jueves, enero 26, 2012

el poema, la poesía, y el pulular


Candler Park hace como dos días, en la mañana.


Caminando a casa con dolor de cuello, me estaba preguntando hoy que cuál es la relación entre la poesía y el poema. Es una paja mental, y pensé que podía escribir algo más extenso luego, tras leer ciertas cosas que tengo pendiente, y que creo que tocan el tema. Pero de todos modos, cuando por fín llegué a casa seguí pensándolo y, por impaciente, decidí saltar al vacío en el blog, un ratito, como descanso de todas las tareas que tengo que hacer. Entonces, ¿cuál es la relación entre la poesía y el poema si entendemos la poesía como ese algo inasible, inaccesible, e irrepresentable? Ese algo que nos sobretoma, que nos sobra, y que nos sobrepasa, ¿puede el poema expresarla? El poema como producción cultural tiene data histórica: sus formas y contenidos son productos que han evolucionado por siglos, por lo cual cualquier poema, todo poema es parte de ese sistema literario. Ningún poema sale de esos parámetros, ningún poema es máquina soltera, en ese sentido.  El poema es producción, y, aún el poema más azaroso, el poema más repentino debe entenderse producción racional porque recurre al idioma, a esa otra maquinaria del pensamiento. Esto dicho, debe quedar algún rastro de la poesía en el poema, y quizás ese rastro sea lo único a lo que podemos acércanos: todo lo demás es tradición, propia o ajena; todo lo demás está social, cultural, e históricamente predeterminado.

El poema es aquello que dice algo distinto. Cuando decimos “esa pintura es un poema” nos referimos a esa cualidad esquiva que sabemos que carga el poema. No obstante, la poesía no es ese algo: dentro de nuestros sistemas de significación la poesía no es nada de lo que podemos nombrar (¿ah?). ¿Entonces? ¿Entonces, qué tanto de la poesía hay en el poema? Supongo que sólo su murmullo, sólo el eco de lo que fue la poesía. Y aún así ¿no es esto una visión bastante optimista? ¿Pensar que queda algo de aquella cosa que es la poesía? Si la poesía deja algo, deja algún rastro, debe operar de algún modo. Y si opera, produce. Porque toda operación es la producción de algo. No sé.

Pienso esto, y luego me incomodo porque esa concepción de la poesía es demasiado religiosa. Demasiado cristiana, demasiado mítica y recostada de la inspiración divina, de la irrupción de una experiencia mística. ¿No debería la experiencia mística trastocarnos y dejarnos incapaces de producir? Entiendo que sí. Entonces, lo que producimos después es el mero eco, la mera repetición ya perdida de aquello que no sabemos que fue pero que fue. Reemplacemos lo de místico con lo otro. No una experiencia mística, sino una experiencia otra.

La poesía en tanto inasible debe pertenecer a otro registro. No obstante, depositarla en un registro externo que nos da o golpea  de repente me parece equívoco. Otra vez, le rehúyo a la inspiración divina. Pero, entonces, si la poesía nos surge de adentro debe provenir de algún lugar dentro de nuestra biología, como el pensamiento mismo. ¿Será que la poesía, ese golpe que nos conmueve, nos trastoca y nos deja en ese lelo tras el cual producimos el poema no es más que la accidentada aumentación, o disminución de algún químico en ese adentro que en los campos culturales ignoramos? ¿Ese adentro que no es un vacío, sino algo que está bastante lleno de cosas pegajosas y órgaons?  ¿Podemos pensar la poesía como la repentina conjugación de ciertas sustancias en nuestro cerebro? ¿Por qué no? ¿Por qué mantenerla en la pura abstracción y no insertarla a la abstracción de nuestra propia biología? Si es así, si ese ímpetu se trata de un cortocircuito neuronal, ¿cambia algo? Ese cortocircuito sería la poesía y de él sólo quedaría el trazo en el poema. ¿Qué causa este cortocircuito? ¿Qué está adentro de los electrones y neutrones que estallan uno en contra del otro? Por más que busquemos, adentro, y adentro, y cada vez más adentro, a lo que llegamos, al fin y al cabo, siguiendo esta línea de pensamiento es a la poesía como algo que nos pasa, como evento o acontecimiento, y aún entonces no llegamos a nada. Estamos donde comenzamos. ¿Cuál es la relación de la poesía con el poema?

No sé, y pensarlo me cansa. Puede que no sea tan complicado. Puede que sea algo que hacemos y en lo que insistimos. Puede que se trate de otro mito, que no haya tal cosa como la Poesía y todo sea poema. Esto estaría bien también. No apuesto nada. Pero si es así, ¿cómo desmitificar si no seguir ahondándonos en él hasta dar con una pared? ¿No sería esta pared, entonces, la poesía? ¿Haríamos de esta pared, consecuentemente, el secreto milagroso? Responder la pregunta sería conseguirme otro hobby, así que por ahora la dejo ahí, porque mañana tengo que caminar a la uni nuevamente.

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