viernes, abril 29, 2016

turista, una columna

Esta columna apareció publicada el martes 26 de abril del 2016 en El nuevo día.

La américa invertida de Joaquín Torres García.
Me ha ocurrido en tres ocasiones recientemente. Conozco a alguien en algún contexto informal, conversamos un rato, descubro que se considera viajera consumada y crítica, y, después de las primeras cortesías, me dice que recientemente visitó la isla. Como indica el libreto, le muestro mi entusiasmo, le pregunto por los detalles del viaje, hago unas escuetas recomendaciones para una futura ocasión (casi siempre una lechonera cagueña por casa de mi abuela en Borinquen Pradera) y pienso que ahí se quedará.

Muy pronto, queriendo diferenciarse del turista promedio, la persona recompone el rostro, abandona la sonrisa, y es sólo entonces que me percato que el entusiasmo inicial fue una trampa, un anzuelo; es entonces que veo que trato con otra especie de viajero: el cosmopólita de los sures, ese que peregrina el tercer mundo motivado por el ojo del consumo moral, por una ética activista salvaguardada por la dulce compañía de la lectura naif de Frantz Fanon, quien no desampara ni de noche ni de día.

El comentario que ofrece el cosmopolita del sur a continuación varía, pero suele implicar la confesión de una gran decepción. Por un lado, su decepción surge porque la isla tiene un poquito demasiado en común con los Estados Unidos (¡sorpresa, 118 años!), o muy poco con el modelo imaginado, de modo que no satisface el valor suficiente de autenticidad lacrimosa y exotismo que justificaría la inversión monetaria del viaje (ver, “pornomiseria”). Por el otro, la decepción surge, dice el cosmopolita con la mirada nublada, por “lo colonizados que están”. Es ahí cuando el peor de los moralismos se asoma, ese al que son aptos quienes prefieren aplicar teorías a repensar las categorías de la realidad desde cero, ese que conocemos por dentro desde hace tanto, y que se prueba tan tenaz ante las inclemencias del clima, la política, y los tiempos.

Nunca sé qué hacer, así que sonrío, me disculpo, y saco el teléfono para atender una llamada urgente que no existe.

No hay comentarios.: