domingo, marzo 27, 2016

felices días, una columna

Foto tomada sin permiso del Facebook de la autora.
Hoy terminé Felices días, tío Sergio de Magali García Ramis por cuarta vez y fue sólo cuando la comencé a ojear, post-lectura, como suelo hacer, que me tropecé con el pequeño detalle de que justo este año, al igual que yo, cumple tres décadas de existencia. Lo escribí en el margen, y luego le hice un doblés que se sumó a los otros que han hecho de esta copia manoseada menos un libro y más una historia personal de la lectura.

Encontré, por ejemplo, en unas hojas más adelante, en bolígrafo azul que anuncia los diecisiete años de su primer lector, breves notas en los márgenes que comparten la amargura de la joven protagonista, en los que cunde la decepción de haber nacido en una isla tan aparentemente falta de alcance. Cuando la protagonista descubre su “puertorriqueñidad” y se caracteriza, por única vez en el libro, como “colonizada”, ese mismo lector de letra gruesa, escribió simplemente: “¿?”.

Esos signos de interrogación están tachados a lápiz. El culpable fue el lector universitario. En los espacios que el adolescente dejó intacto, ese segundo fue anotando la construcción de la novela, como queriendo descifrar el truco de la escritora, de la escritura, para apropiárselo.
Un tercer lector, ya en tierras norteñas, con un bolígrafo negro, apenas anotó fechas en las esquinas como si sólo entonces, al releer la novela, la hubiese descubierto novela histórica. Después de la línea final, re-escribió un fragmento que sucede tres páginas antes: “Era cierto que no sabíamos casi nada de nuestro país…”.

¿Y hoy? Habrá miles formas de leer Felices días, Tío Sergio a sus treinta años. Una la propondría como arqueología del largo, pero lento colapso político de los pasados veinticinco años. Otra como una crónica de la ferocidad con la que se suprime al Tío Sergio, de la violencia constitutiva de los “felices días”. Y otra, la que quizás ha caracterizado este último recorrido, partiría de la sorpresa, y anotaría, tras el tercer lector, sólo: “Algo siempre se escapa”.

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