hagan. 

lunes, junio 16, 2008

verano, 13: vibración subcutánea

“Quizás era la atmósfera espesa, pesada, que se creaba en torno a él, un aura invisible, un cierto brillo carismático, una proyección penetrante, una sensación envolvente, una vibración subcutánea.”

No todas las suecas son rubias, Manuel Abreu Adorno.
Buscando por Google información de Manuel Abreu Adorno, escritor que quien me conoce sabe que me tiene obsesionado, descubrí un artículo llamado "La deslumbrante literatura puertorriqueña" de Roberto Ampuero que dice:
Y quien guste de la denominada Generación McOndo, por oposición al Macondo del realismo mágico y Gabriel García Márquez, le sugiero que corra a conocer a quien es, a mi juicio, el precursor latinoamericano secreto del McOndismo: Manuel Abreu Adorno. Nacido en 1955 en San Juan, muerto en París en 1984, este sorprendente escritor lanza en 1978 un libro de relatos que se anticipa en 15 años al McOndismo: Llegaron los hippies. Luego consolidará este quiebre en la literatura latinoamericana mediante la novela No todas las suecas son rubias. Es urgente reconocer el temprano papel jugado por el puertorriqueño en la formación de lo que en los noventa se tornó un nuevo, refrescante y llamativo referente en la literatura regional.

viernes, junio 13, 2008

verano, 12: cámara

1.
Larga semana de buenas conversaciones, profesoras en trajes, entrevistas leídas y poca producción escritural. El ánimo no me late para redactar mucho. Ayer nos reunimos los de AC. Fue una reunión productiva, otra más. Ya estamos al otro lado de la valla. El segundo número se comienza a ver en el horizonte. Se ve bien, creo yo. En realidad, pienso que si.
2.
Descubrí gracias al blog de Neil Gaiman a un escritor llamado Cory Doctorow, que lleva dos páginas muy famosas en la red, BoingBoing.net, y Craphound.com. Pero esto no es lo llamativo, sino que es uno de los activistas más, bueno, activos de los Creative Commons y no sólo publica sus novelas—de ciencia ficción, mayormente—con editoriales gigantescas como Tor, sino que cada vez que sale un libro, lo hace disponible por Internet, bajo licencias CC. Así que puedes entrar a su página y bajar cualquiera de sus trabajos en una cantidad inmensa de formatos. Tiene sus novelas para Ipods, PSPs, como RSS Feeds, como texto, imágenes, PDFs para imprimir en papel legal, PDFs para imprimir en papel de maquinilla, en .doc, .rtf, en imágenes, etcétera.
Hace pensar en un nuevo tipo de literatura, ¿no? O tal vez no, no es un nuevo tipo de literatura, sino es un nuevo mercado de literatura. No sé. Ignórame. La pregunta es: ¿cómo logra vender miles de libros que lo mantienen en el tope de las listas de ventas cuando al mismo tiempo lo está regalando? ¿Cómo se analiza ello? ¿Alguien me explica ese fenómeno?
3.
El otro día discutía algo extremadamente superficial acerca del Caribe. Acerca de lo que es un escritor caribeño. Acepto que no he conozco tanta teoría caribeña, y es una de las cosas que tengo en la lista de leer, me recomendaron “Poétique de la Relation (Poetics of Relation)”, Édouard Glissan. A ver cuándo lo busco. De todos modos, en el libro de Melanie—que por fin lo tengo—Mayra Santos se refiere a lo que yo decía hace algunas entradas como “el proceso de lo caribeño”, ya que “no todos nos pensamos caribeños”. Continúa explicando que hay gente que se piensa aún descendiente hispánico y eso; pero creo que se queda corta—aunque no tenía por qué profundizar en ello, pues tampoco tenía que ver con la pregunta original—ya hay cientos de formas diferentes de pensarnos: como puertorriqueños agringados, como guaynabitos, ciudadanos globales, ignorantes, etc. Etc. Etc.
4.
“Yo pienso que en el caso de Puerto Rico… ese tipo de literatura policíaca, novela negra, neogótica, como uno le quiera decir, neofantástica, de ciencia ficción es un signo de madurez (yo estoy hablando específicamente de PR). Yo pienso que la posibilidad de escribir en el género que te parezca menos “serio”, menos aceptado por lo que yo llamo la cultura solemne, es un digno de madurez”. Eso lo dice Rafa Acevedo, en la página 104 del mismo libro, Palabras Encontradas, de la profa. Melanie Pérez.
5.
Cuando estamos sentados frente a una cámara, e intentamos actuar que no está ahí, y repetimos lo que decíamos antes, y eventualmente nos olvidamos que está, que todo lo que decimos está siendo transferido a una cita digital que siempre te hace sonar extraño y darte cuenta de tus manerismos, ¿qué somos?

verano, 11.5: acerca de la brevedad

Esta conversación, o mejor dicho, esta entrada se dio en Facebook, y la paso para acá como un copy-paste de la nota que hice allá:

Ya que es imposible poner una respuesta de larga extensión en Facebook, hago una nota aparte para publicar una conversación (respuestas) que han surgido. Hasta ahora están presentes en la discusión David Capiello (El Copista) y Samuel Medina. Primero, escribí:

Los haikus, poemas cortos, micro-cuentos, el cuento breve. Los libros que padecen de falta de páginas. Dolores de cabezas de dos minutos. Literatura instantánea. Pensamiento profundo en un solo verso. Línea perspicaz, tres palabras. Desarrollo de personaje, un verbo, un nombre, y punch-line. Tanto apretado en tan poco. No hay peor vagancia que la literaria. No hay peor vagancia que la literaria. Anuncio: La literatura corta no es una nueva moda, ni un nuevo movimiento. Es falta de motivación, de ganas, de práctica, de dominio. O, tal vez, un gimmick que envejece demasiado rápido.

