sábado, noviembre 22, 2008

otoño, 11: Orwell


1.
Existen escritores y existen diarios. Existen escritores con diarios y diarios de escritores. Existen escritores que escriben diarios, diarios que son escritos por escritores, y diarios en los que escriben escritores. El punto es que ambos existen. Los diarios y los escritores. También existe George Orwell. O existió (la actualidad de su existencia depende en tu creencia religiosa.). Y George Orwell escribió libros, algunos, varios, muchos, tal vez pocos. Sólo leí el Animal Farm y 1984.
George—cuyo nombre real era Eric Blair—escribió un diario.
O mantuvo diario, no sé cómo se conjuga la acción.
Por ende, Orwell (escritor) y Diario de Orwell (diario de escritor).
2.
Me recuerdo prepa en la universidad, mi cara manchada con los primeros destellos de una barba negra, mi cabeza recién salida de doce años de academia católica devorando todo el material que me llegaba a los costados. Me recuerdo entrando a una que otra reunión-slash-piquete de la UJS. Me recuerdo infatuado con la figura del Ché por algunas semanas—cómo evitarlo. Me recuerdo leyendo los diarios del mencionado (diario de guerrillero, no guerrillero con diario), leyendo una biografía de Fidel, me recuerdo intentando marcar bien mis pasos de tango con mi descubrimiento de la izquierda socialista militante puño-arriba, himno original de Lolita guindando de los labios. Me recuerdo a amiga libanesa Zeta prestándome el libro de 1984, creo que era de Signet Classics, la edición que me dio. Blanquito. Un punto negro, unas vainas azules alrededor. Algunos años antes había leído Fahrenheit 451 de Bradbury y era de mis libros favoritos, semanas antes había leído Brave New World del autor ese cuyo apellido jamás deletreo bien pero que empieza con H. No los menciono por pintarme de leído, sino para explicarle el momento universitario en el que me encontraba: huyendo de los quema libros, insistiendo que las emociones me liberarían y repitiéndome 2+2=5.
3.
A finales de julio me llegó un correo electrónico, enviado por una amiga, que me informaba que en agosto comenzarían a publicar los diarios de Orwell en tiempo real a través de un blog. Me pareció fantástico. Primero, porque me gustaba el autor; segundo, porque me daría material para escribir otro reportaje acerca del estado de la cuestión blogística, un tema que he estado siguiendo desde que cree mi primer blog hace casi 5 o 6 años en Xanga, o en Box. No recuerdo dónde, pero no importa.
El punto es que estaba emocionado. Recordé mis tiempos de prepa. Puse alarma en mi teléfono celular. Lo marqué en mi calendario. Sería increíble leer el diario de Orwell. ¿Qué maravillas descubriría? ¡Y en tiempo real! Sería un día a día de aquél cerebro que consideraba tan genial, tan fantástico. Planifiqué levantarme todos los días y pasar por alguna biblioteca del recinto, para conectarme, y leer las palabras de Orwell, justo como las había escrito hacía exactamente setenta años. ¿Saben lo inimaginable que hubiese sido para Orwell? Sería una máquina del tiempo. Una verdadera joya histórica. ¿Qué sucedía en agosto del 1938? Vería desde su recuperación en Marruecos a su regreso a UK, ¡el descenso de Europa a la guerra! Duraría sólo hasta el 2012, pues los diarios terminaban en 1942, tres años dentro del conflicto bélico.
Estaba nervioso.
4.
Lo que no pensé fue qué tipo de diario mantendría Orwell.
¿Sería un diario de escritor o un diario escrito por un escritor? Tal vez un diario en el que escribe un escritor.
5.
El veintidós de noviembre del 1938, hace exactamente 70 años, George Orwell, el autor, escribió en su diario, con una habilidad y precisión minimalista, casi japonesa, una reflexión que resumía su existencia, su diario vivir y en la cual encontré el sentido para mi propio día:
One egg.
6.
Lo acepto. Me aburrí cabalmente. No me importa el desayuno de Orwell. No me importa que le interesen los sistemas de irrigación que usan los marroquíes. No me interesa que por fin mató una serpiente, o que vio un pájaro que no conoce, o que los conejos le están comiendo las malditas zanahorias. Descubrí, triste y rápidamente, que no me importaba en lo más mínimo el diario de Orwell cuando hablaba de sí mismo, cuando me enseñaba lo aburrida que era su vida y me recordaba que era tan, pero que tan, humano.
Pero alteré la lectura. La hice emocionante. Es interesantísimo darse cuenta que todo lo que menciona está muerto. Que los amigos que conoce, que al perro que alimenta: todo, muerto. Bien muerto. Décadas muertas.
Así me entretuve. Así me entretengo. Por lo menos, los días aburridos. Tengo que aceptar que ayer fue un buen día para Orwell. Visitó el cónsul inglés (cultivated, very hospitable, married, appears to be in easy circumstance. Speaks French, very careful and grammatically very correct, but very strong English accent and manner while speaking of mentally going over grammar rules. The Assistant Consul or Vice Consul is young Englishman son of missionary, who has apparently been brought up in Morocco. Nevertheless has more characteristically English manner and accent than, eg. an Englishman brought up in India) y hablaron de la Guerra (Parr considered I was wrong about the local French attitude to the crisis. Thinks they really believed war was coming and were prepared to go through it though thoroughly fed up. Their apparent indifference was mere surface stolidity. He believes that there will be no general election for some time to come), de la condición de los negros en Senegal (It appears that the negroes in Senegal are French citizens, the Arabs in Morocco not, this province being still called by a fiction the Cherifien Empire. All negroes are liable for military service just the same as Frenchmen. In Morocco only French subjects, ie. mostly Europeans, do compulsory service. The Arab troops are voluntarily engaged men and enlist for long periods. They appear to get a (by local standards) respectable pension for long service. eg. our servant Mahdjoub Mahommed, who served about 15 years in an Arab line regiment, gets a pension of about Frs. 5 a day. ).
7.
En conclusion:
Existen escritores y existen diarios. Existen escritores con diarios y diarios de escritores. El Diario de Orwell que mantiene la organización The Orwell Prize es, afortunada o desafortunadamente, un diario por un escritor.

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