martes, octubre 21, 2008

otoño, 6: clases

1.

Solía cruzar las piernas debajo del escritorio, hacerlas trenzas, trincarlas de improviso, y luego, relajarlas como vencidas. Y yo las estudiaba, las miraba, las analizaba. Mientras el resto de la clase discutía el intransigente canto de Salicio, yo me limitaba a hacer monografías del pequeño lunar triangular que diferenciaba un tobillo izquierdo del derecho, de la heterogeneidad en los patrones de pecas de sus pálidas rodillas, de cómo coqueteaban sus pequeños pies en los oscuros tacos negros, escondiéndose a veces, otras lanzándome miradas de detrás de la cintilla plateada. Pasaron el quiz y yo preguntándome de qué misterio gozaban esas carnosas piernas, qué éxtasis místico las hacía retorcerse de tal modo, y no podía evitarlo, no podía…

2.

Presta atención, Sergio, me regaño. Deja la ficción. Aterriza ya de ese viaje anti-aburrimiento. Lector, te advierto que esas piernas no son, para nada atractivas. Y si algo tuviesen, el bigote que adorna el rostro de su capitán las destruiría espontáneamente. Hay que alejar la ficción de lo real, Sergio, me insisto, hay que respetar las advertencias, mantener las dos lo más lejos posible, declarar un sorte de apartheid literario.

3.

Las recorro una y otra vez. Quiero escribirle algo, dedicarle un poema. Un poema a piernas. Alguien lo debió haber escrito ya. No lo dudo. Lo precioso en esa blancura es sinigual. ¿Cómo se escribe un poema? Me pregunto. No importa, me respondo. Si cierro un ojo, puedo descifrar una letra en los patrones de lunares, puedo ver una sutil sugerencia de una revelación que hallaría en la pantorrilla, que me está tan ajena e imposible de alcanzar desde mi lugar, desde este séptimo asiento de la cuarta fila del salón LPM _0_. La gente comienza a levantarse. ¿Se acabó la clase? ¿Qué sucedió con Nemoroso? ¿Quién era Isabel de Freite? ¿Qué égloga escribió el individuo a esa perfección hecha patas? ¿Cómo las hablo sin sonar superficial, carnal, demasiado mundano? Se van, se van y las sigo, salgo del salón, ignoro el reloj, llamo su nombre. ¡Profesora! Y ella se vira…

4.

Ve a tu clase, Sergio, me repito. Son las 1:12pm. Se supone que esté allí. LPM 210, creo. Se supone que esté aprendiendo acerca de las Peregrinaciones de Bayoán. No estoy seguro. Falté a la clase anterior. ¿Qué hago aquí ahora? Tuve que venir a una computadora. A verificar mi email, a escribir esto. Transcribir, mejor dicho. Ya lo había comenzado en una hoja de papel, durante la clase. Me quedé sin tinta, a mitad. ¿Cómo voy a escribir en la clase de Faría? No sé. Esta parte no es ficción, no, no, no lo es. ¡Apartheid! Lo he dicho. Mantenerlos alejados. Eternamente alejados y conscientes de ello.

Mierda. Voy 20 minutos tarde. Y no llego a hacer hincapié de que es ficción, de que jamás le miraría las piernas a la profa.