A lo que el Copista responde:
Oye Sergio, como te podrás imaginar disiento profundamente de tu ultimo Post. Me quedaría al margen de la ironía que aporta mi entrada a tu Post pero por justicia tengo que reaccionar a favor de trabajos como los de los Noistas, los haikus de Issa y Soguetsu Ni, los Aforimos de Nietzsche, los "Artefactos" de Parra, los “Desconciertos” de Julio Cesar López, el “Archivo de Cuentas” de Jan Martínez, los “Suchis” de Samuel Medina, y obviamente los Casquillos del Copista. Wittgenstein decía en uno de sus aforismos que: “En el arte es difícil decir algo que sea tan bueno como no decir nada”. Espero que esta línea no te parezca demasiado “apretado en tan poco”. De todos modos te dare un “hint”; Arte y Difícil son palabras claves para entender lo que aquí queria decir Wittgenstein. Aun así te pregunto, ¿te parece que la “vagancia literaria” sea difícil? Si la contestación es no, tendría que preguntarte entonces, ¿por qué te parece fácil el “decir casi nada”? En Lascaux toda la historia se redujo a un búfalo sobre la pared de una cueva, y en Picasso la Paz no fue más que una Paloma de un único trazo. Alguna milenaria y oscura pasión lleva todavía a los japoneses a lograr dibujos de un sólo trazo. El minimalismo (haikus, epigramas, aforismos, micro-poesia, micro-cuentos) tiene la edad de la humanidad. Para que entiendas un poco más sobre por qué se intenta “tanto apretado en tan poco”, reproduzco para ti algunas líneas de una conferencia que di en la UPR de Humacao y donde atiendo algunos aspectos sobre el minimalismo. Por ahora tendrás que conformarte con eso. Pero la podrás leer integra en la próxima Revista de Estudios Hispánicos. ........................................................................................
[E]l mejor ejemplo en que "flujo constante", "placer del juego", "lo efímero", "intercambio aclimatador" y "dilución de culturemas" tanto como de la "pretensión de autenticidad", se cristalizan en un producto completamente "Neokitsch y posvanguardista", tanto en forma como en contenido, [...]. De ahí que el Neokitsch, como gesto kitsch, y dentro de la posmodernidad, sea el acto más democratizante. Dirá Moles: […] el Kitsch es esencialmente democrático: es el arte aceptable, lo que no nos choca por una trascendencia exterior a la vida cotidiana, por un esfuerzo que nos supera, sobre todo si nos obliga a superarnos a nosotros mismos. El Kitsch esta hecho a la medida del hombre, y cuando el arte es desmesurado, el Kitsch diluye la originalidad en un grado suficiente como para que todos lo acepten. (Moles. El kitsch, Buenos Aires/Barcelona: Paidós, 1990, pág. 220).
Aparece entonces el concepto de un arte hecho a la medida del hombre y con éste la necesidad de nuevas estrategias de producción y difusión que den como resultado la confección de un producto más competente y efectivo. Esa medida del hombre, "humano, demasiado humano", como lo llamara Nietzsche, se anuncia en el «Es el hombre mínimo» que Sonia Marcus Gaia plantea en el prólogo a la edición especial de la revista El Sótano 00931 vol. V, núm. II. Junto al hombre mínimo también aparecerá el arte pero esta vez en su "Edición Mínima", como lleva por título dicha edición de la revista, dedicada, en su totalidad, a la micropoesía y al microcuento. Ese gusto por la micropoesía (el aforismo y el epigrama) también se hace patente en la publicación de los libros de los sotaneros. Como caso más representativo tenemos el libro La luz necesaria, de Julio Cesar Pol, también dedicado en su totalidad al micropoema. Esto encuentra su explicación y equivalente en el producto más evolucionado que producirá el Neokitsch: "el gadget". Moles lo define de la siguiente manera:
El gadget, término norteamericano que significa artículo ingenioso, a mechanical contrivance or device (del francés gachette) es un objeto pequeño o un accesorio de un objeto grande […]; pertenece a la clase de los diminutivos. […] El gadget, por su ingenio, nos distrae, nos apasiona; representa un juego sutil entre el hombre, su razón y la naturaleza técnica. Lo definiremos de este modo: “objeto artificioso destinado a satisfacer algunas pequeñas funciones específicas de la vida cotidiana”. (Moles. El kitsch, Buenos Aires/Barcelona: Paidós, 1990, págs. 32-33)
Dentro de la sensibilidad kitsch de las vanguardias podríamos señalar como origen y posible traducción del término gadget los conocidos Artefactos de Parra salvo por una simple pero, a la vez, esencial diferencia. Parra en sus Poemas y antipoemas, particularmente en el poema "Advertencia al lector", hacía referencia a la vida cotidiana diciendo que en su poesía «[s]illas y mesas sí que figuran a granel», pero al final del mismo hará una advertencia: «Cuidado, yo no desprestigio nada / O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista / Me vanaglorio de mis limitaciones / Pongo por las nubes mis creaciones». Por el contrario, el prólogo de Edición Mínima, sobre el poeta y su obra dirá que: «Se carnavaliza, intertextualiza, analiza [y] simplifica». Si en su tiempo, como comenta Paul de Man, Mallarme planteaba que «[e]l acto de escribir se escrutó hasta el punto de reflexionar sobre su propio origen, o cuando menos lo bastante hasta preguntarse si hace falta que el acto se dé», El Sótano 00931 ha escrutado la posición del Escritor, con mayúscula, hasta el punto de reflexionar lo bastante como para, al menos, sentarlo en la línea de producción. Si Altazor era poeta y antipoeta, en El Sótano el No-tan-alto-azor es antipoeta y artífice fabricante de artefactos. Barthes decía que «el que dice, por lo que dice, se prohíbe el goce». Entonces una poética se hace necesaria. Para lo cual uno de los gadgets fabricados por John Torres viene como anillo al dedo. El mismo se titula Poética minimalista, y lee: «Decir / casi / nada».
Y yo respondí:
Estoy de acuerdo, en parte. Los aforismos de Nietzsche y los de Parra me gustan. Recién leí a Parra, la semana pasada. No hay duda que hay muchísimas cosas buenas escritas en poquísimo espacio. Sin embargo, no puedo de dejar de pensar igual. El minimalismo me sigue pareciendo, a nivel personal, producto, en muchos casos, de vagancia. Cuando se escribe un buen poema, es fácil sacar una acumulación de tres o cuatro líneas que suenen bien por si solas, aislarlas, y tener un nuevo texto, corto. Cuando se tiene una buena trama es fácil compactarla en cinco o seis líneas.
Y es más fácil bregar con estas tres o cuatro líneas por si solas, como islas, por no tener que trabajar con el continente entero.
Desafortunadamente, mi opinión no puede ser elevada a un nivel teórico por falta de agarres y huecos dónde encajar los pies. Se tendrá que quedar flotando, supongo.

