sábado, mayo 21, 2011

literatura aquí, columna

Esta columna fue publicada el miércoles, 27 de abril del 2011, en el Buscapié de El Nuevo Día. La subo acá por motivo de archivo.

Literatura aquí,

Recién esta semana salió mi primera novela, “Palacio”. Se lo comenté a uno de los instructores que trabaja conmigo y, con el ceño fruncido, sentenció que publicar en Puerto Rico es como encender un fósforo en un desierto, o en el fondo del Atlántico, no recuerdo. Lo dijo con algo de enojo, del resentimiento de viejo que ha publicado poemas de juventud y añora supuestos tiempos en que se solía escribir Escritor con mayúscula.
En un momento en el que se están publicando más libros que en ningún otro, y en el que existe un público que los consume, creo que formular la pregunta de para qué la literatura (aquí y hoy) no cae en ese territorio borrascoso de la masturbación mental.
Sin embargo, imposible partir hacia esta reflexión sin deshacernos del peso muerto de quienes quieren devolver la literatura al espacio que supuestamente ocupó en el pasado, de los que ignoran que la expresión artística de nuestros tiempos (y me refiero a la narrativa) es la cinematográfica. Que es a través de esta que la gente satisface esa necesidad tan humana de querer conocer historias ajenas y tejer empatías. En otras palabras, que la literatura es un género minoritario.
La insoslayable realidad neoliberal tampoco permite recurrir a llamados con motivaciones nacionalistas de ‘consumir lo de aquí’ solo por el mero hecho de que su lugar de enunciación sea el compartido. Y aún si se recurriera a estos, habría que preguntarse, cómo masificar el acceso a esta literatura cuando le debemos su supervivencia a unos pocos y admirables libreros que han soportado la presencia y el impacto de tres megalibrerías, dos de las cuales ahora desaparecen, y de e-tiendas como Amazon.
Además, hay aun rastros populistas que insisten en que la solución es simplificar la literatura, evitar la complejidad y así alcanzar a un público que ‘no entiende’ una trama entramada. Para otros, el hecho de que la literatura puertorriqueña no haya sido asumida por un mercado mayor abre un espacio de experimentación imposible de otro modo.
Nomás lanzo las preguntas. Cuales sean las respuestas, si las hay, la literatura sigue, seguirá.

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