Samuel Medina opinó:
La "vagancia literaria" en P.R. existe y en abundancia, más aún cuando se trata de la poesía. Se publica mucho, demasiado; trabajos que en realidad nunca debieron de haber sido franqueados por la luz. Y ya que mencionas a Wittgenstein, quisiera traer a la mesa su última proposición, la séptima: "Whereof one cannot speak, one must remain silent". Y ahora lo uno a tu comentario sobre lo que se denomina como 'arte' y lo 'difícil'.
Desde mi punto de vista, lo que ocurre en P.R. es que se crea el arte (i.e. literatura, poesía... etc.) sólo por el hecho de crear arte. En la mayoría de los casos carecemos de mentes suficientemente auto-críticas que presenten una propuesta que sea digna de lectura/consumición. O sea, a lo que me refiero es que, se escribe sólo por poder decir que en Puerto Rico existe la poesía (o la literatura), como si estuviésemos tratando de salvaguardar el mito de la creación. Lo triste del asunto es que (la mayoría de los autores, "poetas") no tienen nada qué decir, y por esta misma razón -que no tienen nada qué decir-, reusan admitir su realidad de seres silentes -ahora regresé a little Witt, por sea caso-. En resumen; ya que, (la mayoría) no tenemos nada qué decir, lo que deberíamos de hacer es permanecer en silencio, deberíamos no publicar, no exponer nuestros trabajos como arte/producto.
Ahora, sobre lo difícil, y aplicándolo al haikú (ya que puedo hablar sobre él). He leído colecciones de Haikú de Kerouac, Borges, Issa, Basho, Bennedetti, entre otros... Lo que he podido diseccionar de los cuerpos de trabajo ha sido mayormente una constante: sus trabajos minimalistas se apartan de su otros, "típicos", textos, como si fuesen un respiro/side-story/entremés/filler. Así que, me parece claro que no podemos hablar sobre sus trabajos mínimos como sus más representativos, o mejor dicho, completos. Personalmente, a mí me pareció como un juego, tratar de decir mucho con poco, "Sushi" lo hice (y Juan Luis es testigo de esto), en contra de las colecciones de haikú que repentinamente abarcaron la isla, muchos de ellos, intentos fútiles y fracasados. No es por decir que mis "sushi" son la jodienda, pero me atrevo decir, por más arrogante o aunque me quede como Bukowski: "It's not that I'm the best, but that I'm better than all of the rest". En todo caso, aunque "Sushi" es un trabajo serio, no es 'él' o 'mí' trabajo serio. Lo tomo como una introducción, prólogo a lo que ha de venir. Ya cumplí con el minimalismo, ahora es tiempo de concentrarme en lo importante, el oficio de la escritura -extensa.
Finalmente, decir algo con pocas palabras es difícil, pero más difícil aún es mantener el momentum a lo largo de un poema de 30-40 versos. Es difícil escribir un buen micro-cuento, pero siempre será mucho más difícil mantener al lector atento e interesado en un cuento de unas buenas 20-30 páginas. El asunto es simple realmente: nuestro medio es el de la información, entre más escribimos, más divulgamos. La pregunta importante es ¿cuánto? e infinitamente mucho más quintoesencial, ¿cómo?

lunes, junio 09, 2008

verano, 11: dame una b [brevedad/biblioteca/bairoa]

1.
Los haikus, poemas cortos, micro-cuentos, el cuento breve. Los libros que padecen de falta de páginas. Dolores de cabezas de dos minutos. Literatura instantánea. Pensamiento profundo en un solo verso. Línea perspicaz, tres palabras. Desarrollo de personaje, un verbo, un nombre, y punch-line. Tanto apretado en tan poco. No hay peor vagancia que la literaria. No hay peor vagancia que la literaria.
Anuncio: La literatura corta no es una nueva moda, ni un nuevo movimiento. Es falta de motivación, de ganas, de práctica, de dominio. O, tal vez, un gimmick que envejece demasiado rápido.
2.
La misma historia de siempre. La biblioteca vacía, el aire acondicionado demasiado frío. El silencio retumbante, con la única excepción de los humidificadores que tocen de vez en cuando. El hongo que intenta apoderarse de todo—ya contagió los LPs y las partituras. Entra un usuario, me lanza una pregunta estúpida. Sonrío, tomo el bolígrafo y hago una línea, o un uno, o una estrella o una swástica en la categoría que le toca (Estudiante, Personal, Otros). Hay que mantener las estadísticas, escucho la voz de mi jefa retumbar en mi cabeza. Después de los libros, las estadísticas son lo más importante.
Hay un anaquel frente a mí, en vidrio, que alberga una muestra de música infantil. Lleva ahí casi un semestre. Detrás de las partituras y los discos, hay un espejo y en cualquier momento que levanto la mirada, descubro mi reflexión y pienso que me haría bien un recorte, o un afeite.
Siempre digo, en verano, que me afeitaré la cabeza. Nunca lo hago. Ayer estuve a punto. Tomé la máquina, la encendí. Pero después recordé que este viernes es la fiesta de cumpleaños de Norma, y me dije que lo haré la semana que viene. Mas, la semana que viene habrá otra cosa, y otra, y empezará el semestre. Tendré que esperar a que se me caiga el pelo, al ritmo de la naturaleza. No le falta mucho. Así es la genética. Por más que digas que no, termina atrapándote y obligándote a decir que sí.
3.
Estoy leyendo Pulp, de Bukowski. Samuel me lo prestó. Hemos decidido hacer un sorte de bookclub. Nos falta Oprah. Nuestro primer libro discutido fue Trance. Tal vez sea el único. No me encanta Bukowski. O por lo menos, esta novela. No he leído más narrativa de él, sólo poesía. Y me gustaba. Pero, dios santo, en este texto el autor está tan y tan conciente de que es Bukowski, que me encabrona. Que me molesto de verdad. Me da ganas de correr. De escuchar heavy-metal—y cuando lo hago, siento nostalgia.
4.
Esta mañana caminé por Bairoa. Desde la urbanización en la que vivo hasta el shopping, para coger el dinosaurio amarillo que es la guagua pública de Caguas a Río Piedras. Iba con mi hermano. Nos sentamos apiñonados en los primeros asientos—que son demasiado pequeños—y éste se quedó dormido y me hizo el camino una tortura.
Las calles del barrio siguen iguales, las casas tan bien. Está idéntico al Bairoa de los noventas en el que me crié, con algunas excepciones, claro está: les han crecido segundos niveles a muchas de las casas, las puertas de garaje han reemplazado los portones de metal en los que uno se arreguindaba, y las fachadas han sido rediseñadas—algunas, para mal.
Siempre me ha dado curiosidad las áreas residenciales, las urbanizaciones como Bairoa Park y Bairoa Residencial. Siempre he querido saber de dónde surgieron. ¿Quién diseño el modelo de casa que se repite de lote en lote y que varía sólo en tamaño de los cuartos? ¿Cuándo se construyeron? ¿Quién las nombró? ¿De dónde sale el nombre bairoa? ¿Quién es José M. Solís, tocayo de la calle en la que me crié?
5.
Recuerdo haber tenido uno de esos sueños, cuando chiquito, que uno jura que en realidad pasaron hasta que lo consultas con tu madre, y te dicen lo contrario. Me levanté asustado, porque juré que había encontrado un libro en el que decía José M. Solis era el verdadero nombre de Toño Bicicleta. Y a los diez años, lo más miedo que me daba en el mundo era Toño Bicicleta y los extraterrestres—a los cuales aún temo.
6.
Sería imposible escribir un micro-cuento de Toño Bicicleta y decirlo todo. No, jamás sería posible. Para Toño, hace falta un buen cuento de veinte páginas, o una dulce novelita de doscientas.

domingo, junio 08, 2008

verano, 10: folclor

1.
A veces pienso que no existo dentro del colectivo mayor que ha sido denominado como Caribe. Por más que intento inmiscuirme, no lo logro de ninguna manera. Nada de lo que escribo me parece caribeño. Ninguno de mis personajes parece tener sofrito ni sazón.
¿Se supone que mientras más inmerso esté uno en lo global, más local sea su producción? ¿No es esa la idea de lo glocal? ¿Cómo diferencio mi manufactura artística de la de los miles otros ciudadanos del planeta que sufren de la misma condición, sin recurrir a estereotipizar mis alrededores? ¿Sin recurrir al folclor que hace visible al colonizado?
2.
¿Cuál es mi folclor?
¿Lo son las décimas, la fritanga, el lechón asado, las fiestas de navidad que hace mi familia materna en la montaña?
¿O lo será la desconocida ascendencia dominicana de parte de padre? ¿Debo apropiarme de la bachata y el merengue?
Todo lo folclórico me parece tan ajeno. Siempre lo había pensado como la tradición de mis otro s familiares. A mis tíos y primos que viven en el campo, lo jíbaro. A mis tíos y primos desconocidos que vienen de la mediaisla, lo dominicano.
3.
Mi folclor es la urbanización de clase media. Primero, como lo eran en los ochentas y primera mitad de los noventas; ese Bairoa Park en el que todos los muchachitos de la calle se reunían a jugar Street Fighter, o al escondite. Y luego, la urbanización de acceso controlado con sus calles vacías y el silencio autoimpuesto. Pero, ¿cómo es esto literariamente caribeño?
4.
Puedo buscar mil formas de caribeñizarlo. Puedo hacer hincapié en que, de mil en cien, algún vecino pone en su radio alguna canción de merengue, o de salsa; aunque en realidad esto sucede las menos de las veces. Las más, mi vecino cubano pone los Beatles o alguna ópera que no conozco. Tal vez por eso, al descubrir las Historias Atroces de Pedro Cabiya, o el Exquisito Cadáver de Rafa Acevedo, o No todas las suecas son rubias de Abreu Adorno, hace algún tiempo, me ilusioné tanto. En ellos, el Caribe no es tan intenso como lo es en, digamos, las novelas de Mayra Santos-Febres, o los cuentos de Ana Lydia Vega.
5.
He pecado, en ocasiones, de obligar a mis textos a ser caribeños. He escrito exitosamente de esclavos africanos, he hecho referencias claras a religiones afrocaribeñas, de inmigrantes dominicanos, he escrito cuentos jíbaros—el primer cuento que publiqué, en el 2004, se trataba de un muchachito adolescente en algún pueblo del interior en la primera mitad del siglo veinte.
A mí me parecen forzadísimos, aunque sean los favoritos de algunos de mis conocidos. Me apropio de lo que siempre he pensado como lo otro de una forma tan rata que a veces me siento mal. Para mí lo caribeño es un parto que requiere cesárea y no algo tan fluido como me parece que es en los trabajos de Xavier o de Juanluís . ¿Está esto mal? ¿Importa en realidad lo que experimente uno, lo que viva uno, en la literatura si todo producto bien hecho se siente real? Y todo esto me lleva a preguntar: 1. ¿qué tan real es el Caribe que aparece en los textos de Mayra, de Yolanda Arroyo, de Ana Lydia, de Luis Rafael Sánchez, de todos los demás? 2. ¿Cuánto es esta ilusión caribeña una construcción para pertenecer en algún colectivo? 3. ¿No es un texto caribeño por el mero hecho de que su autor habite un espacio caribeño?
6.
Como era de esperarse, dejo todas las preguntas abiertas. Tal vez, como reflexión, o tal vez, para exigirles alguna contestación a las personas que me leen. Dirá usted.

viernes, junio 06, 2008

verano, 9: espejuelos de pasta (ó un acercamiento a lo artsy, a la circularidad de la literatura isleña, y al cómo siempre hay que interrumpir al Ché)

1.

Entonces, la idea detrás de lo artsy es ser diferente estando en un constante estado de indagación a través de la mirada artística desenfrenada. No regirse por los estándares masificados y retrógradas del día a día, sino descomponer sus elementos y ahuecar los significantes de sus significados originales, rellenarlos con una actitud performática en la que el cuerpo es la instalación artística. Entiendo eso. Hasta ahí lo entiendo.
Comprendo, igualmente, que la mirada artística se da sólo cuando están presentes unos instrumentos en específico. Una montura plástica de espejuelos, preferiblemente negros, siendo el principal. ¿Cómo mirar y no pecar de miopía o astigmatismo artístico? Del mismo modo, el atuendo es instrumento importante número dos. Un disfraz—no hay otra forma—compuesto por la apropiación de piezas vintage, un collage de vestimentas y estilos que como los ladrillos rojizos de la casa de bombas ponceña, necesita entre medio, como pega, una suficiente porción de pinturas—pueden ser maquillajes removibles, o tatuajes coloridos que individualicen la obra. Nadie dirá que el canvas vacío, recién sacado de su envoltura plástica es una obra. ¿Se atreverían a negar que el lienzo despreocupado es sólo eso, la posibilidad de una obra? Los recortes explosivos y únicos, productos de tijerazos impredecibles, excéntricos y espontáneos, típicamente mejoran la pieza. Su único parecido se debe a las limitaciones del cuerpo. Que siempre parezcan mohawks, mullets¸ o híbridos contemporáneos de ellos son puramente casualidades debidas al imposible-de-ignorar error humano. No puedo cerrar este comentario-a-medias sin mencionar que como toda galería, que como toda expocisión de un pintor, o de un fotógrafo, funcionan mejor en grupo. Muchas piezas vivas ahincadas en un espacio. Muchas piezas vivas igualmente únicas apiñonadas en un local. Digamos, Café 103.

2.

Juanluís y yo, sentados en una mesa, concluimos que estamos atrapados en el ciclo vicioso del escritor-estudiante-universitario puertorriqueño. No hay nada malo en ello. Es así que funciona la literatura de este país. De casualidad, por el destino, en algún sendero iluminado, conspiración coéhlica del universo, dios lo quiso así, un grupo de escritores en potencia se unen en años universitarios, escriben de temas nada parecidos, intentan buscar una línea entre sus textos, abortan un manuscrito, concluyen en que lo único que los junta es la edad, preparan una revista cuya periodicidad sólo radica en la idea de ser, esta muere, publican sus libros individuales, uno desaparece, el otro continúa escribiendo, se hace profesor, da algún taller de narrativa, crea nuevos escritores, consagra su nombre a través de ellos, y muere feliz, dejando un legado en las letras puertorriqueñas que se discutirá—si tuvo buena suerte—en alguna clase de literatura puertorriqueña contemporánea que sólo se ofrece cada tres semestres. Si se sacrifico un gallo virgen, tal vez algún estudiante de posgrado de literatura caribeña—en el exterior—se apropie de la obra del difunto y lo use de nota al calce en su tesis.
Estamos esperando a Samuel. Habíamos acordado a las cinco, pero Juanluís llegó temprano. Nuestra suculenta realización—toda una epifanía literaria, de esas que cambian los panoramas de las letras universales—se da luego de que hayamos ojeado o leído, en alguna ocasión, los dos libros que mencioné ayer en la entrada anterior. Las entrevistas a la generación cuarentona de los ochenta, A Viva Voz de Carmen Dólores Hernández y Palabras Encontradas de Melanie Pérez.
Como ninguno de los dos ha comprado ninguno de los dos libros, sólo hablamos de las entrevistas que hemos leído. Yo las de Pedro Cabiya, Javier Ávila, Juan López Bauzá y Rafa Acevedo; él los ensayos introductorios de Palabras y la de Ché Meléndez. Mientras lo hacemos, discutimos nuestro plan maquiavélico de cómo y cuándo publicar y vender trescientas copias de una tirada de quinientos y eternizarnos como grandes escritores insulares. No hay nada nuevo en la discusión, en realidad. Tal vez que consideramos abrir una editorial cuando seamos trentones, pero eso se queda en las pajas.
Aún no llega Samuel. Ché Meléndez cruza frente al vidrio del local, acompañado de alguna mujer. Nos miramos. Nos reímos. Juanluís me cuenta que en el libro de Profa. Mela, ella lo tiene que interrumpir (al Ché) para hacer su pregunta, y no nos sorprende. No, no nos sorprende para nada. No sé por qué le respondo que aunque no me gustan algunas cosas de Cabiya, lo respeto porque está haciendo lo suyo. Tengo un punto: si la mayoría de los chamaquitos fanáticos de ciencia ficción—adolescentes y preadolescentes—supieran que en la isla se escribe del género, llorarían de la emoción y comprarían algunas copias. Juanluís me comenta algo. No recuerdo qué.
Samuel llega por fin. Está allí para verificar las ventas de la revista. Pide una batida y un quesito. Pero Alfredo está ocupado, no puede atenderlo ahora. Tendrá que venir otro día, antes de las cinco, claro está. Hablamos de Obama, de la raza, del mundo, del universo, de cómo el fin siempre justifica los medios, de los escritores que existen gracias a la bomba de Hiroshima, y nos comenta—Samuel es el que comentan, no pierdan el hilo—que las mujeres checas son las mujeres más bellas del mundo. Las asiáticas también. Asiento. Le recomiendo No todas las suecas son rubias, me he vuelto todo un protestante publicista. Quiero darle la vida a Abeu Adorno que a mi me gustaría que me dieran si muero joven.
Miramos el reloj. A las siete y pico, hay una lectura en Café 103.
Aún falta como media hora, así que Samuel y Juanluís, ambos juntitos, me confiesan que vieron Snakes on a Plane.

3.

Estuvimos allí por hora y pico. Samuel pidió algo de comer. Hablamos de los espejuelos de pasta, de las fotografías del próximo número y nos preguntamos quién era el Eliud que tenía aquella de colección de fotografías en display. Carla llegó, con una copita de café en mano. Hablamos de Oprah. Mucho. Me culpó de que era mi guilty pleasure. Apunté en mi lista imaginaria de cosas que hacer que tenía que ver un episodio de Oprah. Samuel nos dio el dato de que Oprah hizo una escuela en África. Una súper escuela. Una mega escuela. Una escuela tan y tan avanzada que sólo pueden entrar treinta y cinco niñas, luego de pasar por un proceso tan y tan arduo que se podría comparar con llegar a las finales de American Idol. El símil proviene del cráneo de Samuel. Nos reímos. No sé si el dato es correcto, deberían buscarlo, a ver. A las nueve y pico comenzó la lectura. El primer muchacho que leyó lo hizo en inglés. Un cuento entretenido. Personajes de Joy Division—aclaro, no sé tres de esta banda, sólo conozco su música, pero la actividad era dedicada a ellos, se llamaba Río Piedras: Dark City, algo tenía que ver con Manchester y los años setenta. De todos modos, me entretuvo. Luego, no sé qué pasó. Otra gente leyó. Juanluís hizo un intento de escapar del local que fracasó por lo no sutil. Yo le seguí. Samuel permaneció un rato más, y salió sólo para informarnos que le habían dado fin a la actividad, por falta de participación.
La pasamos bien. La pasé bien. Muchísimos espejuelos de pasta, muchísimos recortes extraños. Con un poco de hambre, me recordé que tenía arroz con cornbeef en la nevera. Esta tarde fue la primera vez que lo hacía. Me salió un tanto salau. Cristina me dijo que fue porque le eché un cubito de pollo completo. Tenía que ser la mitad. Le tuve que haber preguntado a Norma, antes de lanzarme a la misión.

Nota al lector: No sé qué tan eficiente sea proyectando el sarcasmo a través de la letra electrónica, pero hago la salvedad de que fue el ingrediente principal en la receta de esta entrada.

jueves, junio 05, 2008

verano, 8: musa de minifalda

Me encontré caminando por la Ponce de León luego de acompañar a una amiga al tren. Cargaba con mi sombrilla. Al salir de mi apartamento, algunos minutos antes, el cielo había sido brevemente descompuesto por un maratón de nubes de larga distancia. Tenía dolor de estómago, pero lo ignoré y emprendí hacia la Tertulia. Casi nunca me gusta sentarme allí, específicamente si estoy solo: hay algo del lugar que me desconcierta. Sin embargo ese era el plan, desde hace algunos días estoy con ganas de beber café, y sin ganas de hacerlo. Cuando llegué, la cafetería estaba cerrada. Era tarde ya.
En las mesas vi algunos libros interesantes. Un llamado Vida de Motel que leí por un momento, unas veinte páginas, hasta que descubrí que era una traducción. Lo solté y fui a otra mesa, dónde encontré el libro de Melanie Pérez, profesora de Literatura Hispanoamericana—gracias a ella conozco a mi poeta favorito, Oliverio Girando, y a mi escritora contemporánea de predilección, Cristina Rivera Garza—Palabras Encontradas. Lo tomé, para leer el algo de él en una de las mesitas—aún no tengo dinero para comprar libros—y justo antes de sentarme, volví a recoger la novela Vida de Motel, de Willy Vlautin
Primero tengo que decir dos cosas: uno, nunca me han encantado las ediciones de Grupo Norma, específicamente su colección La Otra Orilla. Visualmente son bruscos y torpes. Dos, no me gusta leer traducciones. Especialmente cuando la hacen españoles. Sin embargo, la edición de este libro, a pesar de ser igual, de ese gris azulado, y de tener unas letras completamente desagradables, me gustó. Hay algo en el material de las páginas que se sentía delicioso, al igual que en las imágenes de Reno que comienzan cada capítulo. Y, la traducción no era fatal. El traductor se mantuvo en las oraciones simples—lo cual supuestamente es icónico del autor, leí por Google—en los adjetivos usuales, nada empanpanante, nada demasiado español. Leí unas veinte páginas más y lo devolví a su anaquel. Luego, tomé el de Melanie y lo comencé a ojear. Leí los primeros dos ensayos y pedazos de las entrevistas de Mayra Santos-Febres y de Rafa Acevedo. Las entrevistas de Palabras Encontradas son mucho más… ¿teóricas? que las de A Viva Voz de Carmen Dolores Hernández, que también se publicó recientemente. Y por teóricas quiero decir que están en busca de temas más académicos, más del ser y dónde de la literatura, que del cómo y cuando de A Viva Voz. Lo cual no significa que uno es mejor que el otro, porque en varias sentadas en Borders le he dado muerte a este último. Específicamente a las últimas entrevistas, las de Lopez Bauzá, Pedro Cabiya, y Javier Ávila, en las que veo el reflejo de muchas de las preocupaciones de los otros escritores de mi edad.
Como a la hora, decidí irme del lugar. Desde la semana pasada, había estado leyendo diferentes novelas, brincando de texto en texto, en búsqueda de algo que me volviera a motivar. Que me diera el empujón para salir del roto—un roto llanito, nada profundo—que no me dejaba editar. Pensaba que leyendo mis novelas favoritas iba a conseguir algo a lá F. Scott Fitzgerald, que antes de escribir sus cuentos o novelas, tomaba tres de sus libros favoritos, leí algunos capítulos y los escribía a mano, como para perder el peso de escribir una primera palabra. Mas, luego de salir de allí y llegar a mi apartamento encendí la computadora, abrí el documento y lo miré por un rato. Faltaba algo, me dije. Así que abrí la puerta de al frente, y la del balcón. Hacía un calor horrible. Encendí mi radio, coloqué un CD de Leonard Cohen, del 1969, creo. Y entonces regresé al asiento, coloqué mis manos sobre el teclado, y todo fluyó. Mientras lo hacía, me imaginé una de esas míticas musas de la inspiración—en las cuales nunca he creído—con su cabello largo y negro y un gran trasero envuelto en una minifalda haciéndome la paja mental que había estado necesitando.

miércoles, junio 04, 2008

verano, 7: idlephobia


Como dije anteriormente, llevo casi una semana sin editar mi novelucha de pacotillas. Me siento en la biblioteca, miro los asientos, leo blogs, reportajes, noticias, chateo, entro a Facebook, pienso en ideas, veo basura, leo periódicos viejos, me pregunto qué pasará con Obama y no hago nada.
Los pocos amigos con los que discuto mis trabajos-en-progreso saben que le tengo una fobia horrible al idleness literario. Si llevo más de una semana sin escribir algo, me comienzo a preocupar. Si pasa un mes, ya siento que mi futuro se deshace. Pienso en Juan Rulfo, y algo en mi interior tiembla. Luego de su Llano en Llamas y Pedro Páramo estuvo prometiendo una última novela, una épica mítica que se deshiló con su muerte.
De casualidad, entre pérdida de tiempo y pérdida de tiempo, me tropecé con un reportaje escrito por Jessica Winters de Slate, titulado It’s all in my head: Did Truman Capote and Ralph Ellison have writer’s block—or were they just chronic procastinators?.
Pensé traducir partes, y parafrasearlo, profundizar en cada una de sus líneas, pero no hay nada que hacer, porque el reportaje está cuadrado cuadrado, así que aquí lo reproduzco idénticamente como fue publicado el pasado catorce de Mayo:

There's a heartbreaking moment in Gerald Clarke's biography Capote when the writer, having finally completed the debilitating process of writing In Cold Blood in 1965, waxes optimistic about his next masterpiece: a novel he was calling Answered Prayers. "Oh, how easy it'll be by comparison!" Capote exclaimed. "It's all in my head."
That may have been true. But upon his death in 1984, after years of public promises, revised delivery dates, and the ravages of alcoholism, Capote had managed to publish only snippets of his long-promised epic—and one of them was the notorious "La Côte Basque," which savagely lampooned his social circle and alienated him from some of his dearest friends. In the American annals of famously attenuated literary careers, Capote is perhaps surpassed only by Ralph Ellison, who worked for nearly 40 years on his second novel—the follow-up to his phenomenally successful 1952 debut, Invisible Man —only to leave it incomplete when he died in 1994.
In their sustained anticlimaxes, Capote's and Ellison's writing lives raise a perplexing question: What is the difference between severe procrastination and writer's block? Are they part of one continuum, like a Möbius strip? Were Capote and Ellison truly blocked, or did they merely delay so long that they ran out of time?
I wrote to Clarke and to Ellison's biographer, Arnold Rampersad, to get their thoughts. The "really interesting question," Rampersad responded, is the difference between writers who can't get started and "those who write and write but can't finish the job to their satisfaction. Roughly speaking, Ellison was in the latter category." Clarke struck a similar note about Capote. "He set himself the highest standards, and he knew when he wasn't achieving them," Clarke wrote in an e-mail. "He never allowed anything to be published that he thought was not up to snuff, and despite the booze and the setbacks he wrote well, very well, in fact, even during his final years. … He just wasn't able to finish the big one, Answered Prayers." In other words, Ellison and Capote were both the beneficiaries and the sufferers of perfectionism … which just happens to be a syndrome that correlates with both procrastination and writer's block.
Neurologist Alice Flaherty attempts a working distinction between procrastination and block—the fearsome Orthrus of the creative process—in her 2004 book The Midnight Disease: The Drive To Write, Writer's Block, and the Creative Brain: "A blocked writer has the discipline to stay at the desk but cannot write. A procrastinator, on the other hand, cannot bring himself to sit down at the desk; yet if something forces him to sit down he may write quite fluently." But don't these two scenarios amount to different performances of the same role? Every seasoned procrastinator loves to tell himself that, amid his flurry of avoidance strategies—rearranging the furniture in his office, pitching himself into a YouTube rabbit hole, surrendering to a fit of self-Googling—his brain is secretly marinating ideas and hatching plans. (As the underground narrator of Invisible Man puts it, "A hibernation is a covert preparation for a more overt action.") Surely this percolation process is also happening inside the "blocked" writer, even if he's motionless in his swivel chair?
Of course, given that procrastination carries the stigma of sloth and disorganization, it may seem uncharitable to ascribe the dithering disease to the blocked but feverishly ambitious writer—surely, if he weren't truly stuck, he wouldn't be finding new Facebook groups to join instead of composing his chef-d'oeuvre? On the other hand, creative-writing instructors often start class with a five-minute automatic-writing exercise for a good reason: There is always something to be written.
Yet that knowledge in itself—that there are forever more words to be found, however imperfect—can be dangerous, too. The Midnight Disease points to a paradoxical variation of writer's block, more accurately termed writer's flood, in which the author spins out page upon page in ceaseless search of le mot juste. Flaherty invokes Gustave Flaubert, "who crossed out nearly as many words as he wrote," and Ellison, too, might come to mind: He amassed some 2,000 pages of chapters, scenes, and notes for his second novel without coming close to resolution. (A heavily whittled-down edit of Ellison's manuscript was published as Juneteenth in 1999; Modern Library plans to bring out a longer version, titled Three Days Before the Shooting, next year.)
Ellison's voluminous labors on the second novel certainly didn't have the appearance of procrastination. And yet his biography, like Capote's, resonates with the findings of decades of academic research on the subject. Perfectionism—check. Precocious success that at once inflates the ego and instills extreme anxiety about future endeavors—check. ("The procrastinator thinks, 'If I never finish, I can never be judged,' " says Joseph Ferrari, a professor of psychology at DePaul University.) Low self-esteem—check. ("La Côte Basque" was self-destruction as performance art.) Blaming others for one's own failings—check. (Ellison's skill at the blame game can be summed up in a telegram he once fired off to his future wife: "YOUR SILENCE PREVENTING WORK.")
And prodigious excuse-making—check, check, check. Garden-variety procrastinators will settle for scapegoating the train or the e-mail server, but these guys were the world champions of the elaborate pretext. For years, Ellison maintained that he had lost hundreds of pages of the second novel in a 1967 fire, a claim that Arnold Rampersad's biography, published last year, showed to be a likely falsehood. Similarly, Gerald Clarke's book recounts how Capote went so far as to sue his former lover John O'Shea for the return of manuscript pages of Answered Prayers ("Every word was perfect," Capote lamented); Capote and O'Shea later reconciled, and as for the missing work, Capote "all but admit[ed] that in fact it never had existed." Ellison's house fire and Capote's ex were their variations on famed procrastinator Samuel Taylor Coleridge's "person from Porlock": the visitor whose untimely arrival forever derailed the composition of "Kubla Khan."
According to Ferrari, all these excuses are just the procrastinator's tissue-thin front for what's happening on the subconscious level: "The chronic procrastinator knows he's presenting a negative image, but he'd rather be perceived negatively for lack of effort than for lack of ability," he says. "Lack of ability is a stable attribute, but lack of effort is shifting—it means you could do it, you might be able to do it."
Maybe it's the "might" factor that allows us finally to draw a line between procrastination and writer's block. A block is thick, insurmountable, cast in stone, "as impenetrable as the Great Pyramid," in Clarke's words. Procrastination is a more pliant creature. When we defer a challenge until a hazy, ill-defined "later," one might say that we devalue future time and belittle our circumstances in it; but you could also say that we are irrationally exuberant about the future—it becomes an ascetic, distraction-free idyll where all appetites have been permanently gratified, where minutes stretch out as luxuriously as hours, where all our creative prayers are answered. You might even call procrastination a perverse form of optimism. And optimism, as both Capote and Ellison surely discovered, is a tough habit to shake. In a New Yorke r profile published a month before his death, Ellison said of his novel-in-progress, "I'm eager to finish it and see how it turns out."

Article URL: http://www.slate.com/id/2191312/

verano, 6: zaf[ac]ón

1.
Si mi intención fue escribir todos los días del verano, he fracasado tremendamente. Andaba sin acceso al Internet desde el lunes en la mañana, que llegué a Río Piedras y no pude ir a la biblioteca a conectarme. Pero tal vez valió la pena. Tal vez me dio un tiempito para alejarme del teclado. Tampoco edité ni una palabra de la novela, aunque si repensé el capítulo en el que estoy ahora. Estuve encerrado en mi baticueva citadina, leyendo el libro de Rafael Acevedo de poquito a poquito. No sé si es que no me quiero exceder, o si es que la poesía no me inyecta tanto como la narrativa. Había comenzado el Entierro de Cortijo, pero también espera en la mesa del carnicero por mi mirada-cuchillo.
2.
Hace algunas semanas, en una entrevista, el escritor español—creo que es español, no sé—Carlos Ruiz Zafón dijo que el 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, de la gente profesional sin pretensiones ni pedantería ni pose, de la que de verdad sabe construir personajes e historias, o sea, de los que de verdad saben escribir, está en la televisión o en el cine, pero sobre todo en la primera. Gente con ambición, oficio y talento ya prácticamente no está trabajando en literatura. Ésta se ha convertido en un gueto de mediocridad, de aburrimiento, de pretensión y de pose. Cuando lo leí, originalmente, pensé que este tipo era un pendejo. Otro escritor de bestsellers con gimmick de hater y rebelde—para mi todos terminan siendo clones llenos de parásitos de los beatniks o de Bukowski. Pero luego de un rato de cavilaciones y reflexiones, podría decir que es cierto. Quizás no se trata de un 99% de la mejor narrativa, quizás un 55%, está en la televisión, en el cine, o en las—ahora llamadas—novelas gráficas. Inclusive, añadiría a esta lista a los escritores de videojuegos. Pensando rápido entre las mejores historias que he leído—visto—puedo mencionar la serie de videojuegos Metal Gear, las novelas gráficas The Sandman, Fell, series como Carnivale y Battlestar Galactica. La lista podría continuar. Battlestar, aunque la gente podría descalificarla por que se trata de una serie de ciencia ficción, es maravillosa. He estado inmersa en ella—gracias a Samuel—desde hace casi dos semanas. Las conversaciones, la trama, los personajes…es increíble. Y aquí pongo un pedacito de una de las muchas conversaciones que me volaron la cabeza:
"I'm so proud of you, Gaius"
"Why? Because i've taken a life?"
"It makes you human."
"Is it not conscious thought, poetry, or art, music, literature? Murder. Murder is my heritage. Is that the lesson I have to pass on to my child?"
3.
Está lloviendo. Ayer en la tarde fui a noches de Galería con mi novia, su hermana y una amiga. Anduvimos por el Viejo San Juan, comimos en Café Puerto Rico, nos sentamos en alguna barra. Aún me sorprendo de cómo se llenan esos eventos. A las nueve y pico, cuando buscábamos el carro—huíamos temprano—ya se había revuelto el hormiguero, y las personas-insectos se apiñonaban en las estrechas calles coloniales como si se tratase de una rifa de oro en las que las probabilidades de ganar son cincuenta/cincuenta. Entre la muchedumbre—o tal vez, la mayor parte de la muchedumbre—vi una sarta de menores de edad que me sorprendió. Mientras más nenas se veían, más era el porcentaje de nalga que quedaba al aire y el que me veía obligado a vislumbrar. Más altas eran las tacas, más grueso era el pastel de maquillajes con el que se pintaban de mujeres crecidas, experimentadas y listas para la caza, con zeta. Vi un vagabundo durmiendo en cartón, y a su lado un perro de lo más guapo caminando. El bum, me dijeron, no hablaba nada de español; y el perro aullaba por razón anónima.
Una vez en el auto, de camino a Río Piedras, descubrimos que las vías que entraban al Viejo San Juan estaban completamente detenidas por un malestar de automóviles envenenados por los altos precios de gasolina y por la euforia que causa la posibilidad del jangueo intenso, la posibilidad de engatusarse en algún vaso de alcohol sobrevendido y caer arrodillado en los adoquines demostrando así el total dominio de los años de juventud y lo que estos significan.